CRÍTICA

Turbadora música sacra

Concierto ‘Bach (Pergolesi) Vivaldi -Stabat Mater’ en el International Bach Festival. |

Concierto ‘Bach (Pergolesi) Vivaldi -Stabat Mater’ en el International Bach Festival. | / NACHO GONZÁLEZ ORAMAS

Fierabrás

Dee manera insólita IBF (International Bach Festival) cerraba su ciclo de Semana Santa el miércoles santo sin la tradicional Pasión que realzaba el Festival. No parece que por medios y citas convocadas el IBF esté atravesando un buen momento, en el que el intercambio con los músicos de la Concertgebouw ha quedado reducido a la presencia de Michael Gieler, uno de los ideólogos y padre de esta hermosa idea que ya convoca a un número importante de público en torno a una figura – Bach - que ha desaparecido de las programaciones habituales para formar parte de los ciclos o formaciones especializadas en música barroca.

Lo más interesante del concierto venía de la programación de músicas de turbadora belleza, incluso en la fórmula de parodia – hoy una palabra con significado peyorativo – que Johann Sebastian Bach usa para dar un nuevo significado al Stabat Mater de Pergolesi, que transforma el llanto en redención en la que fue una de sus últimas obras.

El cambio, fundamental, del texto también cambia el colorido napolitano original en una paleta de claroscuros con algunas reelaboraciones en la parte de viola y un texto más silábico. Michael Gieler dirigió, como es habitual en él, con pasión y también con desorden. Algunos desajustes no deslucieron la pulcra labor de la Orquesta IBF que quizá debió enfrentar violines primeros y segundos en la colocación, así como un clave inaudible. Lo cierto es que la interpretación fue muy extravertida, en poca consonancia con su texto, lleno de culpa y arrepentimiento, de sonido poco lacerante y con poco contraste dada la oportunidad que Bach daba para este fin.

Los solistas, Ana Marqués y Maximiliano Danta, empastaban bien en sus números conjuntos, muy bello Wer wird seine Schuld. La joven soprano tiene una bella voz de luminoso agudo, no tanto en el centro, donde se la escuchó envarada, con hermosos momentos en Sieh, du willst die Wahrheit habe. Danta es un contratenor de medios modestos que usa de manera inteligente, luciendo un centro cálido y redondo pero irregular en el grave y limitada proyección en el agudo. Muy estilista en lo expresivo pero poco variado en la articulación, no destacó en el extraordinario Stabat Mater de Vivaldi - ¡qué hermosa música! - así como Gieler y la orquesta, lastrado por esperas eternas entre las secciones que rompieron la particular unidad de la obra.

Danta cantó muy bien el Eja mater, momento de sobrecogedor misticismo, pero en general su limitado volumen fue arrostrado por un órgano mandón y un conjunto instrumental de sonido poco dúctil.

La Suite n.º 2 BWV 1067 de Bach, sin director, sonó contenida, apagada y prudente, comandada por el solista de flauta de la Nacional, Álvaro Octavio, que brilló en la Polonaise y la Badinerie con un bien entendido virtuosismo, con atractivas variaciones y sonido homogéneo.

Incomprensible la pobreza del programa de mano (vía QR) de información poco útil, sin el desglosado de las partes de casi todo el programa, sin textos y ni siquiera la biografía del solista de flauta.

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