María Joaquina de Viera y Clavijo, la primera poeta de Canarias, protagoniza el Día de las Escritoras 2024
El Gobierno de Canarias celebra el acto institucional en homenaje a la autora el próximo 15 de octubre en el Teatro Guiniguada

Ilustración y firma de Maria Joaquina de Viera y Clavijo. / Gobierno de Canarias
El silencio histórico que echó tantas capas de silencio sobre las palabras de las escritoras se repliega. Traer sus nombres al presente es desempolvar el pasado con la misma voluntad con que ellas miraron a los ojos a su tiempo y lo vencieron en la eternidad del papel. «Con que en fin / puedo hacer versos / aunque calle noche y día / ¿Para qué quiero la lengua / mientras el alma imagina?», escribió la poeta María Joaquina de Viera y Clavijo. El suyo es un apellido ilustre en el olimpo de las letras canarias, pero un nombre propio en los márgenes del relato que seguimos escribiendo. La historiografía la distingue como la primera poeta de la historia de Canarias, según reflejan los registros oficiales del Archipiélago, que perfilan a una figura destacada en el contexto de la Ilustración isleña.
Este lento descorrer de las cortinas de la ausencia de mujeres en la literatura tiene su efeméride en las Islas en el Día de las Escritoras Canarias, que se conmemora cada 15 de octubre desde 2018, y que este año tiene como protagonista a María Joaquina de Viera y Clavijo (1737, Puerto de la Cruz - 1819 - Las Palmas de Gran Canaria), la desconocida hermanísima ilustrada del siglo XVIII, que derribó barreras desdoblando su ambición artística no solo como poeta pionera, sino también como escultora en ciernes.
La reivindicación de su vida y obra aloja su último movimiento en la publicación del volumen número 66 de la Biblioteca Básica Canaria (BBC) bajo su nombre en 2022. Se trata de una prestigiosa colección histórica editada por el Gobierno de Canarias, que imprimió un giro a su línea editorial el pasado 2021 con la incorporación exclusiva de autoras canarias con el objetivo de «equilibrar el canon literario insular», bajo la dirección de la investigadora y docente Blanca Hernández Quintana.
Monográfico de la Biblioteca Básica Canaria
En concreto, el monográfico dedicado a María Joaquina Viera y Clavijo atesora una selección de su poesía arropada por una introducción crítica a cargo de la profesora universitaria e investigadora Victoria Galván, actual directora de la Casa-Museo Pérez Galdós, donde desvela y analiza los trazos velados de la existencia de la escritora y artista.
«Me parece muy importante y oportuno que hayan seleccionado a María Joaquina de Viera y Clavijo para esta conmemoración, porque tiene el peso de tratarse de la primera escritora de Canarias con una obra considerable en cuanto a cantidad y también en cuanto a compromiso con la escritura, aun con todos los ‘peros’ que existían para las mujeres que escribían en esa época, pero existía en ella una importante vocación artística y literaria», declara Victoria Galván.
Sus sonetos, décimas, endechas, romances y octavas proceden de varios cuadernos manuscritos de su obra, conservados en bibliotecas y archivos canarios. «Debemos tener en cuenta que en Canarias en el siglo XVIII apenas hubo mujeres que escribían», señala Galván, «ya que el número de escritoras empieza a multiplicarse en el siglo XIX, aunque hay que seguir investigando».
Para enmarcar su lugar en el mapa sociocultural canario es inevitable remitirse al apellido que le hizo sombra pero que, sobre todo, le brindó luz: su hermano José de Viera y Clavijo, máximo representante de la Ilustración canaria y referente multidisciplinar del conocimiento de las Islas, pero también su hermano Nicolás, abogado, juez y canónigo, la embarcaron en tertulias y reuniones en los círculos sociales y culturales de las élites isleñas, tanto en Tenerife como en Gran Canaria.
Hija de una elevada educación intelectual y espiritual en el núcleo familiar, las relaciones que tejió la escritora en entornos intelectuales isleños de la mano de sus hermanos le permitieron trabar contacto con los artistas y creadoras más relevantes de la época, fuera y dentro de España, imbuyéndose a su vez de los nuevos aires ilustrados procedentes de Europa, que canalizó en su poesía.
Así lo refleja una serie de poemas concebidos como crónicas de sociedad en verso, pues la autora se adscribe a la poesía de temática circunstancial que tanto se cultivó a lo largo del siglo XVIII, tal como apunta Galván en el monográfico de la BBC. En sus poemas, Viera y Clavijo describe la efervescencia cultural y los acontecimientos sociales, en los que ella misma participó, desde una estética neoclásica en verso, con algunas pinceladas críticas y de humor satírico-burlesco.
No obstante, el grueso de su obra se consagró a la religión y el misticismo, en consonancia con los dictámenes de la época, puesto que en el siglo XVIII «se defendió la escritura por parte de las mujeres si los contenidos promovían la devoción, la práctica de las virtudes, la moral o su rol familiar como madre, esposa o hija». Esta es la razón por la que un caudal creciente de mujeres se lanzó a la escritura pero sin desviarse de las aguas religiosas, como en el caso de la escritora tinerfeña, cuyos versos gravitan sobre su devoción y fe cristiana expresadas en tono intimista. Uno de sus temas más comunes en su poemario recrea la vida de Jesucristo, así como temas marianos, a los que se suman, en menor medida, varios poemas dedicados a la amistad femenina, cargados de una emocionalidad intensa. «La escritura de estos versos hay que situarla en el contexto de espiritualidad para laicos propio de la reforma religiosa del siglo XVIII», precisa Galván. «Lo más probable es que no encaje con los gustos actuales porque está en las líneas estéticas de la época pero, en una lectura detenida, se puede sacar mucho jugo de su poesía», añade.
Doble vertiente creativa
Pero una de las excepcionalidades que erigen a Viera y Clavijo en una mujer que caminaba por delante de su tiempo reside en su vocación creativa multidisciplinar, ya que también destacó como escultora, en concreto, con composiciones de barro, que era el material más económico, con el que fraguó un repertorio iconográfico basado en retratos. No sobrevive ningún ejemplar debido a la difícil conservación de este material, si bien la profesionalización en esta disciplina era impensable entonces para las mujeres, cuyo acceso a los talleres de arte estaba vedado.
Aún así, Viera y Clavijo conoció a los artistas más destacados del momento: fue discípula del imaginero José Rodríguez de Oliva y en Gran Canaria trabó contacto con Nicolás Eduardo, maestro de Luján Pérez, que introdujo el neoclasicismo en la Isla. Al respecto de esta doble vertiente artística de la escritora de Puerto de la Cruz, la investigadora Carmen Fraga González manifiesta que «su lenguaje está salpicado de pensamientos y vocablos relacionados con las artes plásticas».
Abnegación y deseo
En cuanto a la personalidad de María Joaquina, el polígrafo José Agustín Álvarez Rixo, al que Galván cita a lo largo del monográfico de la autora, distingue los rasgos de «discreción, recato y modestia». La escritora miraba al mundo cultural que la rodeaba y la excluía a un tiempo desde la humildad, como si asumiera su lugar en los márgenes del relato central de la práctica literaria y artística.
En este punto debe destacarse que María Joaquina de Viera y Clavijo permaneció soltera, sin hijos, pero fue una entregada cuidadora de sus padres y, tras su muerte, de sus hermanos. Pero pese a la aceptación de esta postura moral, abnegada y devota, nunca contempló muros en los caminos de su escritura. En este sentido, Galván hace hincapié en la ambigüedad en que se instalaban las escritoras que rompieron a escribir a contracorriente. «En María Joaquina de Viera y Clavijo vemos que asume ese rol de mujer que está en segundo plano pero, a su vez, se desprende de sus versos un cierto arrojo y desparpajo, que es una contradicción común en muchas mujeres que escribían», observa. «De forma clara vemos una voluntad de creación, que no casa bien con ese lugar secundario que la sociedad asignaba a las mujeres», sigue. «No era fácil romper con eso y María Joaquina llevó adelante su deseo de escribir».
Al igual que la poeta estadounidense Emily Dickinson, confinada en el hogar y volcada en las letras, la huella de María Joaquina de Viera y Clavijo revela una domesticidad cultivada y sensible, si bien ambas vivieron una vida doméstica, pero no domesticada. «Cosas que vuelan, las hay / horas, aves, abejorros (...) Cosas que arraigan, también / montes, pesares, lo eterno», reza el poema El secreto, de Emily Dickinson, que inaugura el poemario El secreto de la oropéndola, poemas de aves, que acaba de publicar en España el sello Nórdica en edición bilingüe.
La poeta de Amherst profesaba un profundo amor por las aves, que inspiraron los 47 poemas del volumen, y no parece casual que las escritoras evocaran el vuelo de los pájaros bajo la penumbra de las velas de su escritura clandestina. Sus palabras inauguraron un cielo propio para que las que aletearan después volasen mucho más lejos.
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