Cine | Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria
La posesión fílmica de David Lynch en el genio de la cámara Frederick Elmes en el Festival de Cine de Las Palmas
El director de fotografía Frederick Elmes, mano derecha de Lynch en películas como ‘Terciopelo azul’, visita el Festival de Cine para participar en el ciclo ‘Lynch camina conmigo’

La Provincia
La 24ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria se somete a los embrujos oscuros del maestro David Lynch, de manifiesto en su programa y en el diseño de su cartel escarlata como guiño a Corazón salvaje y Twin Peaks: fuego camina conmigo.
La «posesión» fílmica del realizador de Missolua, uno de los más influyentes del séptimo arte de la segunda mitad del siglo XX y la primera del XXI, proyecta el aquelarre del ciclo Camina conmigo, que arrancó ayer en la primera jornada de festival con la exhibición de Cabeza borradora (1977). En el largometraje pesadillesco se registran los tentáculos ‘lynchianos’ y sus ramificaciones en el lenguaje de Frederick Elmes (1946, Nueva Jersey, EE.UU), director de fotografía del filme.

David Lynch, en una imagen de archivo. / EP
El señor Elmes
Ante el resto de los mortales, aparece el señor Elmes, uno de los mayores reclamos que el certamen ha presentado in extremis, apenas cinco días antes del certamen. Cruza trajeado la terraza del Auditorio Alfredo Kraus el artificiero del demencial estilo Lynch, responsable del núcleo duro de su filmografía, un profesional que impregnan de sentido a los encuadres de la cámara.
De Estados Unidos aterriza con su Leica digital para inmortalizar el «beautiful building» que le supone la arquitectura al pie de la playa de Las Canteras. El cineasta entiende la plasticidad de la misma forma que Lynch, como un artista contemporáneo que concebía el cine como «un cuadro en movimiento», filosofía que les unió cuando tan solo eran estudiantes del Instituto Estadounidense del Cine (AFI), en California.
Si Lynch es la mano izquierda del cine contemporáneo, Elmes es la derecha. Productor de sombras, escultor de claroscuros, su filmografía incluye joyas como Cabeza borradora (1977), Terciopelo azul (1986) y Corazón salvaje (1990), piezas clave que definieron el «look Lynch».
Antes de aliarse con Lynch, Elmes aprendió el oficio junto a John Cassavetes, padre del cine independiente estadounidense, en películas como Noche de estreno (1977).

Fredick Elmes, director de fotografía de David Lynch, en el Festival de Cine de Las Palmas / Quique Curbelo
Un americano que piensa dos veces en la mente su respuesta antes de conjurarla en voz alta, como demostró ayer en la rueda de prensa junto al director del festival, Luis Miranda, y el crítico de cine de la editorial Prensa Ibérica, Quim Casas.
En total, más de 70 títulos en seis décadas, aspirante a estatua de sal por su respeto al decorado («¡No toques nada!» era el grito de guerra en set, según glosa Elmes: «Yo moví algo en la mesa para hacer la composición más perfecta para mí. Y David me miró y me dijo: ‘Ya sabes, nosotros no movemos cosas en el set. Aquí es donde debe estar’».

Fredick Elmes, director de fotografía de David Lynch, en el Festival de Cine de Las Palmas / Quique Curbelo
La biblia de Lynch
Mención honorífica a la clase magistral de Quim Casas, artífice en España de la biblia de Lynch, publicada en 2007. «Si me preguntan por mis diez directores favoritos, tres son Lynch, Jim Jarmusch y Cassavetes», confesó.
El crítico tiró del anecdotario propio de un privilegiado con amplia experiencia en el oficio y relató aquella entrevista de Sitges en 1986, interrumpida por un niño con pelota que cambió el rumbo de la charla—prueba de que el cine, como la vida, se escribe con interrupciones surrealistas.
Porque si Lynch es el brujo de las pesadillas, Elmes es el colorista de sombras. Juntos aprendieron en el AFI que la plasticidad del cine no nace del guion, sino de la luz y el movimiento. «David hablaba del mood —el «sentimiento», en ingles—, pero me dejaba libertad para llegar hasta ahí y crear una imagen con la que él estuviera satisfecho. A veces discrepábamos, pero nuestra visión coincidía bastante», señaló el cineasta.
Elmes se curtió con John Cassavetes en Noche de estreno (1977), casi en paralelo a la grabación de Cabeza borradora (1977). De Cassavetes aprendió que un plano ligeramente borroso podía capturar la verdad emocional con más fuerza que la nitidez quirúrgica, mientras la interpretación de los actores rozara la excelencia. Esa dualidad entre el control extremo de Lynch y la libertad gestual de Cassavetes formó su ADN como maestro de la cámara en los set lynchianos.

De izqda a dcha, Quim Casas, Fredick Elmes, director de fotografía de David Lynch, y el director del Festival de Cine de Las Palmas, Luis Miranda / Quique Curbelo
Lynch expandía su experiencia a la música, la pintura, la fotografía y hasta el diseño de muebles; su cine es un compendio de lenguajes artísticos. Elmes captó ese espíritu renacentista: su método híbrido incorpora filtros difusores, focos LED móviles y composiciones estáticas que luego cobran vida con un desplazamiento o travelling de cámara.
«Las películas de Lynch son muy particulares, tienen un estilo muy especial. No son para todos los públicos, y algunas son más accesibles que otras». Aunque existen ejemplos en los que Lynch juega con arquetipos más sencillos, como El hombre elefante. «Es brillante, por supuesto, pero si se fijan bien tiene una estructura más tradicional. Sin embargo, en otras, esto no es así: en este último grupo están, precisamente, las que hicieron que yo me sintiera atraído hacia él desde el punto de vista artístico».
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