Dos décadas en la División de Honor y, excepto siete años, todos en el equipo de su vida. Tiddara Trojaola se despide hoy en Valladolid del balonmano profesional con un saco lleno de trofeos, el cariño de su club y un sinfín de goles desde el extremo derecho que forman parte de los mejores días del Rocasa.

«Os dejaré lo más difícil/La lágrima del que se queda/Pero yo quedaré también aquí/En forma de música y letra/Que cuando se entone la canción final, canción final, canción final/Sea porque todo está cantado ya, cantado ya, cantado ya/ sabiendo que jugaré una vez/ Que no habrá ninguna de prueba».

El Kanka versea así al final de la vida, al adiós, a la despedida. Hoy en el Polideportivo Huerta del Rey de Valladolid, Tiddara Trojaola (San Bartolomé de Tirajana, 1984) pondrá la última nota a una carrera extraordinaria de dos décadas en el balonmano nacional. Y, como reza el cantautor malagueño, su silueta quedará marcada para siempre en la historia del Rocasa Gran Canaria, su club, con el que ha conquistado los siete títulos que están en las vitrinas del Antonio Moreno de Las Remudas. Todo está «cantado ya».

«Estoy feliz. He intentado difrutar este año de todo. Hasta en este último viaje, que nos dejamos una maleta atrás en el aeropuerto y tuvimos que volver, lo disfruté. Sé que hasta esto lo voy a echar de menos del balonmano. Desde el miércoles [donde recibió un homenaje en casa] ya soy plenamente consciente de que esto se acaba», explica Trojaola. La retirada lleva un tiempo en su mente. En su plan, la pasada campaña iba a ser la última. Sin embargo, la pandemia cambió sus pasos. «No quería irme así, me daba mucha pena. Me veía bien para seguir un año más y así lo planteé. Después de lo que viví el miércoles, te das cuenta de que valió la pena», sentencia desde Valladolid, en la previa del encuentro ante el Aula que cierra la temporada.

La misma mirada de niña

Un año extra que «valió la pena» como todo lo que no sé ve tras los títulos [una Liga, dos Copas, dos Supercopas y dos Challenge Cup de la EHF]. «Al final lo que queda son los resultados, es lo que perdura. Pero detrás hay un esfuerzo, un trabajo invisible: alimentación, descanso, los dolores diarios... Le he quitado mucho tiempo a los míos porque he estado metida de lleno en el equipo», explica en su penúltimo día.

Una profesionalidad y una entrega que ha mantenido hasta el final. Como también la ilusión y el amor por el balonmano que le enganchó cuando era una niña en las canchas de Maspalomas. «Miro al balonmano con la ilusión de la primera vez. Me sigo viendo así, como lo miraba aquella niña. He disfrutado del balonmano porque me divierte hasta el último día, es lo que me gusta. Sigue quedando mucho de esa niña en ese aspecto», sentencia.

A partir de mañana Tiddara Trojaola se enfrentará a una nueva vida sin el balonmano como eje central de sus días. «Da vértigo. El balonmano es lo que conozco, es a lo que me he dedicado a nivel profesional desde que tengo 17 años. Son mis rutinas, mis viajes de fin de semana... Ahora es como empezar mi vida de nuevo, pero me ilusiona hacer otras cosas también», apunta.

Sus planes pasan por las aulas. Del magisterio que ha impartido desde el extremo izquierdo en su etapa como jugadora a coger la tiza y la pizarra. «Me voy a centrar en intentar sacar las oposiciones de magisterio, disfrutar del deporte, desconectar y tener tiempo para hacer cosas con los míos», confiesa la de Maspalomas.

«Estoy feliz, lo he dejado todo; siempre estaré agradecida a lo que me ha dado este deporte», admite

Su dorsal ‘19’ va estar siempre ligado a la historia del Rocasa. Solo María González, Mela Falcón y Silvia Navarro están en su posición dentro del club con el pleno en títulos. Tras aterrizar en el primer equipo como una adolescente, en División de Honor compartió vestuario «con gente que admiraba». «Sentía adoración por ellas, pensaba solo en llegar a ser así. Ahí supe que podía llegar a estar a ese nivel», cuenta.

Ganó experiencia fuera de Gran Canaria en un ejercicio de madurez en la Península. Lleida, Mar de Alicante y Castro Urdiales. «Aprendí muchísimo a nivel personal y deportivo. Me fui con 20 años, vivía con mis padres y me empecé a sacar las castañas del fuego yo. Fue una gran experiencia. Me hicieron creer en mí mucho, conocí un montón de gente... Siempre estaré agradecida a todo lo que me ha dado este deporte», puntualiza.

El regreso

Su vuelta a Las Remudas coincidió con el crecimiento del Rocasa, que empezó esa temporada a pelear por los títulos, con un cruce generacional que aún da sus últimos coletazos. Davinia López, María Luján, Haridian Rodríguez, Alba Albaladejo, Mela Falcón o María González encontraron el momento de su explosión. «Creo que ni yo ni el equipo de aquella época esperaba todo lo que empezamos a conseguir ahí y todo loque ganamos. Casi todas éramos de aquí y nos sentíamos como un grupo de amigas que jugaba al balonmano. Esa era la clave. Nadie esperaba que de aquello fuera a salir tantos títulos. No puedo estar más contenta de formar parte de la historia del club», sentencia.

La evolución del Rocasa no pasó desapercibida para nadie. Tampoco para el seleccionador Jorge Dueñas, que citó a Tiddara Trojaola en tres partidos. «Jamás pensé que me iba a llegar esa llamada. Mi sorpresa fue muy grande, estaba mi madre en casa y me cogí una llantina», rememora entre risas.

Sonrisas y lágrimas que recorren una carrera ejemplar con dos puntos que sobresalen en su álbum de imágenes: la Copa de la Reina en 2015 tras acabar con el Bera Bera y la Liga Guerreras Iberdrola de 2019. Pero sobre todo la gratitud con el balonmano. «Me mentalicé con disfrutar de esta temporada a tope y lo he hecho. Me cuesta saber que no volveré a estar en un vestuario, que no volveré a entrenar, que no volveré a competir, pero me voy tras haberlo dado todo». Y ese es el mayor legado que deja atrás.