Fotografía
'Días lentos en la Isla Afortunada': la muestra que pone el foco en la migración entre Tarfaya y Fuerteventura
La fotógrafa marroquí Imane Djamil muestra en su obra la relación entre su tierra natal y el Archipiélago a la vez que denuncia las injusticias que sufren sus amigos y compatriotas que quieren partir a las Islas
El trabajo fotográfico se puede ver en la Casa Árabe de Madrid hasta el próximo 15 de septiembre

Una de las fotografías de 'Días lentos en la Isla Afortunada'. / Imane Djamil

Tarfaya es un pueblo en la costa de Marruecos de alrededor de 7.000 habitantes en el que es muy fácil identificar las caras nuevas. La fotógrafa Imane Djamil lo vivió en sus carnes cuando, en 2020, fue a tomar algo a la cafetería que estaba debajo del hostal en el que solía quedarse en sus visitas -vive en Casablanca- y le atendió un rostro desconocido. Era una camarera que había venido de la ciudad a trabajar allí. A Djamil le resultó una situación extraña, pero no hizo más preguntas. Tras encontrarse otros casos similares -de gente que de repente aparecía en la pequeña localidad marroquí para trabajar de cualquier cosa-, se enteró de lo que estaba ocurriendo: aquellas personas lo que buscaban era hacer tiempo mientras encontraban la oportunidad de lanzarse al mar para ir a Fuerteventura.
Esta historia fue el germen que dio lugar a la muestra fotográfica Días lentos en la Isla Afortunada que hasta el próximo 15 de septiembre se expone en la Casa Árabe de Madrid, parte de otra exposición mayor titulada Paisajes efímeros del sol comisariada por Analía Iglesias y que reúne los trabajos de nueve jóvenes fotógrafos y fotógrafas de África y Oriente Medio.
«Doble castigo»
Djamil odió Fuerteventura durante el primer año -2021- que pasó tiempo allí: le era imposible disfrutar la isla como tal conociendo el contexto migratorio que latía bajo las olas que bañaban sus costas. «No podía creer que la gente corriera un riesgo tan grande para ir allí cuando las tierras en una orilla y en otra son exactamente iguales», afirma haciendo alusión a su país y, en concreto, a Tarfaya. «Además, es como un doble castigo, porque no solo hay aún menos oportunidades económicas en Fuerteventura que en las grandes ciudades de Marruecos, también estás en una isla en medio del océano de la que no puedes salir. Es como dejar un purgatorio por otro», añade.
Aun así, desde la orilla marroquí, Fuerteventura es imaginada como una tierra de oportunidades en la que se puede prosperar, un lugar que por las insalvables trabas que hay para llegar a él, pasa a formar parte de ensoñaciones e idealizaciones en las cabezas de muchos y muchas que buscan una vida mejor. «Europa se queja de la inmigración ilegal, pero al mismo tiempo es Europa quien la ha creado, porque si a la gente se le permitiera entrar en los lugares con normalidad, podrían ver si les gusta o no, si hay oportunidades o no, y luego o bien ir a otro sitio o bien volver a su país», apunta la fotógrafa haciendo alusión a lo difícil que le resulta a los ciudadanos marroquíes conseguir un visado para ir a Europa.
«Es algo que me enfada mucho y es absurdo, un médico, un arquitecto, un artista o cualquier persona de Marruecos o de otras partes de África, tiene que pasar por un proceso humillante durante meses para demostrar que son dignos de entrar en Europa. Pero, en una situación inversa, si nos vamos a un caso extremo, por ejemplo, un alemán que ha violado o matado a alguien y que no ha sido condenado puede simplemente reservar un vuelo y viajar el mismo día donde quiera».
Abrazar las emociones
Tras el primer año, el odio del principio se disipó. Djamil ha estado yendo a Fuerteventura a hacer fotos desde 2021 hasta 2024, apreciando la similitud de los paisajes, escuchando historias de sus gentes -también en Tarfaya-, y también aprendiendo a aceptar ese sentimiento inicial. Cuando lo hizo, fue el momento en el que comenzó a querer a la tierra isleña.
«Al final abracé mis propias emociones hacia la isla y fue ahí cuando empecé a amarla. Porque realmente no creo en la neutralidad. Para mí, mis propias emociones, son una gran parte de mis proyectos. No puedo borrarlas. Si las borrase, entonces mis trabajos no serían sólidos», explica. Al fin y al cabo, además de la anécdota de la camarera de Tarfaya, también fueron este choque y esta indignación inicial que sintió al llegar a Fuerteventura la que dio pie a que Días lentos en la Isla Afortunada sea hoy una realidad.
Cambiar la narrativa
Para Djamil la fotografía es «una forma de cambiar la narrativa», aunque también mantiene con ella una especie de, en sus palabras, «relación amor-odio». «Para mí es muy importante darle a la fotografía su libertad fuera de las cajas antropológicas. En el pasado, la industria fotográfica siempre ha estado en Europa. También es una cuestión económica, porque son los países europeos los que han tenido el dinero para crear medios de comunicación y enviar a periodistas a distintos países del mundo. A países como Marruecos, Argelia, etc., que no conocen en absoluto», puntualiza la fotógrafa marroquí poniendo el foco en cómo al final, desde Europa, se ha perpetuado a través de las imágenes un imaginario muy concreto de los países africanos, en muchas ocasiones relacionado con el conflicto o la violencia.
«Por eso para mí también es un tema político. Estamos viendo como los medios de comunicación están jugando un papel muy importante en perfilar la visión que tenemos del mundo. Incluso influyen en las decisiones políticas. Por ejemplo, cuando se miente sobre ciertos hechos, eso permite a algunos países enviar armas o no a Israel. Al final del día, la narrativa es importante», reflexiona.
Mirando las fotografías de su muestra, la frontera entre Fuerteventura y Tarfaya se difumina, como si el océano donde tantos han perdido la vida a lo largo de estos 30 años -esta semana se han cumplido tres décadas desde que la primera patera llegó al Archipiélago, en concreto a la isla majorera- no existiera. Canarias y Marruecos se confunden como las tierras vecinas y hermanas que son, en un intento de Djamil de romper el mar de prejuicios que las separa.
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