Música

Sala Faro, el «rinconcito íntimo» de música propia y experimentación que ilumina El Sebadal

La asociación cultural para la promoción artística presenta la semana que viene el Deriva JazzFest con conciertos, talleres y clases magistrales

La sala ofrece una programación casi diaria en la que abundan las jam sessions y otras actividades que promueven la música en directo de artistas emergentes

Un concierto en el espacio de Sala Faro.

Un concierto en el espacio de Sala Faro. / Gian Marco Bonetto

Martina Andrés

Martina Andrés

Las Palmas de Gran Canaria

Sala Faro es un sitio lleno de alfombras, cuadritos e instrumentos que arropa a esa «gente que se sube al escenario con la voz medio temblorosa». Así lo explica el músico y fundador del espacio, Nelson Saavedra. A su lado, Inoa Segura, también fundadora de este pequeño templo para la música en directo que se alza en El Sebadal arropado por cortinas rojas, coincide con él: «Queremos aquí a esos artistas que están tocando en su casa, que están callaos', y que nadie sabe que están haciendo música».

Esta es la filosofía de la asociación cultural para la promoción artística que abrió sus puertas el pasado 9 de agosto y que, desde entonces, lleva aportando su grano de arena a la programación cultural de Las Palmas de Gran Canaria. Después del éxito de su inauguración -tras la que pueden presumir de que por sus tablas han pasado músicos como Jorge Drexler-, la luz de su faro se ha ido haciendo cada vez más intensa, gracias a un público fiel que esta pareja ha conseguido consolidar después de muchos meses de duro trabajo.

Hoy, Sala Faro ofrece, a través de su cuenta de Instagram, una programación casi diaria en la que abundan los conciertos, las jam sessions, los talleres relacionados con disciplinas artísticas, las sesiones de Djs y distintas propuestas que tanto Saavedra como Segura van ideando para ofrecer al público algo diferente y fresco, como sesiones de cine, tardes de juegos de mesa o micros abiertos de poesía.

La semana que viene irán más allá: entre los días 22 y 26 de enero tendrá lugar la primera edición del Deriva JazzFest, un encuentro que abraza este género musical, más minoritario, al que ambos quieren dar difusión y protagonismo a través de masterclass, talleres y conciertos de músicos casi en su totalidad canarios. Un impulso para el talento local que se deja llevar por el groove y la improvisación.

Así, entre las clases magistrales se encuentran la de Ancor Miranda titulada El lado melódico del tambor, la de Armonía fluida. Técnicas de acorde para una música conectada del pianista Luis Sánchez o la clase de impro dirigida que dará el propio Saavedra. El resto de la programación se puede encontrar al completo en las redes sociales de Sala Faro. «Creemos que hay mucho público canario aquí al que le gusta el jazz pero que todavía no nos conoce», expresa Segura, reafirmando su apuesta por este festival con el que esperan dar a conocer el espacio a nuevos nichos de gente.

La primera chispa

Nelson e Inoa se casaron y se fueron a Perú sin billete de vuelta. Su objetivo allí era empezar de cero, crear un espacio cultural alternativo bajo la lluvia y la tormenta de la ciudad de Cuzco que, con su altura, los dejaba asfixiados. Pero los recuerdos de su tierra y de su gente eran recurrentes, el calor de la isla y de los brazos de sus amigos y familiares eran imposibles de olvidar. Así que a los dos meses volvieron, con la firme certeza de que era aquí en Gran Canaria donde debían arrancar su proyecto soñado.

Ya en Perú empezaron a buscar locales por El Sebadal. Se encariñaron con uno que tenía terraza, pero después de entregar todos los papeles necesarios para alquilarlo, su dueño se echó para atrás. La desmotivación se apoderó de ellos hasta que un hada madrina llamó a su puerta: el pianista Cristóbal Montesdeoca. «Es nuestro padrino», dice Saavedra, apurando el café en una de las mesas que decoran la sala. «Nos motivó mucho, fue una ayuda moral imprescindible. Nos sacó del hoyo», recuerda Segura.

Y después de elegir el espacio y dedicar tres semanas a decorar el local -en el que al principio solo había una silla marrón para aguantar la puerta de la entrada-, la luz del faro comenzó a girar. «Lo hicimos todo, el escenario con sus palés, las tablas, los paneles de insonorización que están en las paredes...», recuerdan ambos, que agradecen de corazón la labor de todos esos amigos que no dudaron en echar una mano para que su sueño sea hoy una realidad.

El artista en el centro

Tras haber trabajado durante años en el sector y en la escena musical de la Isla, lo que más claro tienen Segura y Saavedra es cómo no quieren hacer las cosas. Por ello, ponen al artista en el centro, priorizando los pagos tras los conciertos y su comodidad. La mayor parte del importe de las entradas -que no suelen superar los 8 o 10 euros- va a parar a los músicos. El resto se utiliza para asumir los gastos del espacio, pagar la luz, pagar al técnico. «Priorizamos que el artista se vaya contento, que no se vaya con las manos vacías», reivindica Segura, a lo que añade que ambos quieren «poner en valor a la gente valiente que experimenta y escribe sus letras. Eso es vulnerabilizarse y abrirse».

«Para nosotros es muy importante reservar este pequeño espacio para la gente que hace su música propia, que está más comprometida. Para los compositores y para los improvisadores también. Que no sean cosas que ya se han escuchado», completa Saavedra, haciendo alusión a cómo otras propuestas como los grupos de versiones lo tienen más fácil al tener el respaldo de instituciones públicas como el ayuntamiento de la ciudad. «Saben que es lo que vende», sentencian ambos.

Por otro lado, desde Sala Faro tampoco se olvidan de cuidar al público, a quienes buscan dejar claro que no quieren que el dinero sea un motivo que les impida disfrutar de la programación que ofrecen. «No queremos que la gente deje de venir por las perras», expresa Saavedra. «Si alguien acaba de pagar el alquiler, la vacuna del perro y tiene 20 euros en la cuenta, que nos lo diga y no hay problema», añade. «Nosotros también hemos estado en esas», completa Segura con una sonrisa.

Además de ser un refugio para artistas valientes, esta pareja emprendedora también quiere ofrecer el espacio para que quién lo necesite pueda alquilarlo para reuniones privadas, celebraciones o rodajes. «Bautizos, bodas, comuniones», bromean.

La mañana termina de despuntar en El Sebadal. La sala parece más grande de lo habitual con la presencia de los rayos de sol iluminando los libros y discos que descansan sobre las estanterías, el piano y el contrabajo que están sobre el escenario. Por la noche el lugar se transformará: llegarán los músicos, las luces tenues, la atmósfera perfecta para arropar la valentía y el temblor.

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