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La ópera despierta la voz de Negrín

El próximo jueves 6 de noviembre, el Teatro Pérez Galdós acogerá en sus tablas la historia del tercer presidente de la Segunda República española, el grancanario Juan Negrín. Con el libreto del director musical Gonzalo Díaz Yerro, ‘Negrín, la ópera’ compartirá con su público las luces y las sombras de un personaje silenciado

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’. / ANDRES CRUZ

María Alfonso Rodríguez

María Alfonso Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria

La figura de Juan Negrín, el político canario que marcó uno de los capítulos más convulsos del siglo XX español, resurge sobre las tablas del Teatro Pérez Galdós convertida en ópera. No lo hace como una estatua fría de la historia, sino como un hombre de carne y hueso, con sus luces, sombras y diversas contradicciones. Una voz que vuelve a sonar, entre la música, la memoria y el pulso escénico.

José Guadalupe, director artístico de la producción, asegura que el objetivo es «romper prejuicios y demostrar que la ópera también puede contar historias nuestras». Para él, este estreno es un manifiesto: «Nace desde el Archipiélago con vocación universal». La obra se adentra en los últimos años de vida de Negrín, en su apartamento parisino, donde realidad y evocación se funden. A través de escenas íntimas, recuerdos políticos y silencios densos, la ópera reconstruye su figura desde un lugar más humano que histórico.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’. / ANDRES CRUZ

Escenario y emoción

El reto de Israel Reyes, director escénico, ha sido «encontrar el equilibrio entre el hombre público y la persona». La puesta en escena combina mapping, proyecciones y una estética depurada que, más que explicar, sugiere. «No se trata de hacer un documental —subraya—, sino de ofrecer al público una experiencia teatral viva y contemporánea». Reyes busca un lenguaje que conecte con generaciones que no vivieron aquella época, pero que pueden encontrar en ella preguntas compartidas. Por eso, la emoción es el verdadero eje escénico: el Negrín íntimo se impone al personaje histórico.

Una partitura que respira

La música, compuesta por Gonzalo Díaz Yerro, late entre lo clásico y lo contemporáneo. «Mi punto de partida fue el silencio», confiesa. De ese silencio emergen armonías que acompañan cada pliegue emocional de Negrín, sin perder de vista el peso de su historia. Para el compositor, esta ópera es «una oportunidad única de llevar al público a un viaje emocional y sonoro que nace en Canarias, pero pertenece al mundo». La partitura crece como una respiración contenida, donde cada nota dialoga con el eco de la memoria.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’. / ANDRES CRUZ

Sobre el escenario, el intérprete lírico Fernando Campero asume el papel protagonista. Su voz encarna la densidad de un personaje histórico y el temblor íntimo de un hombre que se sabe juzgado por la historia. «Es un reto tanto vocal como escénico», reconoce el tenor. No hay moldes ni referencias previas: todo se construye desde cero. Campero habla de Negrín como de un hombre «denostado, maltratado y olvidado». Su trabajo ha consistido en encontrar la línea sutil entre la contención y la fuerza. «No se trata de imitar —afirma—, sino de que haya algo de Negrín en cada gesto».

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’. / ANDRES CRUZ

Memoria y territorio

Más allá de lo escénico, esta producción tiene un fuerte componente simbólico. Negrín regresa a su tierra convertido en música, en un gesto que une memoria, identidad y creación contemporánea. El estreno no es solo un homenaje, sino una forma de releer la historia desde Canarias, desde una mirada propia que no renuncia a la ambición universal.

Para todo el equipo, esta ópera marca un punto de inflexión en la escena lírica insular. «Queremos que la gente salga del teatro sintiendo que ha conocido a Negrín de verdad», resume Guadalupe. Una historia que no se queda en los libros, sino que se canta, se respira y se recuerda.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’.

Instante durante el ensayo de ‘Negrín, la ópera’. / ANDRES CRUZ

Diálogo con el presente

Esta propuesta no solo mira al pasado, sino que dialoga directamente con el presente. Al situar la figura de Negrín en un escenario lírico, los creadores invitan al público a reflexionar sobre la memoria histórica, la complejidad política y la construcción de los relatos colectivos. Negrín no aparece como un héroe ni como un villano, sino como un hombre atravesado por su tiempo y sus decisiones. La ópera, como forma artística, se convierte así en un espacio para cuestionar, escuchar y sentir. «No hablamos solo de historia», concluye Reyes. «Hablamos de nosotros, de lo que queda en la memoria cuando todo lo demás se ha ido».

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