CRÍTICA

Puccini ante sus orígenes

Lorenzo Passerini tenía un instrumento valioso en la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, conjuntada y empastada, para dar realce desde el foso a la rica orquestación de Tabarro llena de colores y tan bien escrita en su unidad dramática

El tenor Jonathan Tetelman y la soprano Carmen Giannattasio durante sus interpretaciones en el Teatro Pérez Galdós.

El tenor Jonathan Tetelman y la soprano Carmen Giannattasio durante sus interpretaciones en el Teatro Pérez Galdós. / NACHO GONZÁLEZ ORAMAS / ORQUESTA FILARMÓNICA DE GRAN CANARIA

Fierabrás

Amigos Canarios de la Ópera (ACO) abría temporada con un programa infrecuente por redimir del olvido a la primera ópera que escribió Puccini, Le Villi, de marcada estética naturalista frente a su mejor obra verista, Il Tabarro. Esta última genial por un libreto que condensa acción y personajes muy potentes en un ambiente asfixiante con extraordinaria partitura, la del estreno, menos interesante en el sujeto dramático supone la semilla de un lenguaje que el compositor de Lucca desarrollará con éxito en su obra posterior.

Daniele Piscopo como director de escena y escenógrafo individualizó ambas en una estética neorrealista para Tabarro y prerrafaelita, muy fiel al libreto, con Le Villi. Firmó decorados limpios y visualmente atractivos, pero adoleció de una necesaria dirección teatral en Tabarro y promocionando el estatismo, ya implícito, de Le Villi. Correcto vestuario de Claudio Martín y plano diseño de luces de Grace Morales.

Lorenzo Passerini tenía un instrumento valioso en la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, conjuntada y empastada, para dar realce desde el foso a la rica orquestación de Tabarro llena de colores y tan bien escrita en su unidad dramática. Dirigió con buen pulso, concertó con naturalidad y reflejó con acierto la atmósfera ominosa que recorre la primera ópera pero en Le Villi prefirió el efecto – el exceso – más que el matiz y un trabajo de mayor calado sinfónico sobre una muy predispuesta orquesta.

La soprano Carmen Giannattasio estuvo extraordinaria en sus dos difíciles roles. La voz es atractiva y homogénea en toda la tesitura con límpida proyección y acertado fraseo. En Se come voi piccina estuvo sobresaliente y solventó el escollo del do agudo en nostalgia de Tabarro sin alterar una línea certera siempre delineada en la palabra. No le fue a la zaga Jonathan Tetelman, uno de los tenores del momento, que lució bella voz y seguridad en el registro agudo – ahí es nada – aunque presiona en demasía este registro y esto produce un audible trémolo en el centro de su voz. Siendo artista franco tiene tendencia a centrarse en cómo llegar a las notas, más que en la interpretación de las mismas. Bisó Torna ai felici dì en la ya moda de cargarnos espíritu teatral de las obras. Sorteó como pudo la repetición cansándose injustificablemente de cara al final de la ópera.

Dario Solari mostró una voz insuficiente de volumen y avara en el agudo en Tabarro, más lírico en la segunda, lució mejor – no su horrible postizo -, aún con un instrumento no especialmente atractivo de color y brillo. Buen equipo de comprimarios encabezado por la mezzo Alessandra della Croce y un Francisco Navarro con su refulgente voz de tenor resonante aún.

El Coro – desigualdades aparte – empezó brillante en Le Villi y luego mostró problemas de empaste y emisión al dividirlo en los proscenios, con una afinación comprometida en los internos femeninos. Esperaba más de la coreografía del Ballet Natalia Medina después del acertado concepto de Aida. Irreprochable en la ejecución, el diseño ha sido mucho más convencional esta vez. Hubiera sido más hermoso escuchar la atractiva declamación del narrador sin microfonía. Éxito de público en general, para toda la compañía en esta apertura de telón de la temporada de ópera.

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