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Alpinismo

‘Anto’ afronta su primer ochomil

El montañero Antonio Miguel Pérez iniciará el próximo día 30 una expedición en la que intentará ascender sin oxígeno al Manaslu, la octava montaña más alta del planeta

Antonio Miguel Pérez, ‘Anto’, posa en el Mirador de Humboldt, en su municipio natal. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Después de media vida de expediciones fuera del foco mediático, el orotavense Antonio Miguel Pérez pone rumbo al Manaslu, en Nepal. Cartero de profesión, se ha marcado un reto que tuvo que suspender en 2020 por las restricciones de la pandemia y que cuenta con un trasfondo benéfico: obtener dinero para las acciones de la asociación Pichón Trail Project con enfermos de esclerosis múltiple y sus familias.

Antonio Miguel Pérez, más conocido como Anto, tiene ya currículum montañero. Este aventurero permaneció durante años fuera del foco mediático y realizando expediciones por su cuenta y sin otro objetivo que disfrutar de ellas. El Muztagh Ata (7.546 metros), en China; el Pico Lenin (7.134), entre Tayikistán y Kirguistán; el Illimani (6.438), en Bolivia, y el Mera Peak (6.479), en Nepal, son las principales cumbres que ha hollado. Hasta ahora. Anto afrontará en breve su primer ochomil, el Manaslu, en Nepal y de 8.163 metros, la octava montaña más alta del planeta. Será en un reto del modo más autónomo posible (sin oxígeno ni sherpas, los porteadores del Himalaya en los que se apoyan muchas expediciones) y con un trasfondo benéfico.

Los también montañeros Pako Crestas y José María Ponce, catalán y alicantino, respectivamente, acompañarán al isleño en una aventura que se prolongará entre el 30 de agosto y el 10 de octubre. Sus gastos los ha logrado financiar gracias al apoyo de dos personas que prefieren permanecer en el anonimato. «No buscan ningún beneficio económico ni publicitario; son de mi municipio y les hace ilusión que alguien de allí emprenda un reto de este tipo», explica sobre sus particulares mecenas. La única institución pública que colabora con él es el Ayuntamiento de su localidad. Esta administración le aportó mil euros que han sido «redirigidos» a un fin de carácter social: confeccionar unas camisetas conmemorativas para venderlas y que el beneficio se destine a la iniciativa que la asociación Pichón Trail Project realiza con enfermos de esclerosis múltiple y sus familiares.

Cartero y montañero

Anto, de 50 años, es un rostro conocido en pueblo natal por su profesión de cartero, media vida callejeando y tocando en cada puerta. El kilómetro cero de su trayectoria deportiva está, con ocho años, en el Teide. «Mi padre subía porque le gustaba la montaña; lo que pasa es que la gente de aquella época poco tiempo tenía para eso, sino que estaba todo el día trabajando», rememora. «En aquel entonces, él organizó una excursión con la familia y yo subí al Teide por primera vez con ocho años», apunta sobre una jornada de la que guarda un recuerdo «muy bonito». Vinieron después las acampadas con amigos y, más tarde, esos mismos amigos dejando la actividad porque iban cambiando de preferencias vitales. «Poco a poco, los amigos iban teniendo novias y yo me quedé ahí enganchado a la montaña. Al final terminé caminando solo porque la gente se iba yendo para un lado u otro», expresa.

El desafío contará con unas camisetas conmemorativas que se venderán con fines benéficos

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El siguiente paso fue recorrer el Archipiélago y, a continuación, ya en Correos y con un sueldo, empezó a dedicar sus vacaciones anuales a una expedición. «Desde mis primeras vacaciones, todas fueron destinadas a la montaña», precisa. «Empecé a ir a Los Pirineos durante varios años y di después el salto a Los Alpes y estuve haciendo cuatromiles por allí. He ido por escalones, poco a poco. Estuve yendo otros cuatro o cinco años a Sudamérica, a Los Andes, donde están los grandes cincomiles y seismiles. Allí subí seismiles en Bolivia, Chile, Ecuador, Argentina… También fui a África», añade. «Con más confianza y habiendo subido unos cuantos seismiles en Sudamérica, empecé en el Himalaya, que es donde se encuentran las montañas de 7.000 y 8.000 metros. Allí he visitado muchos países: la India, Nepal, Irán, Kirguistán, China...», completa. Por mencionar algunos de sus principales hitos desde el punto de vista deportivo, ascendió al Kala Patthar (5.643 metros), en Nepal; al tanzano Kilimanjaro (5.895), la montaña más alta de África; al Licancabur (5.920), entre Bolivia y Chile; al Acamarachi (6.046), en Chile; al Huayna Potosí (6.088), en Bolivia; al Stok Kangri (6.153), en la India; al Imja Tse (6.189), más conocido como Island Peak, en Nepal; al Sajama (6.542), en Bolivia, y al Llullaillaco (6.739), entre Argentina y Chile. Ahora bien, asegura que los metros no son su principal motivación.

«Mis viajes no son solo la montaña; me gusta meterme en el país. He vivido en Los Andes experiencias muy bonitas, y ya ni te cuento en África... El viaje que hice a Etiopía fue de un enriquecimiento brutal en cuanto a conocer otras culturas», manifiesta. En parte por esa forma de entender el montañismo, y hasta que su amigo José Maza le recomendó que se moviese en las redes sociales (su nombre en ellas es Anto Illimani Mera, en honor de dos de sus principales cumbres), actuó siempre anónimamente.

Una expedición compleja

Esta nueva expedición ha estado marcada por la covid. Anto la tenía prevista para 2020, pero la tuvo que posponer ante las dificultades y los cierres fronterizos. «Los permisos son un poco engorrosos, pero se hacen y ya está; lo peor ha sido la incertidumbre», señala cuando se le pregunta por los preparativos para este largo viaje. «De entrada son dos días de vuelos. La idea es estar en Katmandú dos o tres días para trámites burocráticos, permisos, comprar lo que haga falta… Y después tenemos que hacer un trekking de aproximación a la montaña, que son cinco días caminando por pueblos nepalíes, por el Parque Nacional del Manaslu», relata. Al quinto día, él y sus compañeros llegarán al campo base y, a partir de ahí, serán unos 25 días en la montaña.

La previsión es que el aventurero y sus compañeros de expedición estén 25 días en la montaña

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Los preparativos los ha realizado, como no podía ser de otra forma, en el Teide. «La intención inicial es subir sin oxígeno y de la forma más autónoma posible», destaca sobre una decisión tomada por motivos económicos pero también porque es como realmente más le gusta la aventura. Es decir, él y sus piolet, los crampones, los mosquetones... y la montaña en estado puro.

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