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Jacobo Siruela: «Hay que tener una fe gigantesca para creer que tras la vida no hay nada»

Jacobo Siruela

Jacobo Siruela / PI

Elena Pita

Amanece en Airhón, residencia en la Tierra de Jacobo Siruela e Inka Martí, que han hecho de esta dehesa otrora asfixiada un paraíso de la biodiversidad. Salamanca. Hay que acercarse con respeto, entre hatos de vacas veloces y apariencia mitológica y bosques de encinas, hasta alcanzar en lo alto este templo de arquitectura «transmoderna, simbólica», que el editor ha diseñado sin una concesión al adorno, en busca del misterio que nunca nos será revelado en vida. Una estructura basada en el cuadrado (tierra, materia) y el círculo (cielo, espíritu) que dan forma a inmensos ventanales y cuatro fachadas numéricas: el sur es el uno (unidad y principio); el este, el dos, dualidad, lo femenino, y el oeste se consagra al tres, plano donde la dualidad se vuelve a unificar, lo masculino. Mirando al norte, el cuatro simboliza la multiplicidad de los elementos. Símbolos ancestrales como el tetraktys recorren pintados los muros, y un solo elemento contemporáneo que Jacobo considera la obra de arte finisecular: los crop circles, formas geométricas que aparecieron en los campos de cultivo británicos a finales del XX, que nadie ha sabido cómo ni quién los trazó en lo oscuro de la noche. Una casa que se lee como un jeroglífico y se rodea de su jardín personal: piedras donde el liquen ha ennegrecido dibujando el pelaje de vacas y rosas que él mismo dispone y mima.

«La vida te pide una renovación cada 20 años», me dijo un día. ¿Cuál va a ser su próxima reencarnación ahora que se cumplen 20 años de Atalanta?

Como estoy entrando, digamos, en la juventud de la vejez, debo estar muy atento a las sorpresas que me va a brindar la vida, que nunca deja de asombrarnos. Mis planes se centran en seguir publicando siete libros anuales en Atalanta y continuar desarrollando junto a Inka [Martí, su esposa y coeditora] nuestro proyecto ecológico de renovación del ecosistema en las fincas de Salamanca.

¿Su oficio de editor nació de la rebeldía? ¿Cuánto tuvo que ver el fallecimiento de su padre a sus 18 años?

No fue exactamente rebeldía, sino afirmación y evolución de mi personalidad. El triste y prematuro fallecimiento de mi padre, a los 52 años, me permitió con esa pequeña herencia vivir un año en el Londres de los 70 y luego retirarme otro año en una casa de campo a las afueras de Toledo. En el piso de arriba vivían un filósofo esotérico francés y su mujer, una artista y médium de la escuela metapsíquica de París, con los que participaba en sesiones de escritura automática, dictadas, según decían, por una entidad a la que llamaban Isaac, que se manifestaba en el texto a través de un lenguaje poético sumamente enigmático. Como comprenderás, a un joven de apenas 20 años todo esto le resultaba fascinante. Ellos me motivaron a que iniciara mi vida como editor con la edición de 500 ejemplares de La muerte del rey Artur en la mejor imprenta de Madrid y con ilustraciones de Suzanne Grange. Y este libro tuvo la fortuna de ganar el primer premio al libro mejor editado del año y se vendió en pocos meses.

Además de contar con sus tantas lecturas, ¿que se conjugó para que sus libros tuvieran tan buena acogida desde el principio, centrados en áreas no muy comunes en los 80, la literatura medieval y la fantástica, entonces casi relegada al quiosco?

El éxito es siempre misterioso, pero afortunadamente me ha acompañado a lo largo de mi vida, a pesar de haber publicado lo que nadie hacía ni lo que me recomendaban hacer. La colección de libros medievales franceses en torno a la literatura artúrica y la leyenda del grial coincidió con el éxito de la película Excalibur de John Boorman, que puso en el punto de mira el Medioevo, así que las ventas se dispararon; y en cuanto a la literatura fantástica, que nada tiene que ver con las novelas de fantasy, su buena salida se debió seguramente a la influencia atmosférica de Jorge Luis Borges, que ya flotaba en el ambiente. En cualquier caso, creo que fui pionero en ambos campos.

Un buen editor ha de tener ojo para lo inédito y atraer lo consagrado. Lo primero se da por hecho y, en cuanto a lo segundo, ¿cuánto ha operado su poder de seducción?

Atalanta se basa en tres principios: la brevedad, porque publicamos cuentos, no novelas; la memoria, porque, en lugar de basarnos en la cascada de novedades que ofrece el mercado, nos apoyamos en vindicar las obras literarias, antiguas y modernas, por su calidad, y por último la imaginación, pero no como fantasía escapista sino como una forma de conocimiento de las imágenes que van creando las potencias del inconsciente que, como nos mostró Carl Gustav Jung, contienen una interminable suma de revelaciones.

Los libros que edita Atalanta «no son una cuestión de creencia, sino una aproximación a los límites de lo real, una reformulación moderna de la antigua sabiduría espiritual», ¿para devolver el sentido a un mundo que se nos escapa?

Sí, el mundo moderno ha hecho grandes progresos de todo tipo en el mundo exterior, en cambio el mundo interior de las personas suele estar vacío de sentido, o bien colmado de valores puramente exteriores, ya sean políticos, económicos o culturales. Pienso que hay que reformular un sentido interior en nuestra sociedad, un sentido digamos espiritual, en el más amplio sentido de la palabra, que nos permita acercarnos a una trascendencia necesaria para poder vivir y morir con plenitud y serenidad.

Jacobo, el devenir de las cosas está dando la razón a quienes como usted desconfían de largo de la idea de progreso, ¿necesitamos pues la metafísica y la cuántica para ir más allá de lo material?

La paradoja del progreso se encuentra en que todos sus logros, que son indudables, suelen ir acompañados de un proceso destructor, tanto de la naturaleza como del mundo interior. Necesitamos desprendernos de este nihilismo fácil para acercarnos a una espiritualidad capaz de religar nuestro mundo interior del espíritu con el mundo exterior de la materia. Este es el verdadero sentido de las religiones, que, sin embargo, han venido cumpliendo esta función a través de unos dogmas asumidos literalmente, por eso hoy nos parecen fábulas. Las religiones no se pueden interpretar literalmente, sino simbólicamente. El nacimiento de Cristo de una mujer virgen no debe entenderse literalmente, sino como símbolo. Ni tampoco Dios es un poderosísimo ser que reina en los cielos, sino una misteriosa entidad creativa del universo, plena de un logos inefable.

¿Qué ocurre cuando el pensamiento mágico abraza la razón?

Lo mágico no es un pensamiento, sino una manera de actuar y de sentir en ciertos seres humanos. Su realidad siempre es psíquica, y tiene que ver con la energía, es decir, con esa misteriosa fuerza interna del inconsciente, capaz de actuar y a veces de transformar la realidad externa, no con la capacidad analítica del ser humano. Su asombrosa aparición está conectada al poder de la voluntad y la enorme sutileza de la psique.

¿Y qué se produce cuando se dan la mano el miedo [«la emoción humana más intensa», en sus palabras] y el misterio [«el verdadero gozo del hombre», según su cita de Arthur Machen]?

El misterio suele producir miedo, porque nuestra visión del mundo, influenciada por la ciencia, quiere apoyarse en certezas, no en visiones abiertas, que no siempre encajan en los límites que nos impone la razón. Yo pienso que debemos abrirnos a las intuiciones, a las luces que laten en lo oscuro, siempre que estas puedan mantener un fructífero diálogo con la razón y sean capaces de unir la profundidad ignota de la realidad con la claridad y transparencia de la luz, su otra cara.

Esto anterior sería a grandes rasgos el corpus de Atalanta, que ha conseguido un público fiel que confía en sus libros porque son suyos, y que ustedes llaman «los atalantinos». Un fenómeno muy atípico en medio de tanta mercadotecnia. ¿Cómo sería el perfil de este lector?

En efecto, la editorial se mantiene bien gracias a un público que parece renovarse generacionalmente. Empezamos con jóvenes de unos 20 años que ahora tienen 40, el catálogo de Atalanta son libros de fondo, que se van vendiendo todos los años. El mercado está saturado, quizás debieran publicarse menos libros pero más pensados. Los lectores atalantinos son personas con inquietudes espirituales y una cierta exigencia intelectual, que buscan libros sobre mitología, religiones, filosofía o literatura que el mercado no les ofrece, y son también un público que aprecia los libros por su valor estético.

Una pregunta odiosa por la que pido disculpas de antemano: entre tantas personalidades rutilantes que ha encontrado a lo largo de su carrera editorial, ¿Italo Calvino fue quien más le fascinó?

Con Calvino conecté estupendamente desde el primer momento que le conocí en un curso de literatura fantástica que organicé en Sevilla, al cual le invité a participar, en alguna fecha del siglo pasado. Fue siempre sumamente amable conmigo, y se daba la circunstancia de que coincidíamos bastante en gustos literarios. Desafortunadamente esa amistad, que prometía tantas buenas sorpresas, como la publicación en Siruela de sus libros, duró poco debido a su prematura muerte. Aunque sí la mantuve con su mujer, Chichita, hasta su muerte.

Su próximo libro de autor versa sobre la arquitectura, más en concreto la de esta casa. ¿La arquitectura que le interesa ha de tener proporciones áureas? ¿Qué representa las fachadas y los vanos que estructuran esta casa en el campo de Salamanca, el hogar de Airhón?

Diseñé esta casa para poder vivir a gusto en la finca de Salamanca, que demanda nuestra continua presencia. Tiene la peculiaridad de no ser una casa, digamos, moderna, sino transmoderna. La modernidad transformó la arquitectura en un arte puramente literal. Las cosas solamente son lo que ven nuestros ojos, aunque también respondan a un concepto arquitectónico, más o menos abstracto. En cambio, en esta casa cada una de sus formas y elementos tiene una segunda lectura simbólica, como sucedía antes del siglo XVII. Y por eso escribo este libro, para explicar y sintetizar esta segunda lectura. Es un libro muy personal, que no creo que interese a mucha gente, pero que tenía hacer para conservar el sentido conceptual del edificio.

En estos parajes de Gallegos de Crespes es muy visible la huella de su padre como administrador de tierras: llevó escuelas a los pueblos y repartió trabajo. ¿Cómo lo recuerdan por aquí?

Mi padre es el gran desconocido de mi familia por su pronta muerte, y porque todo el protagonismo lo ha venido acaparando la fuerte personalidad de mi madre. Sin embargo, fue él quien renovó y creó las infraestructuras de todas las fincas, colocando buenos ingenieros a su cargo y llevando con todos ellos una constante relación de trabajo. Fue un gran gestor y, además de incansable trabajador, tenía buen criterio estético con el patrimonio artístico familiar. Y ¿cómo lo recuerdan? Casi nadie lo recuerda ya.

Dígame para terminar: toda una vida buscando el sentido metafísico de la existencia, ¿qué diría haber encontrado?

El sentido metafísico de lo divino no se puede definir, porque todo misterio verdadero siempre permanece fiel a su esencia inefable. Lo que he encontrado a lo largo de los años es una manera de acercarme a él y de comunicarlo a los demás a través de la editorial.

Cumple 45 años de editor, ¿hasta el fin de los días? ¿Cómo espera que sea esa reencarnación que ya no veremos [y estoy hablando de la muerte, claro]?

Sí, espero seguir editando hasta el fin de mis días. Para mí la muerte, como para la mayoría de los humanos, es el más profundo de todos los misterios que rodean nuestra vida. Pero no siento exactamente miedo hacia ella, sino más bien un profundo y grave respeto, unido a una inmensa curiosidad. Por fin voy a saber quién soy y cómo ha sido mi vida, me dice mi imaginación. Porque creer que después de la vida no hay nada, o que el origen de todo este gigantesco prodigio de la naturaleza y el cosmos proviene simplemente de la nada y el azar… ¡Caramba, para eso sí hay que tener una fe gigantesca!

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