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Carla Suárez TENISTA DE ÉLITE

«Mi cuerpo no reacciona igual que antes»

Carla Suárez. Álvaro Monge

La pandemia había cancelado los torneos. A finales de junio de 2020 empezó a sentir náuseas y cansancio. Creyó que era pasto de coronavirus, pero las pruebas descubrieron un linfoma de Hodgkin, un cáncer. Tras luchar contra él, Carla Suárez volvió a jugar y hasta ha ido a los JJOO de Tokio.

¿Los médicos le han dado permiso para jugar tanto?

Han dicho que escuche mi cuerpo, y que si no aguanta, afloje. Yo salgo siempre a la pista a ganar, pero era consciente de que –comparada con el resto de mis compañeras– no tenía opción a medalla, como la tuve en los Juegos de Río. Mi cuerpo no reacciona igual que antes. Esta vez fui a participar.

¿Tenía algún ritual previo preparado?

No. Solo que nunca he podido jugar un partido sin ducharme antes.

¿De veras? Pensaba retirarse en 2020, y todo se conjuró en contra.

En 2019 anuncié mi retirada. Mi cuerpo y mi mente ya no iban a una, no afrontaba los entrenamientos con la motivación necesaria. Incluso llegué a sufrir: en 2015 empalmé nueve derrotas en primera ronda seguidas. Así que cuando se declaró la pandemia pensé que había llegado en marzo lo que me iba a encontrar en noviembre.

Encontró algo peor.

Sí. Pero los médicos me dijeron que solo tenía afectado el mediastino anterior [la región entre el pericardio fibroso y el esternón]. De las ocho sesiones de quimio, solo lo pasé mal en dos. ¡Hasta pasé el covid durante la radioterapia! A los dos meses de tratamiento, había desaparecido gran parte. No he tenido miedo.

Lo quiso hacer público.

Tenía que dar un explicación del porqué, después del confinamiento, renunciaba a dos torneos como el US Open y Roland Garros. No sabía si me iba a curar o no. Si la cosa duraría tres meses o tres años.

¿Sintió el calor de los colegas?

Mucho. Incluso una de las hermanas Williams me escribía cada dos semanas.

¿Qué tal saltar de nuevo a la pista de Roland Garros?

Sí que pensé «puede ser tu último partido aquí», pero salí a ganar. Y tuve cerquita la victoria.

"Era consciente de que en los Juegos de Tokio no tenía opción a alcanzar una medalla»

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¿Diría que la enfermedad le ha afectado?

Poco. Le afectó mucho a la familia. A mi padre –persona de riesgo– no lo vi hasta el pasado febrero.

En casa nadie jugaba al tenis, ¿no?

Nadie. Mi madre era profesora de educación física y, como tenía que quedarse de 4 a 5 en la escuela, me apuntó a todas las extraescolares. Un año salió el tenis y allá que fui.

¿Qué habría sido de usted, si no?

Cuando me formulan esta pregunta, me invento la respuesta. No lo sé. Desde los 14 años que no hago otra cosa.

Sabemos de su revés prodigioso. ¿Qué no sabemos?

Igual que soy un poco introvertida. Siempre he sido más de escuchar que de hablar. Quizá no me atrevo a decir las cosas.

"De ocho sesiones de quimio, solo lo pasé mal en dos. ¡Hasta tuve Covid durante la radioterapia!»

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Habla libremente de su pareja, la futbolista Olga García.

Dar visibilidad a ciertos temas es más sano y abre camino.

Ellos no lo hacen.

Quizá por miedo al rechazo de los patrocinadores, o de los propios equipos. En mi caso, tratándose de un deporte individual–yo soy la capitana de mi barco–, no he tenido ningún problema.

Después del tenis, ¿qué?

Descansar. No hacer nada. Salir de las redes sociales. He hecho una pequeña inversión en un restaurante en el que mi hermano es el chef. Quiero ocuparme del negocio.

Y de ser madre, tengo entendido.

Es algo que tengo claro desde que, hace cinco años, conocí a Olga. Otra cosa es que pase.

"Desde que deje el tenis descansaré. No haré nada. Me iré de las redes sociales»

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Curiosidad. ¿De qué hablan una tenista y una futbolista en casa?

De todo. De deportes, mucho. Me gusta verlos en directo y por la tele. Y eso que nunca he sido muy competitiva.

¡Qué dice!

No entiendo la vida como una competición. Y eso lo traslado a mi deporte.

Así, tendrá amigas de la cancha.

Sí tengo, sí. Con la italiana Sara Errani, con la que me he enfrentado en muchos partidos, nos contamos cosas personales.

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