Una coalición de carismas

China Miéville, autor de novela fantástica ‘weird’, ha completado el universo de la serie de cómics ‘BRZRKR’ creada por Keanu Reeves

El protagonista, tal como aparece en la serie de cómics ‘BRZRKR’.

El protagonista, tal como aparece en la serie de cómics ‘BRZRKR’. / LP/DLP

Ernest Alós

Defina transmedia: Keanu Reeves, la estrella de Hollywood que amasa millones sin dejar de ser tu primera opción como actor con el que querrías tomar una cerveza y hablar de cosas, es también el creador de una serie de cómics, BRZRKR, en la que consta como guionista junto con Matt Kindy y Ron Garney, y Bill Crabtree como dibujante y colorista. El protagonista, B., o Unute, es un personaje inmortal, que se reconstruye o renace desde hace 80.000 años sea cual sea el daño que se le inflija y que actualmente trabaja para una agencia del Gobierno de EEUU, tras haber sido guerrero, dios o vagabundo a lo largo de los milenios. Y ese trabajo es mutilar, aplastar, desgarrar, morder y eviscerar personas con sus manos desnudas cuando entra en trance con un fulgor azul en sus ojos y derroche de tinta roja en la imprenta.

En el cómic, su apariencia es llamativamente similar a la del propio Reeves, lo que hacía previsible desde el primer día que llegaría a las pantallas con él mismo como protagonista. Pero no aún: resultaría confuso tener dos producciones ultraviolentas superponiéndose con Reeves interpretando a un asesino implacable como John Wick en la pantalla grande y a B. en la pequeña de Netflix. Entre cómic y serie llega, mientras tanto, la novela: El libro de otro lugar. Firmada a cuatro manos por el escritor de novela fantástica weird China Miéville y el propio Keanu Reeves, aunque de tratarse de una serie seguramente el primero hubiese sido acreditado como director y/o guionista y el segundo, como creador y/o director ejecutivo. En la ruta promocional del libro (que incluye numerosos vídeos mano a mano) han reconocido que la escritura ha corrido a cargo íntegramente de Miéville, aunque las conversaciones y consultas sobre cómo enfocar la historia entre ambos han sido constantes. (Para rematar lo transmedia: Reeves ha apuntado cuál sería la banda sonora ideal de la novela, una elección que define bastante, por cierto, su tono: Éric Satie, John Coltrane, Massive Attack y Radiohead).

Otra celebrity posiblemente hubiese firmado a solas, o con el nombre de su negro literario rebajado al nivel de «con la colaboración de» en un cuerpo tipográfico disminuido. Pero ni el carisma de tipo normal pero reflexivo y antidivo de Reeves cuadraría con ello, ni la poderosa personalidad de China Miéville, no menos carismática, encajaría con ese papel secundario. El autor de la trilogía Bas-lag, de Embassytown o La ciudad y la ciudad llevaba sin publicar una novela desde 2016 (Los últimos días de Nueva París; para situarse, en el París ocupado, el surrealismo como arma que convierte las pesadillas en realidades, la bomba S). Tras haber dejado la política activa (fue candidato del partido de extrema izquierda de Vanessa Redgrave) parecía más centrado en los últimos años, para decepción de los seguidores que no perdió tras una denuncia de abusos que no se concretó, en su faceta como académico en el campo de las relaciones internacionales y la teoría política de raíz marxista (en 2017 celebró el aniversario de la Revolución de Octubre con un libro en el que la enfocaba desde el prisma trotskista).

No nos confundamos. Si en sus novelas el Miéville político se transparentaba (La ciudad y la ciudad funciona como perfecta metáfora de cualquier sociedad escindida en realidades que se ignoran mutuamente), aquí Miéville no ha puesto ni un gramo de activismo. Sí de su barroca narrativa new weird, con pasajes casi oníricos, pero aquí alternados con descripciones sincopadas de carnicerías salvajemente gore y diálogos a un paso del guion cinematográfico.

Sólidos cimientos

Quizá los capítulos más satisfactorios son aquellos en que los flashbacks llevan al personaje a algunos de sus sucesivos avatares, desde tiempos indefinidamente prehistóricos a la guerra de los 30 años, una Varsovia bombardeada durante la Primera Guerra Mundial o sesiones de psicoanálisis con el mismísimo Freud. Aquí, Miéville se esfuerza, y alcanza razonablemente su objetivo, en poner unos cimientos sólidos a la mitología de B. Un ser creado por la intervención quizá divina de un rayo que lo convierte en encarnación de la Muerte, con una némesis que lo persigue a lo largo de los milenios, sectas de seguidores de ambos que se suceden y un ser con el mismo origen: una babirusa (una variedad de cerdo indonesio particularmente fea y agresiva, con colmillos retorcidos que deben ser limados porque de seguir creciendo circularmente podrían perforar el cráneo del propio animal) que lo rastrea incansablemente con ansia homicida.

Una última observación sobre las traducciones. El libro, publicado por una editorial con sedes en México y Barcelona y con una distribución prevista a ambos lados del charco, salió de imprenta en castellano en agosto, aunque los ejemplares no debían llegar a librerías hasta noviembre. La versión en catalán, en cambio, fue impresa en octubre. Dos meses más para traducir y corregir son un mundo. Solo la premura puede explicar el contraste entre el resultado del trabajo de tres traductores igualmente reconocidos en el sector de la narrativa fantástica, Pilar Ramírez y Manuel de los Reyes, por un lado, y Marta Armengol, que ya descolló con la reciente traducción de la biografía de Terry Pratchett, por el otro. Salvo que esté dispuesto a saltar de puntillas sobre pasajes descarriados, con fragmentos confusos o alguna frase directamente incomprensible, el lector que esté en disposición de elegir entre las dos traducciones disponibles en las librerías españolas, al castellano y al catalán, haría bien en considerar la segunda.

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