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Tercera división

El coleccionista de ascensos

Rubén Silva ha pasado de Segunda Regional a Segunda RFEF con el Panadería Pulido San Mateo | «Todavía no me lo creo», confiesa

Rubén Silva, con el gesto de la victoria, el pasado domingo en el Aeropuerto de Gran Canaria. | |

Su nombre forma parte de la historia del San Mateo. A sus 32 años, Rubén Silva suma todos los ascenso con el San Mateo. Integrante del primer benjamín del club hace ya 24 temporadas, este ingeniero de profesión también es el coordinador de la base del club veguero, el equipo de su vida.

Rubén Silva no conoce otra vida que no sea en el Panadería Pulido San Mateo. No hay otros colores para él que los del equipo de su pueblo, su Vega. Desde el primer día que empezó el equipo ahí estaba y ahora ahí sigue. Ha pasado de niño a hombre contando campañas con los dedos de las manos, que desde hace ya algún tiempo se le quedan cortos. «Con esta van 24 temporadas, que se dice pronto», relata.

Casi un cuarto de siglo en el club que le ha dado para explorar cotas inimaginables cuando empezó a pelotear en el equipo de su pueblo. «Es todo, este equipo es todo para mí. En el primer benjamín que se hizo en la historia del club ya estaba yo. Y a partir de ahí empezaron el resto de las categorías, hasta llegar al equipo de regional», rememora.

Algo que le ha valido para ser el coleccionista de ascensos en el Panadería Pulido. «De Segunda a Primera Regional, de ahí a Preferente, a Tercera y ahora a Segunda RFEF. Es algo increíble para un equipo de pueblo, humilde, trabajador, con el menor presupuesto de la Tercera y mira a lo que hemos llegado», relataba a su llegada al Aeropuerto de Gran Canaria, donde el equipo fue arropado por decenas de aficionados que vibraron con su gesta frente al Atlético Paso en La Palma.

«No hace falta ser del pueblo para sentirse parte del club. Hay jugadores que siguen por muy poco», afirma

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En la radiografía que hace de su club, de su equipo, encuentra un punto clave: la identidad con el escudo. «No hace falta ni ser de San Mateo para vibrar así con este equipo. Todos los integrantes de la plantilla se sienten parte del club. No estaba al alcance de nadie entender que pudiéramos estar en esa situación. Creo que es difícil que lo logremos comprender, que lo asimilemos. Lo comprenderemos pasados los días o los meses», argumenta.

Identidad con el escudo

Ese sentimiento de pertenencia es algo que se ha mantenido con el paso del tiempo, por encima de las categorías. «Todos los jugadores han dicho eso. Siempre hemos transmitido que somos una familia y así es: desde el presidenta al utillero. Todos los que vienen se sienten a gusto. Hay jugadores que se están quedando por poco dinero y eso es porque están contentos aquí», argumenta Rubén Silva, titular en el asalto final por el ascenso en El Paso.

Instalados en la Segunda RFEF, la cuarta categoría del fútbol nacional, donde podrán enfrentarse a equipos con lustre como el Real Murcia, Córdoba, Ceuta, Hércules, Numancia, Compostela o Pontevedra, las emociones explotan. «Hemos reído, llorado... No sabíamos cómo transmitir todo esto. Han sido muchas sensaciones juntas algo difícil de narrar», desmenuza con la sonrisa puesta a través de la mascarilla.

El esfuerzo del grupo siempre ha estado presente para lograr esta gesta histórica. «Hemos entrenado seis días a la semana muchas veces. Hay gente que trabaja y a la que le ha dado igual el frío, el calor o salir de San Mateo a las tantas», apunta Rubén Silva, ingeniero técnico industrial, que ha hecho cosas por el Panadería Pulido que tendrán siempre un hueco en el escudo. Como cuando llegó a tiempo desde Catar para disputar la promoción de ascenso de Preferente. «Llegué a tiempo y la jugué», cuenta.

Nada le ha separado del club. Jamás. Ni para jugar ni para asumir las funciones de coordinador de la base, puesto en el que se desempeña dentro del organigrama de la entidad veguera. «Hasta de lejos e intentado seguir con mis tareas, aunque estuviera fuera trabajando», explica.

La estampa del Aeropuerto de Gran Canaria teñido de naranja ya está en el álbum de fotos de su vida. «Como estoy en los grupos de Whatsapp de los equipos de la cadena, sabía que algo podía pasar, pero no esperaba tanto... ¡Ni pensarlo!», añade. Allí se encontró rostros de los benjamines, alevines o del femenino. Es parte de ese sentimiento de pertenencia. «Esto dice mucho de las sinergias de la cadena. Nuestra dificultad en la base es que, prácticamente, solo tenemos niños del pueblo: jugamos con lo que hay en casa», argumenta.

En su cabeza lo que todavía no puede imaginar es verse en esa Segunda RFEF. «Todavía no me lo creo, de verdad. Nunca pensé que fuera a llorar por el fútbol y lloré. Hablé con Paco Pulido –dueño de Panadería Pulido y filántropo en el club– y me lo decía: ‘no saben lo que han hecho’. Y creo que todavía no lo sabemos. Era imposible».

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