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Un ‘volcán’ al volante

La piloto francesa Michele Mouton, única mujer capaz de ganar varias pruebas del Mundial de rallys | Estuvo relacionada con Gran Canaria organizando la Carrera de Campeones

La piloto francesa Michele Mouton, en una imagen de archivo, dentro de su coche durante una prueba. | | LP/DLP

Michelle Mouton, ‘El Volcán’, llegó al automovilismo por simple casualidad. Su padre, un empresario que había hecho algo de fortuna en los años 60, tenía buenos coches, pero sus dos hijas nunca le prestaron excesiva atención al garaje de casa más allá de sacar la licencia de conducir y tener un medio para desplazarse. Acabó ganando varias pruebas del Mundial y estuvo cerca de ganar el certamen mundialista.

La vida de la piloto francesa Michelle Mouton cambió el día que Jean Taibi, un buen amigo que estaba perdidamente enamorado de ella y participaba en rallys a nivel aficionado, la invitó a ser su copiloto en el Rally de Montecarlo. Aquella experiencia supuso una revelación para ella, seducida por el ambiente, la velocidad y la adrenalina. En cuanto pudo, con la ayuda de Taibi, empezó a entrenar y a disputar sus primeras pruebas. Aprendió rápido. Tenía buenas manos, grandes reflejos y agallas para enfrentarse a cualquier desafío. No tardaron en llegar los buenos resultados en pruebas modestas, limitadas a mujeres en la mayoría de los casos. Un día, su padre, que sí advertía las condiciones para el pilotaje de su hija, se sentó con ella y le hizo una propuesta. Él le financiaría una temporada. Si al cabo de ese tiempo los resultados no eran satisfactorios, se olvidaría para siempre del automovilismo.

Dicho y hecho. Mouton se hizo con un Renault Alpine y en 1975, con 24 años, se estrenó en Córcega en una prueba del Mundial. Su llegada supuso una conmoción. Una mujer en un mundo absolutamente masculino. Soportó con estoicismo las bromas, los comentarios en voz baja e, incluso, más de una falta de respeto. Para ella eso no fue lo peor. Sufrió para adaptarse a la exigencia física de una competición de tan alto nivel, donde no existe un segundo de descanso ni de relajación, donde una curva sucede a otra inmediatamente. Pero aprendió deprisa. Ganó su categoría y descubrió entonces que las cosas para ella siempre iban a resultar más costosas. Numerosos equipos reclamaron a los jueces porque consideraban que en su coche había truco, que era imposible que una mujer hubiese ido más rápido que ellos. De noche, en el parque cerrado, los comisarios desmontaron el Alpine de Mouton para resolver que allí no había nada extraño y que su coche era como el resto. Ese desagradable episodio no hizo otra cosa que disparar su fama.

En 1982, peleando por el título, una avería y la noticia de la muerte de su padre la relegaron al subcampeonato

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Le llegaron patrocinadores como Elf, más invitaciones para correr y el ofrecimiento de Fiat para convertirla en piloto oficial de la escudería a los mandos de un 131 Abarth. Ese coche fue su universidad. Era complicado de conducir y exigió lo mejor de Michele Mouton. Logró buenos resultados en el Campeonato de Francia y también en el Europeo de rallys, pero lo mejor estaba por llegar.

En 1981 el teléfono sonó en su casa de Grasse. Alguien le hablaba en inglés y ella apenas comprendía lo que le estaban diciendo salvo «Audi» y «cuatro ruedas motrices». La firma alemana hacía tiempo que venía trabajando en un modelo con tracción a las cuatro ruedas y quería ponerla al volante de uno de sus coches. El salto era inmenso, a todos los niveles. En el fondo aquello era una operación de marketing de Audi que deseaba llamar la atención y sabían que nada tendría tanto impacto como poner a una mujer en uno de sus coches en el Mundial. Su compañero de escudería era el finlandés Hanu Mikkola y ella eligió como copiloto a la italiana Fabrizia Pons.

La temporada empezó mal para Audi por los problemas de fiabilidad del coche, que pronto descartó a Mikkola y Mouton de cualquier esperanza de estar en las primeras plazas en la general. Pero a mitad de año el coche empezó a dar síntomas de mejora hasta que llegaron a San Remo en octubre. Mouton comenzó de forma discreta porque el primer día se corría por asfalto y el Audi Quattro era infinitamente inferior a sus rivales.

«Si me gana un mujer me retiro»

Pero el segundo día, en los tramos de tierra, voló para situarse líder de la general por delante de Ari Vatanen quien llegó a decir que «si una mujer me gana me retiraré». La cuestión es que en la tercera jornada la diferencia se fue hasta casi los tres minutos. Mouton parecía tenerlo todo controlado hasta que un problema en el embrague complicó todo y dejó la diferencia en apenas 30 segundos. La perspectiva no era buena porque los tramos de la última jornada se suponía que favorecían al Ford Escort de Vatanen. Con el Mundial en el bolsillo, el finlandés salió el último día desbocado, Mouton lo llevó al límite y acabó por cometer un error. Entró muy pasado en una curva y allí se dejó sus esperanzas de ganar ese rally. La francesa no cometió errores y firmó la primera victoria de una fémina en una prueba del Mundial de rallys, la primera además que conseguía el Audi Quattro. Lo que había comenzado como una operación publicitaria de la firma alemana había resultado un éxito deportivo absoluto.

En 1982, las cosas fueron aún mejores. El Audi ya era un coche de una solidez apabullante que reunía en sus filas a Mikkola, Mouton y el recién llegado Blomqvist. Deseaban por encima de todo el Mundial de constructores y, si podían, que alguno de los suyos se llevase el título de pilotos. Una placa de hielo retiró a Mouton en Montecarlo donde el Ascona de Röhrl emergió como la gran amenaza para los Audi. Las cosas cambiaron en Portugal donde la francesa dio una lección en el tramo de Arganil, bajo una niebla espesa. Allí, en carreteras imposibles por los cientos de miles de aficionados portugueses que llenaban las cunetas, se comió a Röhrl y a sus compañeros de equipo para conquistar el segundo rally del Mundial de su carrera. El bávaro, un tipo arrogante que no encajaba bien la derrota, dijo entonces que «un mono podía ser más rápido que ella en un Audi» para desmerecer la victoria de la francesa. Una vez más, Mouton se enfrentaba a los estereotipos y al machismo más rancio. Pero nada la apartó de su camino. El Audi siguió cosechando buenos resultados, aunque sus pilotos alternaban victorias con errores que los dejaban sin puntos. Ella era la más regular. Ganó el Acrópolis bajo un calor infernal, lo hizo también en Brasil y a falta de dos carreras (Costa de Marfil e Inglaterra) estaba segunda a siete puntos de Röhrl. Los pronósticos la señalaban a ella porque el Audi debía ser mejor en los caminos de Costa de Marfil y eso le haría llegar a Inglaterra con la calculadora en la mano.

Adiós al título

La mañana antes de comenzar el Rally de Costa de Marfil recibió en su habitación la llamada de su novio en aquel momento. Su padre acababa de morir debido al cáncer que padecía. El mundo de Michele se vino abajo en ese instante. Nadie había creído en ella como su padre que siempre la acompañó por el mundo hasta que la enfermedad hizo imposibles los viajes. Su idea era plantarlo todo y marcharse a Francia, pero su madre se puso al teléfono para convencerla de que debía correr por su padre. Solo Fabrizia Pons, su copiloto, supo la noticia. Mouton se la ocultó al resto del equipo y salió a correr en un complicado estado emocional.

El Audi voló por aquellos caminos de tierra rojiza durante la primera jornada de tramos interminables. Una hora de ventaja llegó a acumular Mouton sobre Röhrl tras las primeras jornadas. Convirtió la tristeza en furia y se lanzó en busca del título mundial que parecía acariciar. Pero en la tercera jornada llegaron los problemas. Primero la caja de cambios, después el embrague… La ventaja se desvaneció y su cabeza dejó de estar donde debía. Salió el último día por detrás de Röhrl, con apenas unos minutos de desventaja, dispuesta a ganar pero su nivel de concentración ya no era el mismo. Cometió un error en una curva, volcaron y sus esperanzas de conquistar el Mundial se quedaron tiradas en aquel camino de Costa de Marfil. Su familia esperó para que las exequias fúnebres de su padre se hiciesen a su vuelta a Francia. Michele Mouton finalizó segunda el Campeonato del Mundo y Audi ganó el título de constructores. Pero era evidente que se le había escapado la oportunidad de hacer más célebre su aventura.

El año siguiente cambiaron muchas cosas. Llegaron al Mundial los Grupo B, las bestias indomables de potencia descontrolada y escasa fiabilidad, que convertían en una lotería muchas de las carreras. Para Michele estar en el Mundial sin su padre ya no era lo mismo. La vida comenzaba a pedirle otras cosas. Redujo su calendario y comenzó a reorientar su carrera. En 1986, en el Rally de Córcega, se produjo el trágico accidente que acabó con la vida de Henri Toivonen, tantas veces rival suyo, y su copiloto Sergio Cresta. Fue el día que se acabaron los Grupo B y que Michele Mouton decidió que ya no tenía sentido jugarse la vida en las carreteras. Llamó a casa y dijo que se retiraba para siempre, que no volvería a competir. Y así fue. La francesa se marchó del automovilismo como la única mujer que ha ganado a los hombres en el Mundial de rallys. Sus cuatro triunfos son historia de este deporte como lo es el subcampeonato del mundo de 1982, aquel que su padre, convencido de que iba a ser suyo, ya celebraba los días antes de morir.

Michele Mouton tuvo una estrecha relación con Gran Canaria. Durante años, con su exesposo Frederik Johnson y el promotor canario 3RO con Roberto del Rosario, organizaban en la Isla la célebre Carrera de Campeones, una prueba espectáculo con las principales estrellas del automovilismo mundial.

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