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Carreras torcidas (XI)

Las penurias de un campeón

Timimi, que levantó la Liga con el Betis en 1935, acabó sus días

en la indigencia por las calles de Las Palmas de Gran Canaria

Fotografía del periódico La Unión con los tres canarios Juan Martín, Pedro González ‘Timimi’ y Adolfo Martín. LP/DLP

La historia de Pedro González Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria, 1911) acabó antes de tiempo. Con solo 49 años, el hombre que, vestido de blanquiverde, había hecho temblar a Jacinto Quincoces o Ricardo Zamora se marchó atrapado por las garras del alcoholismo y la marginalidad.

A nadie le sorprendió su muerte. Desde hacía años su silueta era la de un cromo arrugado que vagabundeaba por la zona del Puerto, entre el Sanapú y el Muelle Grande. Algunos sí sabían la historia de aquel hombre que vivía de la caridad, cuya estela legendaria se apagó. A otros le costaba creer que ese cuerpo, que hacía tiempo que había perdido su condición atlética, era el de todo un campeón de Liga, de un ídolo de Heliópolis. Porque Pedro González Sánchez ‘Timimi’ fue engullido por la marginalidad que le llevó a una muerte precoz marcada por la crudeza de la calle.

«Timimi, el que fue maravilloso jugador, acaba de morir olvidado y en la indigencia. Hace ya bastantes años que vivía prácticamente de la caridad pública. Daba pena verle, si se evocaba siquiera por un momento la gloria de su pasado, en el que fue, en los tiempos anteriores a la guerra, ídolo de miles de aficionados sevillanos y uno de los grandes extremos españoles de aquel entonces», escribía la pluma de Antonio Lemus en el Diario de Las Palmas unos días después del trágico final de un futbolista de época.

La vida de Timimi se apagó con solo 49 años el 26 de enero de 1960 en el Hospital San Martín. Lo hizo preso de la cadena del alcohol, al que sucumbió una y otra vez, en una existencia marcada por el balón, que siempre fue el eje central de sus días. La transición de la retirada de los terrenos de juego se le atragantó, en una época donde el profesionalismo en el balompié no resolvía una jubilación anticipada.

La suerte acompañó a Timimi al mismo tiempo que le fue esquiva. Estuvo de su lado cuando firmó en Nervión, con los colores del Real Club Victoria, un partido memorable. El conjunto grancanario había levantado el título de Canarias en 1930 y le tocaba dar el salto al escenario nacional. Su rival, el Real Valladolid. El Victoria tuvo que jugar como local en Sevilla y le enseñó a cuál era el fútbol que marcaba el pulso de las Islas. Timimi, un niño de 18 años, regateó todo lo que pudo y fue uno de los artífices del 5-1 que arrasó con el Valladolid. Su actuación no pasó desapercibida en Sevilla.

De tres en tres

Timimi tenía ya un nombre fuera de Canarias. La técnica y la velocidad eran los principales fuertes de aquel chico moreno curtido bajo el sol de Las Palmas de Gran canaria. Unas semanas más tarde, el Victoria acordó su traspaso al Betis junto a dos compañeros más, Adolfo y Juan Martín. La cifra, nada despreciable para la época: 18.000 pesetas directas a las arcas del Victoria.

El extremo vivió a partir de ahí una época gloriosa en el Real Betis. Para empezar, alcanzó la final de Copa en 1931, en el primer partido por el título al que lograba acceder un club andaluz. Por el camino, el Betis dejó al Murcia o Real Madrid para caer ante el Athletic Club en la final (3-1). Aquello solo fue el inicio para Timimi. Al año siguiente ascendió a Primera División como preámbulo del día más grande de su carrera y uno de los más recordados en el club de las trece barras: el campeonato de la Liga. Era el 28 de abril de 1935 y el Betis, dirigido por el irlandés Patrick O’Connell, tumbó al Racing por 0-5 en Santander. Todo en plena feria. Sevilla era bética.

Y llegó la Guerra Civil

Las cosas se empezaron a complicar entonces para aquel niño que empezó a pelotear en el Pequeño Marino, dio el salto con los mayores y cambió los colores por los de su eterno rival, el Victoria. Enfrentado con la directiva, Timimi se pasó un año en blanco, como recoge Alfonso del Castillo en manquepierda.com. Esta vez la suerte no estuvo con él. El extremo grancanario estaba en la órbita del Real Madrid cuando estalló la Guerra Civil, que quebró su fichaje por el equipo de Chamartín.

En los años del conflicto bélico, Timimi aparecía en alineaciones de distintos equipos, algo habitual en el periodo de la Guerra Civil, donde completar equipos para disputar partidos –siempre con afán recaudatorio, bien para sufragar gastos de la contienda o con carácter benéfico– era un jaleo.

El RC Victoria encumbró al extremo, que jugó en el Madrid, para acabar sus días de fútbol en Granada

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En 1939, con el triunfo de las fuerzas franquistas y la imposición de la dictadura en España, el fútbol regresó para Timimi. Esta vez parecía que la fortuna sí estaba con él: de punta en blanco para el Real Madrid. No obstante, nunca llegó a jugar un partido oficial con el conjunto que dirigía Francisco Bru. Los años perdidos en la Guerra Civil menguaron su capacidad física, pero no desistió en su empeño por volver a jugar al fútbol. Tenía 28 años.

Tras la decepción que vivió en Madrid, donde solo jugó encuentros de carácter regional o amistosos, Timimi se marchó a Granada, en Segunda División. Su fútbol se apagó con una grave lesión que apenas le dejó demostrar el talento que le hizo un hueco infinito en la historia del Betis.

Su regreso a Gran Canaria, desvela el escritor Santiago Gil en una conversación con el desaparecido periodista José Rivero, le llevó hasta Santa María de Guía. Sus problemas con las botellas se agudizaron tras la retirada. Pero en el Norte de la isla encontró trabajo en fincas y, de nuevo, el fútbol. Como entrenador del Tirma se pegó de nuevo al balón.

El regreso a la capital le volvió a meter en el oscuro mundo del alcoholismo. Su imagen se fue degradando y esquivó, víctima de sus debilidades y adicciones, «cualquier intento de ayuda», señala Lemus. Desde el Victoria a excompañeros. La marginalidad le atrapó y le arrebató la vida a todo un campeón.

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