Bajo el mismo techo: los claroscuros de compartir piso
La subida del alquiler empuja a la convivencia, pero cada vez más jóvenes descubren en ella una forma genuina de conectar y combatir la soledad en Las Palmas de Gran Canaria. La mocedad isleña comparte las luces y las sombras de sembrar un hogar compartido entre amigos en tiempos en los que el individualismo parece estar de moda

Jóvenes en una habitación de piso compartido. / LP / DLP
En Las Palmas de Gran Canaria, donde el precio del alquiler sube tan rápido como las olas rompen en la orilla de Las Canteras, compartir piso ha dejado de ser solo una medida de emergencia. Para muchos jóvenes, es también una decisión de vida, una forma de construir hogar lejos de casa, de tejer lazos en tiempos de vínculos frágiles.
En esta ciudad marcada por la vida cerca del mar y la dureza del mercado inmobiliario, compartir piso no solo aligera el bolsillo: también alivia la soledad en tiempos en los que el individualismo y la desconexión parecen estar de moda. Por ello, convivir se transforma en un acto de calidez y comunidad. Lo que empezó como una solución práctica se ha convertido, para muchos, en una elección vital: una forma de vivir acompañados, de ganar libertad sin perder cercanía, de hacer del salón compartido un refugio común. En nuestra ciudad, compartir también es resistir.
Una opción para estar acompañado
De Valencia y Mallorca a Gran Canaria, cruzando kilómetros de mar y memoria, Julio Gorjón y Pau Coll han hecho del piso compartido mucho más que un simple lugar donde dormir. «Poder compartir algo como tu hogar con un amigo es algo muy bonito. En los momentos difíciles siempre hay alguien ahí, y los buenos momentos se comparten», cuenta Julio. Mientras que en la cocina se apaga el rumor de una cafetera, se enciende la complicidad de una charla nocturna. Para él, convivir es construir refugio: largas conversaciones, cenas improvisadas, series que se vuelven ritual y desayunos que se alargan cuando llegan las visitas. El hogar, así, se transforma en un espacio compartido, tejido de confianza y pequeñas rutinas.
«Poder compartir algo como tu hogar con un amigo es algo muy bonito. En los momentos difíciles siempre hay alguien ahí, y los buenos momentos se comparten».
Carmen Vila, por su parte, vive con Carmen Zurera y comparte esa misma experiencia vital. «Para mí, vivir con mi actual compañera de piso me da vida», confiesa, evocando el primer piso compartido con amigas y cómo ahora repetir la experiencia es una forma de sostén emocional diario. «Llegar a casa y tener a alguien a quien contarle tu día es todo», expresa. En sus palabras, el piso compartido no es solo una solución al precio del alquiler: es una red invisible que sostiene, acompaña y da sentido a lo cotidiano. En cada testimonio, late la misma certeza: compartir piso es, para muchos jóvenes, una manera de habitar la ciudad y la vida, de convertir la convivencia en un acto de resistencia y de afecto en tiempos de incertidumbre.
«Llegar a casa y tener a alguien a quien contarle tu día es todo».

Jóvenes que comparten piso disfrutando de la comunidad en el salón. / LP / DLP
La convivencia también enseña
Xenia Balcells lo explica con naturalidad: «Lo mejor es el buen rollo y que te den tu espacio. Cuando se tiene confianza, cualquier problema se habla». Para ella, el piso compartido no es solo una vivienda, sino un refugio emocional donde se ríe, se desconecta y se siente libre. «Llego a casa con ganas de ver a mis compis aunque hayan pasado solo dos horas», expresa.
Por otro lado, Marco Zulian, que trabaja desde casa, añade otro punto de vista: «Tener gente alrededor me ayuda, sobre todo en los momentos de pausa. El piso está siempre muy vivo». Aunque le gustaría vivir solo en algún momento, sabe que compartir ahora le permite ahorrar y mantener una vida más activa y conectada.
«Tener gente alrededor me ayuda, sobre todo en los momentos de pausa. El piso está siempre muy vivo».
No todo es ideal
Sin embargo, la experiencia no siempre es positiva. Sebastián Moreno recuerda su desilusión afirmando que esperaba que fuese «como en las pelis, con compañeros que se convierten en amigos. Pero después de discusiones por limpieza y ruidos, vivir con otros me generaba más estrés que bienestar». Ahora vive solo, y aunque a veces extraña la compañía, valora su paz mental por encima de todo.
También Mariam Barberá, aunque feliz de compartir piso con Guillermo Ortega, su mejor amigo de toda la vida, reconoce que preferiría tener su espacio propio: «Comparto porque mi sueldo no cubre un piso sola. Aprovecho para manifestar mi frustración con la política de vivienda española». Como muchos jóvenes, ha experimentado los contrastes de una convivencia buena tras una primera experiencia muy mala.
«Comparto porque mi sueldo no cubre un piso sola. Aprovecho para manifestar mi frustración con la política de vivienda española».
Convivir: entre lo económico y lo emocional
Lo que todos comparten es la conciencia de que vivir acompañado tiene sus claroscuros. A veces se elige, a veces se acepta por necesidad, pero cuando funciona, genera lazos profundos, recuerdos duraderos y aprendizajes personales. Para esta generación, que ha crecido entre crisis económicas y alquileres imposibles, compartir piso puede ser una forma de resistencia: una forma de construir hogar cuando la vivienda parece cada vez más un lujo.
- Ya es oficial el nuevo registro horario: Las empresas tienen que dar a los trabajadores un recibo con las horas extra
- Una auténtica mansión flotante: el yate de megalujo 'Bravo Eugenia' hace escala en el Puerto de Las Palmas
- De la desesperación a la esperanza: un vecino de Arucas se libera de 27.000 euros de deuda gracias a la Ley de Segunda Oportunidad
- Detenido tres veces en una semana por golpear a viandantes para robarles en Santa Catalina
- Violencia descontrolada en Canarias: brutal paliza a un conductor tras una discusión de tráfico
- Muerde y amenaza a un grupo de jóvenes en la playa de Las Canteras: «Si tengo un cuchillo, te apuñalo»
- Banana por Plátano de Canarias: destapan en Alicante un fraude de casi 2.000 toneladas
- Ángel López 'raja' contra la UD Las Palmas y el Arucas rompe su contrato 24 horas después