El disco
La sorpresa de Sara Lilu
Una artista cuyo enorme talento va en contra de su, por ahora, escaso impacto

Sara Liu. / PI
La mejor manera de explicar a Sara Lilu es que nos cuente los proyectos en los que anda ahora metida. «Estoy en varias cosas a la vez. Este fin de semana grabamos disco con las Veus Lliures, un grupo de improvisación libre con la voz. También estoy haciendo conexiones con Lisboa, y viajo allí a menudo a tocar con músicos de Portugal a la vez que me los traigo para acá. Me gustaría grabar con ellos. Por otro lado, estoy empezando un proyecto a trío con Dani Artetxe (guitarra) y Dani Pimen (batería), dos músicos residentes en Barcelona con los que hacemos pop-rock e impro. Se llama Kimera y estamos en fase de creación musical. Además, en febrero grabaré un segundo disco con Alesander Peña (con quien se estrenó hace unos años) y también quiero dar forma a los temas nuevos que estoy componiendo para un posible EP en español».
Como diría Bad Bunny: ¡peroquéheeehto!
El detalle es que en todos esos proyectos ni siquiera menciona Do We Belong in Confusion?, su primer disco en solitario lanzado hace apenas unos meses. El disco es casi la culminación de todo su proceso formativo, de hecho son «nueve temas que compuse y arreglé para mi recital de fin de carrera (estuvo becada en el Conservatori Liceu de Barcelona), y aprovechando el curro que fue, una fotografía en forma de álbum musical me pareció una buena idea. Además, en el disco me acompañan un montón de musicazos que admiro muchísimo y grabar esa música con ellos me hizo sentir muy llena. También es una fotografía de la gente maravillosa que me acompaña en el camino».
Y todo eso con apenas 24 años. Sara recuerda bailar de niña en casa al son de Grieg y de Emerson, Lake & Palmer. Cuenta que sin saber hablar aún, solo se comía el potaje si sonaba la Pequeña serenata nocturna de Mozart. Una beca del Cabildo le permitió con 15 años estudiar en Canadá, un país donde las clases de música son de música, o sea, con instrumentos, y de ahí cogió carrerilla. Formada en los mejores espacios musicales de España, tiene claro que para ella el estudio es algo esencial para entender la música: «En mi camino me he cruzado con maestras que literalmente me han cambiado la vida con sus enseñanzas. Al final, academia o no academia, el acto de alimentar tu curiosidad es una responsabilidad que es solo tuya. Entonces hay personas que te abren puertas y ventanas hacia el conocimiento, y tú eliges por cuáles quieres pasar», afirma mientras confiesa que ahora está metida a tope con el análisis armónico.
Ese hogar musical y esa amplitud de referencias se vuelcan en una artista difícil de encajar en un solo espacio. «Desde que acepté el hecho de que soy un camaleón, soy muy libre y hasta ahora solo me ha traído cosas buenas. Supongo que a nivel industria, la versatilidad puede verse como algo negativo, ya que se busca unificar el discurso para llegar a la máxima gente de una rama en concreto. Pero como yo me muevo en circuitos alternativos, que tienen poco que ver con macrofestivales o sellos discográficos limitantes, nunca me he topado con este problema. Solo en el último mes he tenido bolos de reggae/ska, jazz, flamenco e indie-rock experimental. Me gustan los retos, sobre todo los que me hacen explorar sonidos y técnicas nuevas. Es emocionante».
Estamos ante la generación de jóvenes músicos mejor formada de la historia; el desarrollo de nuevos espacios de enseñanza ayuda mucho. Aunque le planteo a Sara sobre la dualidad entre esos músicos capaces de todo frente a productores de habitación que repiten pautas y loops, salta con otra reflexión: «Ahora mismo me preocupa más la IA y cómo su mal uso puede perjudicarnos a todxs, músicos, productorxs, arreglistas... Pero también oyentes: la escucha pasiva ya lleva tiempo instaurada, con las playlists automáticas de Spotify, por ejemplo. Me preocupa además un poco ver cómo un festival vende miles de entradas a 150 € mientras las salas de nuestras ciudades se vacían. Nada en contra de los festivales, pero no es la única forma de vivir la música en vivo. En las salas pequeñas pasan cosas que son imposibles de imaginar en un escenario grande. La cercanía, el detalle, lo humano... Gracias a los conciertos en locales de Barcelona como Robadors 23 o el Equipo Para y Rayuela Café Teatro en Santa Cruz de Tenerife, me siento bien alimentada espiritualmente. Y además es un tipo de catarsis que puedes vivir semanalmente por unos 8 € que vale la entrada. Ojalá no desaparezcan nunca estos espacios», ojalá que no.
En tiempos de divergencias entre lo urbano pegao y lo verdaderamente auténtico (para algunos), se convierte en un esfuerzo gozoso ubicar a Sara Lilu. En realidad, no hay que hacer un trabajo denodado, solamente escucharla. Y para ello tenemos este Do We Belong in Confusion?, que pueden disfrutar en todas las plataformas digitales habituales, primer largo de esta artista tinerfeña radicada en la Península.
¿Qué es Sara Lilu? Una cantante expresiva y soberbia, sí. También una compositora curiosa que descubre caminos pocos recorridos. Y, sobre todo, una productora y una música imaginativa que lleva las canciones por caminos múltiples, carnosos y sonoros, siempre disfrutables. Sus canciones tienen varias capas de lectura sin caer en el artificio. Su disco es un conglomerado de ideas, influencias y estilos que sí, pueden venir del jazz, pero corren en mil direcciones diferentes.
Es un trabajo de cadencias acústicas, con un protagonismo central de la siempre certera voz de Sara, junto con acompañamientos que son una celebración del sonido acústico de toda la vida. Escoge un formato sorprendente de noneto, que ahora intenta trasladar al directo, y que en el trabajo luce con combinaciones de flautas, arreglos de doble clarinete, texturas de guitarras y pianos, y percusiones siempre acertadas.
Los caminos que abre y los detalles que apunta remiten a una creadora superlativa. El disco es una muestra de amor por la música de los que hace tiempo que no se escuchan.
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