Lo que está en Cuba es de los cubanos

En este grupo de expresiones se sitúa el refrán que dice: «Lo que está en Cuba es de los cubanos» que se construye sobre la base de una aparente verdad de Perogrullo, la cual sirve de exculpación a quien se encuentra y apodera de una cosa que no es suya (y que no se trata de res nullius, es decir, cosa abandonada o sin dueño)

Archivo - Cartel con el nombre de Cuba en la capital, La Habana

Archivo - Cartel con el nombre de Cuba en la capital, La Habana / Europa Press/Contacto/Jen Golbeck - Archivo

Si bien es difícil precisar cuándo llegaron los primeros canarios a Cuba, lo que sí parece más probable es que las primeras oleadas de emigrantes, en número significativo, se asentaron en aquel país desde finales del siglo XVI. Aunque no sería hasta la segunda mitad del siglo XVII, con la implantación del llamado tributo de sangre cuando la emigración canaria a Cuba toma un carácter masivo. [«Tributo de sangre» es el derecho de familias que obligaba a enviar cinco familias canarias a América por cada cien toneladas de mercancía exportada desde el Archipiélago].

Este flujo migratorio se mantuvo con desigual intensidad hasta mediados del siglo XX. A medida que los «isleños» (así llaman a los canarios en Cuba) se consolidan como colectivo migrante principal, aportan el legado cultural que llevan consigo, pero asumen también costumbres locales. Entre aquellos «trasmarinos» que embarcaban rumbo a América, hubo quienes continuaron en contacto con amigos y parientes que quedaron a este lado del Atlántico.

Lo que hizo que muchos, seducidos por las bondades que se contaban de aquella tierra y las oportunidades que ofrecía, se animaran a emigrar a Cuba emulando a los «indianos» que habían hecho fortuna. [«Indiano» se le llama en las Islas al emigrante canario que regresa de América; también se le dice «cubano», utilizando el gentilicio como sobrenombre («el cubano»), a aquel que ha estado en Cuba, v.gr., todavía se pueden escuchar frases como esta: «Le dicen Manolito el cubano porque estuvo muchos años en Cuba»]. Este puente de comunicación propiciado por el flujo/reflujo migratorio facilitó un intercambio cultural que se materializa en usos, costumbres, folclore, gastronomía e influencias lexicales.

En este contexto se localizan algunos dichos y modismos que observan la impronta de aquel mestizaje cultural. Como son las expresiones: «¡La Habana en Cuba!» que se emplea, bien para mostrar asombro ante un alboroto o sorpresa por la confusión creada; o para mostrar suspicacia, desconfianza o disconformidad frente a algo o a alguien; «más se perdió en Cuba», frase con la que se consuela ante una dificultad, minimizando las consecuencias del revés sufrido; o esta otra forma dialógica: «Tóquese, cristiano, usted que estuvo en La Habana» por la que se dispensa de observar la vieja costumbre de «destocarse» (quitarse el cachorro) cuando se entra en una casa o en una iglesia, y esto por el mero hecho de haber estado en Cuba, lo que es una muestra del prestigio social que poseían los indianos.

En este grupo de expresiones se sitúa el refrán que dice: «Lo que está en Cuba es de los cubanos» que se construye sobre la base de una aparente verdad de Perogrullo, la cual sirve de exculpación a quien se encuentra y apodera de una cosa que no es suya (y que no se trata de res nullius, es decir, cosa abandonada o sin dueño). La frase se pronuncia cuando se está en presencia de otra persona que es testigo del acto de apropiación, con la que se trata de «envestir» de licitud un hecho que, en rigor, no lo es (pero atendiendo al escaso valor del objeto «encontrado» se escusa socialmente por su venialidad). Tiene, pues, vocación «normativa» de modo similar a otros dichos con los que el hablante hace justicia, a su manera, y que el vulgo ha sancionado como válidos, como aquel que dice: «El que fue al barranco perdió su banco».

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