Centro Cultural El Hervidero: La cultura no puede ser refugio para maltratadores
"No puede haber segundas oportunidades sin reconocimiento del daño, arrepentimiento y reparación del mismo"

Una manifestación contra la violencia machista en Canarias. / Juan Carlos Castro
Colectivo Cultura Libre y Segura
El recién inaugurado centro cultural El Hervidero en Arrecife, celebrado como una nueva propuesta artística en Lanzarote, está encabezado por el músico José Alberto Medina Quintana, un hombre con dos condenas firmes por violencia de género.
Este dato, que algunos desconocen, está documentado en medios de comunicación que informaron sobre sus procesos judiciales. En Gran Canaria, tras hacerse públicas estas condenas, Medina Quintana tuvo que cerrar su anterior proyecto cultural, Fábrica La Isleta, debido al rechazo social y a la retirada de apoyos institucionales.
Ahora, instalado en Lanzarote, ha conseguido sumar a músicos y artistas locales a su nuevo proyecto gracias a sus recursos económicos y a la influencia que ejerce en el ámbito cultural. Sin embargo, las únicas declaraciones públicas que ha hecho sobre su caso han sido negar los hechos, afirmar que son falsos y presentarse como víctima de una campaña para acabar con su carrera. Una postura que supone una falta de respeto hacia las víctimas y hacia la justicia que lo condenó en dos ocasiones. Además, existen testimonios de su trayectoria machista en otros lugares, que refuerzan un patrón de conducta que no puede ser ignorado.
Sabemos que, en una isla con una oferta cultural limitada, un espacio así puede parecer necesario. Sin embargo, la cultura no puede construirse a costa de invisibilizar violencias machistas ni legitimando a quienes las ejercen. Por ello consideramos urgente abrir una reflexión social: apoyar proyectos liderados por hombres condenados por violencia de género no es un acto inocente ni neutral. Significa:
• Reforzar un modelo de impunidad en lugar de exigir responsabilidades.
• Transmitir que el talento o el dinero pesan más que los derechos humanos.
• Otorgar poder e influencia a quien ha demostrado un patrón de conducta machista.
• Negar la reinserción real, porque no puede haber segundas oportunidades sin reconocimiento del daño, arrepentimiento y reparación del mismo.
• Silenciar a las víctimas, desacreditar sus testimonios y debilitar la confianza en la justicia.
No se trata solo de un nombre propio es una cuestión de derechos humanos y de responsabilidad colectiva. Cada colaboración, asistencia o publicación compartida contribuye a definir qué sociedad queremos construir: una que normaliza la violencia o una que apuesta por la seguridad y el respeto mutuo.
Por ello, hacemos un llamamiento a la ciudadanía, al tejido cultural y a las instituciones a no legitimar ni financiar con recursos públicos proyectos que envían un mensaje de impunidad. La cultura no puede ser refugio para maltratadores: debe ser un espacio seguro, libre de violencia y comprometido con la igualdad y la justicia.
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