¿Qué relación hay entre los dos conceptos con los que ha titulado su conferencia: aceleración y movilización?
La aceleración es el régimen temporal de la edad moderna. La máxima velocidad es la aspiración de la innovación tecnológica, los cambios sociales son cada vez más rápidos y en una sola generación se superan las transformaciones que antes acontecían entre varias generaciones. Como es evidente, nuestra vida cotidiana está fustigada por la ausencia de tiempo. Todos lo vivimos día a día. Las nuevas tecnologías no amplían el tiempo de ocio, sino convierten el ocio en una forma de trabajo en el que nuestra energía psíquica y nuestra atención son explotadas por el tiempo del capital. Ahí reside la relación con el concepto de “movilización total”, acuñado por Ernst Jünger, inspirador del fascismo alemán: la Primera Guerra mundial convierte a los individuos en meros engranajes de una máquina productiva o destructiva, el soldado es un trabajador. La digitalización de la vida nos moviliza como recursos en el capitalismo digital y este aspira a la negación del tiempo, a la sincronización total.
¿Cómo han influido ambos conceptos en la vida moderna?
La ansiedad y la depresión están directamente relacionadas con la negación del tiempo necesario para la relación con los otros y con uno mismo. Cumplir con la totalidad de expectativas de la producción y de la integración social a través del mercado laboral es una carrera desesperada a ninguna parte. La movilización total remite a ese estado en el que el llamado “tiempo real”, como indica Eric Sadin, la sincronización digital, ha borrado el tiempo concreto, cualitativo propio de la vida subjetiva.
El título de las jornadas da a entender que la vida acelerada actual no nos hace felices. ¿Cómo afecta negativamente al ser humano?
El subtítulo de las jornadas remite al sufrimiento social y psíquico que genera el régimen temporal moderno, que niega las alternativas o que convierte los supuestos oasis de las vacaciones, el mindfullness, el pensamiento positivo, en recursos para volver a la vida acelerada. La slow life no basta, de hecho es funcional a la aceleración. El modo en que esta nos afecta se deja describir bien por el concepto filosófico de alienación, que ha recuperado Hartmut Rosa, el pensador actual más relevante en estos temas. La velocidad aliena y mata. La alienación implica la incapacidad para relacionarte con los otros y con el mundo reconociendo que son distintos a ti. Como resultado te vuelves extraño para ti mismo, pierdes la espontaneidad y la libertad, la creatividad y la iniciativa para comenzar lo nuevo, que según Hannah Arendt designa lo propio de la condición humana. Diría que la depresión intenta parar en seco esta alienación.
¿Qué papel tienen las nuevas tecnologías en este aumento de malestar social?
La revolución microelectrónica es una vuelta de tuerca en la penetración del tiempo del capital en el alma humana. El tiempo digital es, como la palabra indica, numérico, es decir, cuantitativo y abstracto. La cantidad abstracta pulveriza la vida individual, la singularidad, la cualidad, la debilidad humana, en suma, el tiempo necesario para la relación con los otros. Sin ese tiempo no hay experiencia posible, relación con lo nuevo. Por eso el “consumo de experiencias” nos deja más vacíos que antes de comprarlas.
«El régimen temporal moderno convierte los supuestos oasis en recursos para volver a la vida acelerada»
Sin embargo, el aburrimiento también está demostrado que es un índice importante a la hora de crear infelicidad. Y un ejemplo es el número de depresiones o suicidios en época del covid. ¿Está de acuerdo?
Creo que es un error considerar que la industria del entretenimiento realmente es capaz de entretener y esparcir. ¿Por qué? Porque está pensada también para la acumulación de valor y en la forma estereotipada del consumo. El verdadero entretenimiento, el juego, debería contar con una libertad y una espontaneidad que no tiene sus fuentes en la lógica de la mercancía. Sobre la relación con la salud mental y las redes sociales hay una noticia reciente que habla por sí sola: 41 estados de Estados Unidos han denunciado a Meta acusándola de generar “una crisis de salud mental juvenil” en todo el país. En esto se han puesto de acuerdo republicanos y demócratas.
¿Cuáles serían las pautas para lograr un equilibrio entre felicidad y vivir según a lo que esta sociedad nos exige?
Hartmut Rosa propone las nociones de “resonancia” e “indisponibilidad” para orientarnos a una vida buena frente a la aceleración. La respuesta no es simplemente ir más despacio, sino una relación de resonancia con el mundo, dice él. Lo contrario de la resonancia es la indiferencia total de la mirada depresiva, en la que “hay una mirada más grande que todo lo visible”, según la expresión de Paul Valéry. Pero para esa capacidad de escucha de lo otro que uno mismo, es necesario renunciar a una parte importante del control sobre el mundo, de ahí la reivindicación de lo indisponible. El control tecno-económico sobre la naturaleza y la gestión algorítmica de la vida no parecen respetar ningún ámbito de indisponibilidad. Esto no se cambia con aportaciones individuales, es preciso la iniciativa política.
¿Hay estudios de qué sociedades son más felices y por qué?
No los conozco. En cualquier caso, la perspectiva filosófica, que es la de estas jornadas del Istic sobre el tiempo moderno, sería preguntar más bien antes “¿Qué es la felicidad?” Y, a su vez, creo que la respuesta a esta segunda cuestión podría derivarse de otra previa: “¿En qué consiste una vida buena”? Creo que podemos al menos dibujar su silueta en negativo al criticar la alienación que causa la velocidad.
«Es un error creer que la industria del entretenimiento es realmente capaz de entretener o esparcir»
¿Qué otros factores inciden en el malestar social?
La triple crisis en la que nos encontramos: ecológica, económica y de la subjetividad. Un orden económico que destruye la naturaleza y produce cada vez más población a la que considera “sobrante” genera una angustia en toda la sociedad, también en los integrados, que provoca resentimiento, odio y respuestas simples, como el autoritarismo político. La aceleración es, por cierto, incompatible, con la salud democrática: necesitamos tiempo para escuchar al distinto, a quien no piensa como nosotros, y deliberar juntos sobre cómo queremos vivir.
¿Qué temas destacaría del resto de conferencias de la jornada?
Destacaría muchas aportaciones: el estudio del pensamiento de Paul Virilio y Hartmut Rosa, la reivindicación de Bergson para pensar el tiempo cualitativo, la atención a la ansiedad y la depresión en relación con la aceleración, la reflexión sobre las profundas diferencias entre el tiempo que viene de la filosofía, de Ateneas, y el tiempo bíblico, el de Jerusalén. Frente a la reducción del tiempo a espacio, se trata de reivindicar la relación con lo otro como fuente del tiempo, como interrupción y novedad frente a lo “siempre igual”, propio del tiempo del progreso, del capital y del defendido por Nietzsche: el “eterno retorno”.