Fotografía
'Las miradas migradas': 13 jóvenes que cuentan su historia a través del objetivo
La exposición se puede ver en el CCA Gran Canaria de Schamann hasta el próximo 2 de abril
La muestra promovida por la Fundación Adsis va a ser itinerante con la idea de presentarla en colegios

Exposición de fotos en el barrio de Schamann, en Las Palmas de Gran Canaria / José Pérez Curbelo

Las barcas descansan apiladas sobre la arena. Las acompañan un murmullo de sal y el paso de los días. Su vacío de madera hueca trae un eco de sueños rotos, de noches oscuras con cielos bañados por la incertidumbre, de una travesía silenciosa que se repite como un goteo sin pausa. Algunas voces llaman a este lugar «el cementerio de las pateras». Otras ni lo nombran, la mayoría ni sabe que existe. Las embarcaciones se acumulan esperando a que llegue una empresa de gestión de residuos que las destruya. Ya ni la memoria de esos sueños ahogados podrá perdurar. El mar aúlla, las olas sellan tumbas, todo rastro parece quedar borrado. No hay nombres.
Un chico se sienta sobre el verde gastado de uno de los cayucos, pantalones y zapatillas de Nike, la gorra hacia detrás, la mirada al frente. El cielo brilla y una nueva luz cae sobre las pateras amontonadas. La luz es verde y azul. Click. Para quien hace la foto, esas barcas no son residuos. Algún día fueron el medio que permitió que sus anhelos navegaran entre dos orillas -la de Marruecos y la de las Islas Canarias, la de África y Europa-, el medio que permitió que una cámara cayera entre sus manos dándole la oportunidad de contar su historia.

Exposición 'Las miradas migradas' en el CCA Gran Canaria de Schamann. / José Curbelo
Igual que las personas, las miradas pueden migrar. Así lo demuestra la exposición Las miradas migradas, que el pasado viernes 22 de marzo se inauguró en el CCA Gran Canaria de Schamann de la mano de la Fundación Adsis, y que ha permitido a 13 jóvenes de Marruecos utilizar el poder del objetivo y de la imagen para hablar de su pasado, su presente y su futuro. Tras una formación de cuatro horas a la semana a lo largo de tres meses, todos han tenido la oportunidad de usar el arte de la fotografía para expresar sus inquietudes.
Así lo relata el que ha sido su profesor a lo largo de este curso, Jaime Moro Saavedra, que hace pocas semanas los acompañaba a la inauguración de la exposición El grito interior en Casa África para que encontraran «ideas e inspiración». Risueños y curiosos, los chicos se paseaban por las dos salas entre las que estaba dispuesta la muestra comisariada por el fotógrafo senegalés Mamadou Gomis. Quizá ahí todavía no podían visualizarlo, pero pronto serían sus propias fotografías las que estarían así, impresas y colocadas sobre una pared para contar el mundo a través de sus ojos, para que no sean otras voces ajenas -como la que escribe estas líneas- las que hablen en su nombre.
Este es uno de los objetivos que persigue la Fundación Asis a través del Proyecto Meraki de Atención a Personas en Movimiento, además de combatir el racismo y la desigualdad a través del conocimiento, del acercamiento al otro. «Que cada persona ajuste el diafragma de su cámara, que amplíe su mirada, que incremente el sentimiento de igualdad con personas que nacieron tras otra frontera. Porque el racismo no se entiende. Porque la discriminación es el verdadero problema. Porque migrar es un derecho que algunos ya hemos usado, que otros podremos usar mañana o que otros por ahora no queremos usar, pero que tenemos como opción», se lee en un texto que descansa sobre la pared del CCA de Schamann.
Una cuestión de colores
Las miradas migradas, con sus 38 obras, se divide en tres partes o etapas: Los miedos del pasado, Los hechos del presente y Los referentes que están en su futuro. Las fotos de los cayucos apilados, que reflejan su viaje, pertenecen a la primera. En la segunda, hay piezas como Pasaporte verde vs. pasaporte rojo que, a través del verde y el rojo de un semáforo, los jóvenes fotógrafos reflejan la desigualdad y la contradicción del mundo que habitan: mientras que en el día a día de cualquier persona, el rojo impide el paso y el verde da pie a avanzar, en el caso del color de los pasaportes la cuestión se invierte. Con el pasaporte marroquí -de color verde- no pueden moverse por el resto de Europa, mientras que los europeos -con su pasaporte rojo- pueden ir a Marruecos sin problemas ni impedimentos.
En la última etapa de la exposición aparecen los rostros de la abogada Loueila Mint El Mamy, el músico Khaly Thioune, el futbolista Adama Ndao o el diseñador Souleymane Magassouba, caras en las que los chicos pueden encontrar lo que vinieron buscando a España: el mar en calma que esperan que sea su futuro.
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