CRÍTICA
La Sociedad Filarmónica está de vuelta

El violonchelista Ángel Luis Quintana y el pianista José Luis Castillo. / LP/DLP
Fierabrás
Y a sea por el 180 aniversario de la entidad, por el cambio de directiva o las acertadas colaboraciones ahora con la Fundación OFGC y Fundación Auditorio Teatro, la Sociedad Filarmónica de Las Palmas vuelve a estar de donde nunca debió desaparecer, ocupando el espacio no sólo físico del Teatro Pérez Galdós si no también el artístico que durante estos casi dos siglos de vida ha fortalecido la educación del ciudadano palmense, la promoción de los talentos locales y un enorme listado de artistas relevantes de los que se han podido disfrutar. Ojalá no sea solo flor de un aniversario si no que tenga continuidad la relevancia de una programación como la que se va a ofrecer esta temporada 2025/2026.
De muy acertado y entrañable se podría calificar este concierto inaugural de temporada porque demuestra, sin alharacas, la apuesta por el talento canario ya consagrado como el violonchelista Ángel Luis Quintana, solista en orquestas principales del país o el genial pianista José Luis Castillo algo más que un acompañante al uso.
Con un programa bello y bien trazado en el que el violonchelo debía cantar como la voz más humana de los instrumentos de cuerda y en el que la trascendencia del mensaje y lo reconcentrado de las propuestas no estuvieron exentas de la belleza necesaria para captar al público.
En la primera parte – íntegramente francesa – destacó la cuidada sonoridad de Ángel Luis Quintana, aterciopelada, aunque falto de una articulación más nítida y mayor contundencia sonora en algunos momentos. El sonido levitativo del violonchelo fue extraordinario en el primer movimiento de la sonata de Debussy así como en las dos canciones hebraicas de Ravel, sin apenas vibrato y dichas con elocuencia.
Por contra faltó más teatralidad y contraste en la Serenata y Finale de la obra de Debussy así como variedad de acentos en la Sonata Póstuma también de Ravel. Castillo fue un buen socio en cuanto a la recreación sonora de las atmósferas tanto el Debussy como en las melodías hebraicas sin tener que abusar del pedal.
Las conmovedoras Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, tan bien introducidas por nuestro pianista, tuvieron una lectura menos vocal de lo esperado. Quintana tomó cierta distancia expresiva y su arco siguió siendo muy liviano. No obstante la comunión entre ambos músicos fue extraordinaria y, dentro de tanta belleza contenida, hubo sinceridad interpretativa.
Ambos intérpretes fueron generosos en el capítulo de agradecimientos y ofrecieron la Pieza en forma de Habanera de Ravel de hermoso contorno sinuoso y nuevamente bella sonoridad.
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