Arte

La Escuela Luján Pérez contada a través de Orlando Hernández: un foco de arte y libertad

La ponencia 'La Escuela Luján Pérez: El compromiso con la Cultura Canaria' se hace con el Hotel Santa Catalina

El centro artístico ofrece a día de hoy un total de 12 talleres y cuenta con 16 profesores y alrededor de 300 alumnos y alumnas

La Escuela Luján Pérez: el compromiso con la cultura

La Escuela Luján Pérez: el compromiso con la cultura / ANDRÉS CRUZ

Martina Andrés

Martina Andrés

Cuando Domingo Doreste vio la iglesia de Arucas, allá por 1917, se dio cuenta de que los artesanos que trabajaban allí no sabían ni leer ni escribir. Entonces, el 17 de junio de ese año, publicó en el diario La Crónica -bajo el seudónimo de Fray Lesco- el artículo Los decoradores del mañana, texto en el que planteó la necesidad de crear una escuela en la que formar a jóvenes de la Isla que tuvieran inquietud, sensibilidad y sintieran la llamada del arte. Este fue la semilla que dio lugar al árbol de 106 años que es hoy la Escuela Luján Pérez de Las Palmas de Gran Canaria, un espacio que en palabras de su director, Orlando Hernández, ha sido y es un «foco de libertad».

Hernández ha sido el encargado hoy de dar la ponencia La Escuela Luján Pérez: El compromiso con la Cultura Canaria en el Hotel Santa Catalina de la capital, lugar en el que hay algunas obras de artistas como Jesús Arencibia, Eduardo Gregorio, Plácido Fleitas o Gonzalo Santana, todos ellos nombres que se formaron bebiendo de las raíces de esta institución referente del arte en Canarias.

El también escultor dividió la charla en tres partes: una primera en la que repasa la historia de la escuela durante el siglo XX y reivindica sus artistas más importantes, otra en la que se aproxima a su labor durante las últimas dos décadas a través de artículos de prensa -la mayoría de este periódico-, y una última en la que destacó los 12 talleres que ofrecen en la actualidad.

El árbol nace

La Escuela Luján Pérez comenzó su andadura un 8 de enero de 1918 con Domingo Doreste como mentor y con profesores como los pintores Nicolás Massieu y Juan Carló o el arquitecto Enrique García Cañas. Carló fue el primer director de la institución hasta su fallecimiento en 1927.

Por otro lado, la elección del nombre del escultor del siglo XVIII José Miguel Luján Pérez para la escuela «no fue casual», en palabras de Hernández. «Fue una nominación consciente, buscada, seleccionada y altamente significativa», puntualiza. «Luján Pérez fue ante todo un artista imaginero que decoró con sus magistrales vírgenes, cristos, santos, pasos procesionales, tabernáculos o retablos, desde la Catedral de Canarias a muchas Iglesias y Ermitas que conforman el Patrimonio de nuestra región», añade.

Por las distintas sedes que ha tenido esta institución a lo largo de los años han pasado nombres como los ya mencionados Plácido Fleitas o Jesús Arencibia, Felo Monzón, Jorge Oramas, Santiago Santana, Rafaely, Juan Betancor, Lola Massieu, Jane Millares o Pino Ojeda, artistas que poco a poco fueron conformando los fundamentos de la escuela.

Compromiso con el entorno

Entre sus principios, tal y como indicó Hernández, están el compromiso con el entorno -«sea natural o social, cultural o político», la dignificación del trabajo artístico o la autonomía personal que lleva al artista a forjar «su propio lenguaje plástico donde arte, técnica, sentimiento, carácter, racionalidad, proporción, materiales y acabado de sus obras llevan un sello personal».

Estos valores se mantienen hasta el día de hoy y permean en los talleres que se imparten en la Luján Pérez. «Esto no es una academia, es una escuela de arte libre. Hay que respetar a cada alumno. En las clases se les dan las herramientas de trabajo para que desarrollen la obra. Se trata de que cada uno busque su integridad y su identidad como artista», destacó el escultor a la vez que resaltó que la institución se adecúa «al momento en el que vivimos».

Por ello, entre los talleres actuales, hay formaciones de cerámica, grabado, serigrafía, fotografía, acuarela o escultura, impartidas en diversas horas de la semana a lo largo del año escolar. También hay un taller específico para los más pequeños, que encuentran en la escuela un remanso en el que poner sus manos a funcionar alejadas de los móviles y videoconsolas. «Sus padres tienen la tranquilidad de que mientras están aquí, no están con el móvil. El arte también tiene esa parte de socializar», apunta Hernández. «La Escuela está enfocada desde que se fundó para la gente obrera, la gente trabajadora. Por eso tenemos el horario de tarde», añadió con relación a los cursos, cuyo precio, en esta línea descrita por el escultor, oscila entre los 20 y 30 euros al mes. Para que el arte sea accesible para todo el mundo.

Además de formar a futuros talentos -«es difícil sacar un artista, un artista se saca con los años», en palabras del director de la Luján Pérez-, la institución también se centra en «formar a gente que vaya a ver exposiciones»: «Si se crean museos y no va la gente a las exposiciones, ¿de qué vale», plantea Hernández. Por todo ello, la Escuela Luján Pérez tiene, como el título de la ponencia indica, un compromiso con la cultura de Canarias, ya que además de ofrecer formación con sus 16 profesores a cerca de 300 alumnos, lleva las exposiciones allí donde está la gente. Todo ello gracias a la labor «casi voluntaria» que realizan sus integrantes, entre los que se encuentra Hernández. Por amor al arte. Nunca mejor dicho.

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