Estreno de cine

Juliette Binoche: "La cocina es el arte más completo de todos"

"Hacer la película me ha dado la oportunidad de comprender que, si el pintor expresa emociones a través de los colores y los trazos, el cocinero lo hace a través de los ingredientes y los procesos de preparación, transformando materia prima en un equilibrio perfecto de texturas, sabores y consistencias, algo exquisito", expresa

Nando Salvà

‘A fuego lento’ es una película extraordinariamente romántica, que funciona a modo de elogio del buen comer y que está protagonizada por Juliette Binoche. Dicho de otro modo, es impecablemente francesa pese a que la ha dirigido el vietnamita Tran Anh Hung -que, eso sí, lleva años afincado en París-, y ese es uno de los varios motivos por los que su elección como representante de ese país en la carrera a por el Oscar tiene mucho sentido. En ella, la actriz interpreta a una cocinera inmersa en una peculiar relación amorosa con el reputado chef para el que lleva dos décadas trabajando, y comparte tiempo y espacio en pantalla no solo con el actor Benoît Magimel -tiempo atrás su compañero sentimental- sino también un surtido de platos apetitosos como el volován de marisco, el rodaballo a la nata, el cordero al horno con coles de Bruselas y un postre -sí, es un postre- llamado tortilla noruega.

Antes de trabajar con Tran Anh Hung ya lo había hecho con varios directores asiáticos, como Hirokazu Koreeda, Hou Hsiao-Hsien, Nobuhira Suwa y Naomi Kawase. ¿Es casualidad?

Siento gran interés por la filosofía y la espiritualidad orientales, creo que tenemos mucho que aprender de ellas. Además, todos esos cineastas son fabulosos. Y todos tienen una manera de trabajar muy respetuosa con los actores. Muchos directores occidentales se empeñan en mantener un control total de la película, y eso hace que quienes nos ponemos a sus órdenes tengamos que pelear por defender nuestra visión o bien rendirnos; afortunadamente, yo ya llevo más de 30 años trabajando en esto y ya prácticamente nadie me trata así. Y asociarme con autores como los que usted ha citado también me sirve para seguir explorando nuevas formas de hacer cine, que probablemente sea el principal instrumento del que dispongo para seguir dedicándome a ello con pasión. 

Hacía 24 años que no trabajaba junto a Benoît Magimel, que además es padre de su hija. ¿Qué supuso el reencuentro?

Yo lo afronté con algo de miedo, porque vivimos una relación complicada, nos separamos hace mucho tiempo y desde entonces apenas hemos tenido contacto. Y nuestro primer día de ensayos no fue nada prometedor. A él le encanta cocinar, y desde el principio quiso acaparar los fogones a pesar de que eso iba en contra de la lógica de la historia, porque su personaje es el chef y el mío es la cocinera; y cuando eso se le hizo saber, no se lo tomó bien. Pero, a la mañana siguiente, al verlo yo le di un abrazo y un beso, y desde entonces ya no hubo más tensiones. Hacer la película fue nuestra manera de decirnos que nos seguimos queriendo a pesar de todo, y un regalo estupendo para nuestra hija. El arte también sirve para eso: expresar sentimientos que nos resulta incómodo verbalizar. 

El cine es conocido como el Séptimo Arte y, al ver a ‘A fuego lento’, es casi inevitable convencerse de que la gastronomía debería ser el octavo... 

Hacer la película me ha dado la oportunidad de comprender que, si el pintor expresa emociones a través de los colores y los trazos, el cocinero lo hace a través de los ingredientes y los procesos de preparación, transformando materia prima en un equilibrio perfecto de texturas, sabores y consistencias, algo exquisito. La gastronomía es el arte más completo que existe, porque proporciona estímulos a los cinco sentidos.

¿Qué más aprendió, desde un punto de vista culinario? 

Presté mucha atención al trabajo de los cocineros que preparaban los platos que aparecen en la película pero, a decir verdad, la mayor parte del tiempo mantenía la atención centrada en no quemarme los dedos. Aprendí, eso sí, a implicarme espiritualmente en la cocina, y a valorar lo que significan los alimentos y el proceso de cocinarlos. Es algo que no hacemos lo suficiente. 

¿Y qué significan?

Como digo, la película retrata una relación distinta con la comida, pero también una relación distinta con la vida, y tanto con la tierra que nos da sus frutos como con los demás. Por un lado, cocinar es una forma de honrar la generosidad de la tierra: tú plantas una semilla, le das luz y agua y, a cambio, obtienes alimento. Por otro, también permite demostrar amor a tus seres queridos, estrechar vínculos, y elevar los ánimos. Es algo mágico.

¿Usted suele cocinar?

Cuento con ayuda, pero sí cocino. Durante muchos años solía organizar un ‘brunch’ familiar cada domingo, con productos frescos recién comprados en el mercado, y preparaba ensaladas deliciosas con verduras salteadas, nueces, frutos del bosque y varios tipos de queso; algo sencillo pero delicioso. Y a veces, cuando tengo tiempo, invito a amigos a casa y cocino para impresionarlos. Busco en internet alguna receta que me sienta capaz de llevar a la práctica y me pongo manos a la obra. No siempre salgo triunfadora, pero una vez leí un libro de recetas cuya autora afirmaba: “Nunca aceptes la derrota. Si el plato que has preparado es una porquería, simplemente actúa como si fuera delicioso”. Eso es lo que yo hago.