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Cine | Mariana Rondón Cineasta

Mariana Rondón, cineasta: «El cine es mi geografía emocional más cercana»

«Zafari habla de un momento actual, pero también de un futuro posible. Es una alerta, una alarma sobre hacia dónde podríamos ir si no cuidamos nuestras decisiones éticas», afirma su autora

La cineasta venezolana Mariana Rondón.

La cineasta venezolana Mariana Rondón. / LP / DLP

María Alfonso Rodríguez

María Alfonso Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria

La cineasta venezolana Mariana Rondón se encuentra en Canarias para clausurar Ibértigo 2025 con Zafari, una fábula cinematográfica oscura y cargada de símbolos inspirada en un hecho real ocurrido en Caracas. La directora —ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián por Pelo Malo— reflexiona aquí sobre su obra, su mirada sobre América Latina y la relación entre el arte y la memoria.

Ibértigo 2025 cierra su programación con Zafari. ¿Qué representa para usted formar parte de esta edición del festival?

Algo maravilloso. Siempre he tenido mucha curiosidad por conocer Canarias y por conocer ese significado de «vuelta». Como venezolana, siempre ha existido ese mito de Canarias, lo que hay del otro lado, ese octavo territorio que ahora ya es el noveno. Me emociona poder estar aquí y presentar Zafari ante un público que, seguro, será una mezcla entre venezolanos y canarios. Me intriga mucho esa conexión.

El filme parte de un hecho real —la muerte de un hipopótamo en Caracas— que usted transforma en una historia cargada de símbolos. ¿Cómo surgió esa idea y cómo construyó el equilibrio entre realidad y ficción?

No cuento mucho porque sería un spoiler. Pero el punto de partida fueron unos sucesos extraños en un zoológico, y a partir de ahí empecé a imaginar cómo ocurrían esas cosas. Comencé a construir anécdotas que se repiten en América Latina, no solo en Venezuela. No quería hacerlo desde un lugar hiperrealista, sino usar el cine como herramienta para moverme entre géneros y tonos: comedia negra, terror cotidiano… El terror no de monstruos fantásticos, sino de la vida diaria.

«No quería hacerlo desde un lugar hiperrealista, sino usar el cine como herramienta para moverme entre géneros y tonos»

Mariana Rondón

— Cineasta

Desde Pelo Malo hasta Zafari se percibe un cambio de tono en su obra. ¿Cómo ha evolucionado su mirada sobre Venezuela y América Latina a lo largo de este tiempo?

Creo que una de las cosas que ha pasado es que ya no vivo en Venezuela, y mi territorio se ha convertido en el cine. El cine es mi geografía emocional más cercana. A través de él sigo contando la región con las herramientas que me da el lenguaje cinematográfico.

Ibértigo busca tender puentes entre América Latina y España. ¿Qué le interesa de ese intercambio cultural y qué espera del público europeo?

Me fascina esta elección de Canarias porque es un vínculo muy estrecho con Europa. Desde siempre ha habido historias, cartas, relatos que conectan a Venezuela con Canarias. Ahora, en este éxodo masivo de venezolanos, siento que es un viaje de regreso: muchos hijos y nietos de canarios que emigraron vuelven. Me interesa entender ese viaje de vuelta.

Mariana Rondón, cineasta venezola que proyecta el largometraje 'Safari' en el marco de Ibértigo 2025.

Mariana Rondón, cineasta venezola que proyecta el largometraje 'Zafari' en el marco de Ibértigo 2025. / LP / DLP

Zafari tuvo su estreno en la sección Horizontes Latinos de San Sebastián. ¿Cómo vivió esa experiencia?

Tengo historia con San Sebastián. Con Pelo Malo ganamos la Concha de Oro. Es un festival que me gusta mucho porque no es solo de industria: el público participa activamente. Mostrar mi película allí siempre es emocionante.

Usted se formó como cineasta en Cuba y estudió animación en Francia. ¿Cómo influyeron esas experiencias en su lenguaje audiovisual?

Fui de la primera generación de la Escuela de Cine de San Antonio, fundada por García Márquez. Lo fascinante fue esa mezcla de futuros cineastas de toda América Latina. Entendí el cine como un lenguaje de toda una región, con diferencias que enriquecen. Esa experiencia me marcó para siempre.

«Entendí el cine como un lenguaje de toda una región, con diferencias que enriquecen. Esa experiencia me marcó para siempre»

Mariana Rondón

— Cineasta

En Postales de Leningrado abordaba el pasado, en Pelo Malo el presente y en Zafari un futuro distópico. ¿Qué la llevó a ese desplazamiento temporal?

Creo que el futuro ya llegó. Zafari habla de un momento actual, pero también de un futuro posible. Es una alerta, una alarma sobre hacia dónde podríamos ir si no cuidamos nuestras decisiones éticas. Me interesa usar el arte para hablar de esas alarmas de la sociedad.

Mariana Rondón, cineasta venezolana.

Mariana Rondón, cineasta venezolana. / LP / DLP

Zafari es una coproducción entre varios países. ¿Qué aprendizajes y retos encontró en ese modelo de producción internacional?

Es bastante complejo, son siete países involucrados. Pero también da una fuerza poderosa, porque permite trabajar historias universales que se conectan con muchos territorios. Es una manera natural de hablar de realidades compartidas.

¿Recuerda alguna anécdota del rodaje que resuma el espíritu de la película?

Sí, trabajar con el hipopótamo fue una de las cosas más emocionantes. Lo observamos mucho para escribir en función de lo que hacía. Era un animal muy inteligente, entendía las trampas que intentábamos hacerle. Había que respetar su universo y trabajar con otras estrategias. Sentía que me miraba como diciendo «no me estás pidiendo esta tontería, ¿verdad?». Fue una relación muy especial.

«Había que respetar el universo del hipopótamo y trabajar con otras estrategias. Sentía que me miraba como diciendo 'no me estás pidiendo esta tontería, ¿verdad?'»

Mariana Rondón

— Cineasta

¿Qué papel cree que puede jugar el cine iberoamericano y festivales como Ibértigo frente a realidades sociales y políticas tan complejas como las actuales?

Creo que el cine puede servir como un vínculo entre personas y culturas, para recordarnos que no somos tan ajenos unos a otros. Permite hablar entre religiones, idiomas, territorios. Es una herramienta para cruzar fronteras simbólicas.

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