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Eurocopa

Pedri, carácter e historia

El ex de la UD se convierte en el jugador más joven en debutar en una fase final con España | Su último tramo de partido, notable

Pedri, en una acción del partido España-Suecia.

A Pedri hace tiempo que no le pesa nada. De hecho, al menos hacia fuera, parece que nunca ha sentido la responsabilidad que envuelve su don cuando el balón le roza los pies. Le importa poco el escenario: desde aquellos días de pretemporada con la UD Las Palmas a sus primeros días en el Barça; de una final de la Copa del Rey a un debut con España en la Eurocopa.

En La Cartuja, Pedri se convirtió desde el once inicial de Luis Enrique en el jugador más joven de la historia en participar en un torneo con la selección española absoluta. Hace un par de años, no había alcanzado el profesionalismo: hoy es garante de un estilo de la selección que igual que ensalza su fútbol, por momentos, le perjudica.

En cuanto se liberó, en el instante en el que miró hacia adelante, gambeteó al frente y atravesó líneas con y sin el balón, España reaccionó. Luis Enrique mantuvo la apuesta por Pedri hasta el final del partido: jugó los 90 minutos. Cayeron por el camino Morata, Rodri, Ferran Torres, Dani Olmo y Koke Resurrección. Pero él no, Pedri siguió hasta el pitido final.

Y eso que tuvieron que pasar 77 minutos para que la mejor versión del teguestero saltara a la vista. La del niño que, con patas como espigas, revuelve el balón entre sus pies, cabalga y desconcierta. Justo eso que le faltaba a una selección que se enconó en un fútbol plano durante toda la segunda mitad, de lateral a lateral, empecinado en buscar centros desde los lados.

Y en cuanto Pedri apareció por esos lares, descolgado de la medular, más cerca del área, España puso su bandera cerca de donde más le interesaba: la portería de Robin Olsen. Liberado, sin cadenas que le ataran atrás, se creció y con él emulsionó la selección. Sus botas empezaron a trazar líneas que rascan a una zaga que había vivido con cierta comodidad en La Cartuja.

Puede que Luis Enrique mantuviera a Pedri hasta el final esperando ese punto de magia que solo tipos como él tienen en su pincel. Más aún cuando un camarada como Jordi Alba andaba por su costado como punto candente del ataque español. Menos tiempo: mal asunto.

La conexión apareció en el descuento, cuando Pedri mandaba en España, sin complejos ni ataduras. Fue con un balón picado para el lateral zurdo que se tradujo en la última gran ocasión del partido de España. Pero el gol no estaba con la selección.

Se acabó el partido, Pedri se marchó con la camiseta empapada con sentimientos contradictorios «feliz», pero «triste por el empate». Otro récord de precocidad para él, un talento llamado a marcar época en el fútbol español, inconformista y templado; calma y tempesta con el balón.

«Creo que hemos hecho un gran partido. Los goles entrarán. Si seguimos haciendo partidos así y tenemos el balón el gol terminará llegando», insistió Pedri en unas cámaras que le dejaron de dar miedo hace ya bastante tiempo si es que alguna vez le molestaron los focos.

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