Análisis
Canarias en la jaula identitaria
Estévez afirma que la identidad se crea según el «Otro» y aleja la idea de «la noble raza guanche»

Canarias en la jaula identitaria / LP/DLP
He aquí un libro importante, no solo para la antropología canaria sino también para cualquiera interesado en el Archipiélago Canario como ente histórico. Fernando Estévez ha sido una de las cabezas mejor armadas de la intelectualidad en las Islas y uno de los pocos que se atrevió a ir contracorriente en momentos claves del pensar entre nosotros.
Es una lástima que la selección de textos se centre únicamente en la cuestión de la identidad canaria y que se hayan obviado asuntos tan importantes para él, a los que dedicó tiempo y esfuerzo, como el turismo y su impacto en la sociedad canaria o el ejemplo de compromiso antropológico que significó su informe sobre el poblado Cho Vito.
La presencia de alguno de sus textos sobre estos asuntos o sus reflexiones sobre la museística, ayudarían a valorar convenientemente sus aportaciones a la ciencia. Es cierto que se incluye un artículo fundamental en la obra de Estévez: Guanches, magos, turistas e inmigrantes. Canarios en la jaula identitaria. Pero no nos adelantemos.
Desde el primer texto seleccionado: Etnicidad y nacionalismo en Canarias. Algunos aspectos estructurales, Fernando Estévez delimita perfectamente el ámbito de su reflexión. Descubre su inquietud por la deriva racista que ha ido tomando la ciencia antropológica en las Islas, cómo el problema de la identidad de los isleños se ha convertido en una cuestión más política que académica. Y avanza cuatro rasgos que entiende fundamentales en la conformación de esa identidad.
Uno de ellos será el origen del pleito insular, utilizado por las elites canarias. Pero antes nos habla de la importancia del territorio como definidor en el imaginario de los pueblos de esas identidades que el Romanticismo construyó primero en Alemania con los hermanos Grimm y que saltó al resto de Europa poco después, y se popularizó con expresiones como «la voz de la sangre», «el espíritu del pueblo» y otras simplezas.
Ese territorio fragmentado es uno de los rasgos determinantes de la identidad junto con la asunción de la dependencia económica del exterior, la situación geopolítica sobre todo respecto a África y el fenómeno migratorio, recurrente en las Islas como emisoras de población especialmente desde el siglo XVIII.
Históricamente, solo ha habido un recurso junto a la tierra que las clases propietarias de las islas han perseguido: el agua. Pero ahí no chocan con las elites de otras islas, sino con la población local, así que las peleas insularistas tienen más que ver con la dependencia de la burocracia centralista y los dineros que dicha burocracia genera en forma de empleos, alojamientos, etc. que con la actividad económica en sí. La pelea por la capitalidad, la división provincial, sólo se explican por la pugna para controlar esa fuente de ingresos, básica en los momentos de crisis.
El problema de la identidad será recurrente en la obra de Estévez. Como nos recuerda Pablo Estévez en su sentido homenaje a Fernando, citando a Laclau: «La constitución de una identidad social es un acto de poder». El propio Fernando escribiría: «Lo que está por delante en la práctica política y en la teoría no es establecer qué identidades, quién las necesita y para qué, sino la propia validez del principio identitario».
La cuestión siempre ha sido si tenemos mucha o poca identidad; pero quizás sea o debiera ser la de si es o no necesario tenerla. Nuestro antropólogo no olvida que toda identidad se construye en lo negativo, en la diferencia respecto al «Otro» y que los propios canarios fuimos un fugaz momento, al inicio de la conquista, el «Otro», para los europeos.
Y tampoco olvida como la búsqueda de esa identidad, la historia de la antropología canaria, desde Viera a la actualidad incluye un proceso de blanqueamiento de los antiguos canarios, de los guanches.
Aquí llegaron a trabajar unos expedicionarios nazis, en busca de las raíces arias y blancas del pueblo guanche. Como el propio Pablo Estévez nos recuerda: «La historia de los guanches era precisamente una historia de la inclusión/exclusión y de los procesos académicos que siguieron a la apropiación de un significante étnico importante».
Fernando había localizado una trampa en la identidad y los procesos de identificación. La trampa del racismo que intentó desmontar con la responsabilidad del científico que es consciente del mal que determinadas ideas pueden ocasionar.
Esa responsabilidad moral y ética de Fernando Estévez, su compromiso en la defensa del «Otro», el migrante, y su honestidad intelectual desarmando ideas como la de «la noble raza guanche», le ganaron enemigos en el campo de nacionalismo, ese que prefiere «marcar» al otro que ser marcado, pero también el respeto de todos los que creen como Antonio Machado: «Nadie es más que otro, pero tampoco menos».
Este es un texto resumen de toda la reflexión de nuestro autor. Estévez González nos fuerza a pensar sobre la identidad canaria, su trasmutación a lo largo del tiempo, hasta convertir el guanche en un fantasma que nos cerca, nos aleja del «Otro» e impone una visión mítica del pasado, para prometer un futuro mientras excusa el presente: «(…) la identidad es un importante terreno para las luchas populares, pero hay buenas razones para pensar que lo que fue políticamente progresista puede estar convirtiéndose en su opuesto, justamente en una estrategia de la política dominante. (…) Frente a lo extranjero, a los guiris y los inmigrantes muchos creen que la respuesta más racional consiste en reafirmar la identidad (…) Pero como nos hizo ver José Bergamín, ‘buscar las raíces es una manera de andarse por las ramas’».
La contundencia del pensamiento de Estévez evoca a la reflexión. Este volumen, al que solo reprochamos la endeblez del prólogo de Garí frente a la solidez del prefacio de Pablo Estévez, o la desdichada frase del epílogo de Ródenas al escribir: «Pasamos del activismo estudiantil de finales de la dictadura a participar en la fundación de un partido canario de izquierda radical».
El partido se llamó primero Partido de Unificación Comunista de Canarias, después MIRAC-PUCC, y Ródenas fue su secretario general. Diluir el asunto en lo de izquierda radical es humillar la memoria de sus militantes comunistas uno de los cuales, Antonio González Ramos, murió a manos de la policía franquista en los sótanos del gobierno civil de Santa Cruz de Tenerife. Esto no debe impedirles disfrutar del desafío teórico que implica el pensamiento de Fernando Estévez, antropólogo y pensador honesto entre nosotros, como ninguno.
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