La revista ficticia que narra Canarias al estilo The New Yorker
Con 73 ilustraciones publicadas por creadores residentes en el Archipiélago, el proyecto colectivo The Canarian visibiliza a través de su cuenta en Instagram (@the.canarian) asuntos de debate social como el turismo, los desastres naturales, la gentrificación de los barrios o la protección del patrimonio cultural

'El barrio de Guanarteme' de The Canarian / Irene Polinelli
Los tiempos impuestos por las rotativas creativas imprimen a un ritmo pausado. Una ilustración por semana en Instagram. Los lectores, más de cuatro mil usuarios del tejido social canario, reciben en el buzón de su timeline la revista ficticia The Canarian (@the.canarian). Directa, filtrada y repartida indiscriminadamente por un algoritmo de corsés opacos y a veces injusto con la ilustración.
La portada del día muestra por definición la ilustración de algún creador residente en el Archipiélago. Aquí cabe el 'cholaso' a un político trajeado o el señalamiento a la república bananera en la que todos quieren robar un plátano del racimo. "¡Un 'cholaso' a tiempo nunca está de más!", suelta la ilustradora grancanaria Delioma Herquin. El humor gráfico es su medio de expresión para evidenciar que “esto está pasando” y que el ‘cholaso’ graba en la cara de este político estereotípico el lema “Canarias se agota”.

'Canarias se agota' de The Canarian / Delioma Herquin
Scrollear cuesta abajo y sin frenos por el mosaico del perfil de The Canarian, como quien hojea un periódico de bar olvidado en la mesa. Abrir la caja de comentarios y oscilar entre el orgullo regional, la ironía resignada y los aplausos virtuales al ilustrador de esta semana: "Iba a ver a mis abuelos a Las Palmas de Gran Canaria y me encantaba que me llevaran a esa plaza a subirme a los perros y darle de comer a las palomas", evoca un lector sobre su infancia en la plaza Santa Ana que pinta el artista canario Daniel Rodríguez Báez.
Memes sobre política y diputados, análisis profundos disfrazados de cachondeo, gastronomía, fauna endémica y una obsesión colectiva por saber si la guagua editorial llegará a tiempo esta semana o se quedará varada en la rotonda. El proyecto colectivo The Canarian suma 73 ilustraciones publicadas, tras más de dos años en activo bajo la dirección del diseñador gráfico afincado en Fuerteventura Dario Genuardi.
The Canarian, ese periódico online que no existe, pero que se sigue por redes sociales como si fuera real. El producto cultural que vuela por los timelines mostrando la cara menos amable de la insularidad. Una crónica digital que alcanza cuestiones de la cotidianeidad y la vida local que no da tiempo a plasmar en las apretadas agendas de actualidad de los medios tradicionales. Cuenta Genuardi que los primeros pasos del falso magacín fueron los más difíciles: "Muchos ilustradores tienen miedo al principio de colaborar en un proyecto colectivo".
La primera edición se inauguró de la mano de la diseñadora majorera Erika Castilla, que dedicó su portada a La Palma con motivo de la erupción volcánica acontecida en 2021. "Cuando creé The Canarian fue para encontrar gente que hacía mi mismo trabajo de arte digital. Lo que pasa es que en Fuerteventura no hay muchos lugares para congregarse libremente", argumenta sobre el proyecto.
Una plataforma virtual de encuentro que sirve de escaparate para que cada artista adquiera visibilidad, sin importar el número de followers que se tenga de base.
Tienda física
Aunque en algunos momentos la iniciativa ha traspasado la pantalla para compartir las láminas de manera tangible. Los artistas digitales cobran un porcentaje relativo a la venta de láminas en tiendas físicas. "La falsa revista es un formato. El objetivo era crear una comunidad. Una vez conseguida la marca hay que ir a los espacios físicos", comenta Genuardi.

Exposición The Canarian en Fuerteventura / lp/dlp
Para el futuro ya visualiza una agencia creativa, o el impartir talleres de pintura y animación. De momento, se apoyan en realidades existentes y consolidadas, como la Casa de la Cultura de Puerto del Rosario.
Editoriales ficticias, titulares parecidos a los de algún día raro de algún periodista y portadas que alternan la sátira más ácida con los homenajes a una identidad canaria tan mutable como sus múltiples microclimas. Los colaboradores no solo se ríen de los absurdos de la actualidad local, sino que también iluminan las grietas de una identidad insular construida desde el orgullo.
Precisamente, la intención del fundador de The Canarian era crear un espacio de debate y mantener la cuenta como un mural en blanco donde los ilustradores pudieran expresarse libremente. "Nos interesa muchísimo llegar tanto a los artistas autóctonos canarios como a otras realidades como pueden ser los turistas o los nuevos residentes del Archipiélago. La idea es que los que no han nacido aquí se interesen por la cultura isleña al igual que los locales", asegura.
Más allá del ideal de sol y playa, con fórmulas que apuesten por los productos culturales, el director de The Canarian hace hincapié en la disociación de los visitantes con la cultura canaria. "Muchos no saben lo que comen", tampoco conocen "la historia" ni exploran "sus personajes más conocidos". "Siento que hay dos mundos aquí en Fuerteventura: primero el de los locales, otro para los turistas y en el medio están los residentes que no han nacido aquí", esclarece.
Habla en primera persona cuando se refiere a los habitantes internacionales afincados en las Islas Canarias. Genuardi llegó al Archipiélago hace más de una década "como muchos visitantes". Tardó tres años en empezar a integrarse y conocer la cultura. Al principio, se dedicó a trabajar como freelance en remoto desde Fuerteventura con marcas de Roma, desde donde emigró.
Pero desempeñarse a distancia se le hacía extraño, así que comenzó a tocar la puerta de negocios locales para proponerles un cambio de look a la identidad visual, con reelaboraciones del logotipo o el menú. Genuardi recuerda con cariño cómo fue aquel proceso: "En lugar de estar en un sitio trabajando para el otro lado del mundo, me dediqué a salir más a la calle y conocer los sitios. Fue bonito".
El aprender sobre la cultura lo entiende como un proceso de implicación activa. "Me gustaría que el acceso a la cultura fuera más sencillo", asegura. La isla majorera la contempla como un mundo antagónico de la metropoli de Palermo. Todavía hay ocasiones en las que se sorprende por el hecho de que un camarero le reconozca por ir varias veces en semana a la misma cafetería, o conservar una relación cordial con panaderos, baristas y vecinos.
Para la confección de cada número de la revista, se zambulle en los eventos que se organizan por todo el Archipiélago, como La Noche en Blanco de La Laguna o los espacios de coworking de Las Palmas de Gran Canaria, puntos de encuentro entre ilustradores como Cool Beans o Talleres Palermo. Otras veces, conoce la existencia de ilustradores de Canarias a a más de mil pies de altura cuando lee las revistas de Binter. Después de ocho años siendo residente canario, Genuardi se preguntó cómo podía contribuir a la cultura contemporánea de las Islas, y ahora The Canarian es solo una excusa para seguir "descubriendo cosas nuevas, como la existencia de la pardela".
Imitación a The New Yorker
La proliferación de revistas digitales ilustradas con formatos similares a The New Yorker inspira una red de publicaciones independientes que adaptan este concepto a diferentes ciudades y culturas. Una cuestión que se extiende a los nombres propios de las iniciativas: The Barcelonian, The Madrileñer, The Cartagenerian, apelativos geográficos de una familia que crece en España, inspirada por la matriz de The New Yorker.
Como si cada ciudad quisiera su propio espejo en papel o en píxeles: un reflejo que ironiza sus obsesiones, sus defectos, su carácter. A través de sus portadas ilustradas, estas revistas reinventan el costumbrismo contemporáneo, hilvanando las identidades urbanas. "The Barcelonian está pendiente de lo que se publica en The Canarian. Si publico un artista de El Hierro, este puede tener visibilidad en Seul, Sydney, Varsobia...", explica Genuardi.
En Barcelona, The Barcelonian captura la mezcla de tradición y modernidad. Desde los turistas que desfilan por las Ramblas como en una pasarela infinita hasta el eterno drama del tráfico en la Diagonal, el humor se filtra en cada línea. Madrid tiene su contrapeso con The Madrileñer, donde la caña de cerveza en una terraza, el ruido de los semáforos, y hasta las disputas sobre si Lavapiés o Malasaña es más "auténtico" se convierten en pequeños relatos visuales. Más al sur, The Cartagenerian reinterpreta el Mediterráneo, sus barcos, sus fiestas de Carthagineses y Romanos, con un aire que mezcla la nostalgia y la sátira.
Y más allá de las fronteras isleñas, la idea se magnifica. The Parisianer lleva el romance y la arrogancia parisina al terreno gráfico, mostrando cómo una baguette puede ser el centro de un debate existencial. En Tokio, The Tokyoiter rinde homenaje al bullicio del cruce de Shibuya o la calma de un jardín zen, poniendo a prueba la paciencia de los artistas que intentan capturar su complejidad.
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