Literatura
Contra la aridez afectiva
Se cumple un siglo de la muerte del médico y escritor Luis Millares Cubas, quien formó parte de los «hermanos Millares»

Luis Millares Cubas
Octavio Pineda
Fray Lesco creó la expresión «aridez afectiva» con el objetivo de denunciar la actitud de la sociedad ante la muerte de ciertos intelectuales. Un mal endémico muy presente en nuestras islas sobre el que reflexionaría en su artículo Del alma de la ciudad. Aridez afectiva, del 17 de noviembre de 1925 en el Diario de Las Palmas, poniendo de relieve el injusto trato recibido por Luis Millares Cubas tras su fallecimiento, ocurrido el 16 de octubre de 1925 después de una larga enfermedad.
Estas consideraciones me las sugiere un caso doloroso y reciente. Lo diré bruscamente. Me refiero a la actitud de la población a la muerte de D. Luis Millares. No necesito ponderar los títulos del finado al duelo público. ¿Quién no gravitó de alguna manera hacia D. Luis? ¿Quién, particularmente, no recibió de él algo más de lo que pudo ofrecerle?
Con su reconocida puntería léxica, Fray Lesco exponía el silencio ante la pérdida del médico «ilustrado», quien dirigiera el Hospital de San Martín y El Museo Canario, complementándolo con su tarea como escritor; una actividad que realizará desde sus inicios junto a su hermano Agustín, con el que formaría los «hermanos Millares». De este modo, la ciudad dejaba caer en el olvido a quien se había entregado al progreso de la Isla, en el aspecto sanitario, y, principalmente, a quien renovaría las letras y el teatro en Canarias, desde sus textos y desde la representación en su casa, en la antigua calle de San Ildefonso -bautizada años después como calle Luis Millares–.
Una casa donde compartiría conversación con Miguel Unamuno, Salvador Rueda o el músico Camille Saint-Saëns, y con todos los autores canarios de su época.
Pero la «aridez afectiva» no sucedería únicamente tras su muerte, también la frecuentó en vida debido a su polémica con el Ayuntamiento y con el Cabildo Insular, a quienes destinó el artículo Del futuro Puerto y del futuro Hospital, el 5 de diciembre de 1916 en Ecos. Para Millares, era urgente y más que necesario construir un nuevo hospital en el Puerto, la nueva zona de expansión urbanística y poblacional de la ciudad.
Ayuntamiento y Cabildo debieran, a mi juicio, aunar su esfuerzo, estudiar y resolver y realizar un plan técnico de reconstitución urbana y orientar en este sentido en línea recta el pensamiento y la acción insular. La cuestión es no andar a tientas y a locas, no cimentar una piedra que estorbe y tengan que arrancarla. Tal vez se conseguiría con esto no solo reconstituir materialmente la ciudad, que es la isla, sino purificar y elevar el pensamiento social.
El artículo sería el detonante de su relegación como director del hospital de Vegueta, y de su renuncia a la plaza que ocupaba. Ahora bien, no todo fueron dificultades. En 1919, con ocasión de sus mil laparotomías, una cirugía abdominal en la que sería un especialista, Millares recibió un sonado homenaje organizado por Rafael Mesa y López.
Celebración desde la que sus colegas y amigos expondrían una vez más la defensa de aquel nuevo hospital, que Millares nunca viera construirse, y destacar así la entrega del médico por la salud pública, como señala Mesa y López en su discurso.
De aquella velada, que fue tomada por discursos, adhesiones y recitales, no podemos olvidar la lectura de la Epístola a un médico de Tomás Morales, dedicada a él. Asimismo, Millares Cubas leyó un discurso evocador y emocionante, del que incluimos un pequeño fragmento extraído de la prensa.
Porque con ser prosaica y limitada la obra del médico y más aún la del cirujano, habéis entendido con perfecta intuición, que es obra de cultura y que debemos incorporarla a la cultura general de nuestro país, que debe ser nuestra constante aspiración.
Lo de menos es que se anoten y comenten mil laparotomías; lo importante es que la obra se sutilice y adquiera la inmortalidad y la belleza de los dogmas. Y la materia orgánica, como el hierro, como la piedra, puede y debe perder la dureza y espiritualizarse al toque soberano del ideal.
Lo que se necesita es que el artista, el médico como el poeta, el ingeniero como el escultor, extraiga de sus entrañas además de la ciencia y del arte, la bondad natural.
Sin duda, su discurso expone con emoción la confluencia con la que se había integrado en su vida la ciencia y el arte, lo cual puede resultar muy elocuente para poder entender cómo la literatura, en sus diferentes géneros, se convirtió en uno de los ejes de su existencia.
De hecho, en los círculos literarios y en las tertulias tuvo una acogida más benigna que la recibida en su última década como médico. Numerosos poemas de elogio fueron escritos sobre él por generaciones de escritores.
Alonso Quesada, uno de ellos, como muestra su poema homónimo incluido en El lino de los sueños, llegó a considerarlo como un «padre espiritual». Una relación estrecha que se consolidaría lentamente con la participación de Quesada en los conciertos y en las representaciones teatrales organizadas en la casa del médico.
Hasta tal punto que el día de la presentación pública de El lino, el 27 de marzo de 1915, a la que no pudo acudir ninguno de los hermanos Millares, puesto que había fallecido días antes Encarnación Cubas –la madre de los hermanos Millares–, Quesada les dirigiría unas sentidas palabras.
Luis Millares Cubas, que dirigió el Hospital de San Martín y el Museo Canario, era médico de formación y la ciencia y la literatura se convirtieron en ejes de su existencia
Sin embargo, es justo argumentar que desde la panorámica que nos brinda el tiempo y la distancia, después del fallecimiento de Luis Millares Cubas, su poliédrica figura de intelectual y científico tuvo algunas iniciativas con las que mitigar aquella aridez afectiva.
Apenas siete años más tarde, comenzó una tarea de recuperación de su memoria, que todavía no ha concluido. En 1932, la Sociedad Científica El Museo Canario realizó en los salones del Teatro Pérez Galdós el homenaje de sus tres primeros directores: Gregorio Chil y Naranjo, Luis Millares Cubas y René Verneau.
Con ello, se ponía en valor la etapa en la que Millares –nombrado director de la institución en 1901– resucitó la revista El Museo Canario, dando visibilidad a los estudios de restos arqueológicos, e iniciando una tarea divulgativa dedicada al desarrollo de la higiene.
Dos décadas después, en 1954, Juan Bosch Millares –su discípulo en el Hospital de San Martín– publicó en dicha revista un extenso artículo titulado: Don Luis Millares, médico, escritor y humanista, con el que entregaba una mirada hagiográfica del médico.
Gracias a su cercanía personal y profesional hacia Luis, y al acceso a las memorias inéditas del pequeño de los «hermanos Millares», Agustín, desvelaba algunos entresijos de su personalidad, y ponía al descubierto la autoría literaria compartida.
El relato de Bosch Millares nos entregaría una lectura enriquecida de dos autores que, hasta la fecha, no han logrado ser estudiados en profundidad, quizás porque fueron situados demasiado pronto dentro del discurso costumbrista-regionalista.
Numerosos poetas escribieron textos dedicados a su figura, como Alonso Quesada, que llegó a considerarlo como un padre espiritual
Difícilmente defendible si lo contrastamos con la lectura de muchas de sus obras de teatro, de la talla de La herencia de Araus (1903) o María de Rial (1905), influenciadas por las corrientes simbolistas; o las de denuncia social, como Compañerito (1921).
La comedia dramática en 4 actos, llamada Compañerito, fue estrenada con éxito en Zaragoza por la insigne actriz Margarita Xirgu, basada en un caso real observado en el Hospital de San Martín, cuando Millares fue su director.
Ciertamente, más allá de la breve reseña biográfica, de las escuetas referencias incluidas en alguna de las historias de la literatura, y también de la edición de una antología de sus cuentos en la Biblioteca Básica Canaria, su figura sigue a la espera de recuperación.
En este año, en el que se entrecruza el centenario de su muerte con el de su apadrinado Alonso Quesada, se nos brinda la oportunidad de volver a situar su figura y su obra en el punto de mira.
Es tiempo de destacar y profundizar en quienes participaron del tránsito desde el siglo XIX hasta las primeras décadas del XX, evolucionando así la vida cultural de Gran Canaria y reflexionar sobre el legado literario de los «hermanos Millares».
Planteando, si es posible, una reedición de sus obras, como la que ha llevado a cabo Ediciones del Cabildo con la publicación de La herencia de Araus, que se presenta el día del centenario de su muerte. [16 de octubre, a las 19.00 horas. Teatro Cuyás].
Nuestra sociedad debe desprenderse de la «aridez afectiva» –que parece perseguirnos todavía– y entregarse al diálogo con su pasado. Tenemos la responsabilidad de redescubrir la compleja figura de Luis Millares Cubas, vinculada al desarrollo sanitario, cultural y social de Las Palmas de Gran Canaria.
Una ciudad que tuvo en él, y también en su hermano Agustín, a dos de los impulsores de la renovación intelectual de la isla en su paso hacia la modernidad.
Suscríbete para seguir leyendo
- Sigue en directo la llegada de la borrasca Claudia a Canarias: lluvias, viento y alertas activadas
- La Aemet alerta de que la borrasca Claudia amenaza a Canarias con lluvias torrenciales y rachas de viento de más de 80 km/h
- La Minilla de oro: el nuevo barrio más rico de Canarias
- Boda futbolera de Héctor Ramírez: 'sí quiero' en Teror, 300 invitados, Armonía Show y la bandera de la UD Las Palmas
- Dos hermanos canarios diseñan un aplicativo que revoluciona el registro de viajeros en alojamientos turísticos
- Carolina Darias, sobre el carril bici en Barranquillo de Don Zoilo: 'Hay que ver las mejoras siempre pensando en el conjunto
- Una huelga de datáfonos caídos en Fuerteventura da inicio a una rebelión de pequeños autónomos en Canarias
- Cinco barrios de Las Palmas de Gran Canaria con rehabilitaciones pendientes siguen sin proyecto