La ola que cambió la vida de Gary González, el surfero que volvió a nacer en Isla de Lobos
Un 2 de enero de 2023, una ola le hizo perder su ojo derecho
Después de tres cirugías, sigue surfeando e incluso se plantea competir a un nivel adaptado

Carla Gil Alberiche
Las playas de La Garita y El Hombre le vieron crecer, pero fue en la Isla de Lobos, en Fuerteventura, cuando resucitó un 2 de enero de 2023. Después de toda una vida surfeando y compitiendo, con su padre como uno de los mejores maestros sobre la tabla, una ola marcó la vida de Garehaga González, más conocido como Gary. Parecía un inicio de año normal, pero una excursión a Isla de Lobos junto a unos amigos cambió su vida por completo. Una zona peligrosa, unas olas no aptas para todo tipo de surferos y una valentía innata que le hizo sobrevivir al peor episodio de su historia.

Gary González preparándose para coger olas / Andrés Cruz
«Mis amigos no se atrevieron a entrar debido al tamaño de las olas, pero yo me metí y empecé a hacer tubos», narra Gary. «En la sexta ola, vi que no salía, que me revolcaba la ola y sentí que algo me golpeaba fuerte el cráneo», recuerda. Fue entonces cuando se dio cuenta de que algo iba mal, y que su ojo derecho era el principal perjudicado. «Abrí y cerré los ojos y me di cuenta de que no veía, me puse la mano en el ojo y me di cuenta de que lo tenía fuera». En ese momento, solo ante la agresividad del mar, Gary vio su vida pasar a través de una serie de imágenes, como si de una película se tratase. «Ahí empecé a pensar que me iba a morir», comenta.
No eran las olas más peligrosas a las que se había enfrentado, pero un accidente puede ocurrir en cualquier momento. De hecho, según expresa Gary, fue en el momento en el que intentó remar hasta el barco de sus amigos cuando pudo ver la ola más bonita hasta el momento. «Era preciosa», dice. «Me metí debajo del agua y pude conectar conmigo mismo gracias a los cursos que había hecho anteriormente», explica. Tuvo que luchar con los pensamientos obsesivos que le estaban alcanzando la mente, manteniéndose positivo y sin dejarse ganar por la muerte, que le perseguía de cerca. Al salir del agua y alcanzar al grupo, el resultado fue una hemorragia interna a consecuencia de la pérdida del ojo, el nervio ocular cortado y los huesos, músculos y nervios rotos.
Tres cirugías
La consecuencia fue la pérdida de su ojo derecho y tres cirugías, la última de ellas en diciembre de 2024. «Tuve que aceptar que no iba a ver, pero lo primero que pensé fue que si me quedaba ciego, mi hermano gemelo y mi padre me volverían a llevar a la playa, pero nunca se me pasó por la cabeza dejar este deporte, mi deporte», señala. Una de las piezas más importantes del puzle fue su hermano Bentor, su gemelo y compañero de vida. «Cuando me pasó todo esto, mi hermano estaba viviendo en Australia y quise llamarle y explicarle yo mismo lo que me había pasado. Quería que me escuchara y se quedara tranquilo», rememora. A las dos semanas, Bentor apareció de sorpresa para protagonizar con Gary uno de los momentos más especiales en la familia. Llantos, abrazos, y el alivio de que pese a todo estaban abrazados de nuevo.

Gary González / Andrés Cruz
Su historia de superación le ha llevado a hacer un documental sobre su historia, que probablemente vea la luz a final de este 2025. «En esta mini película de mi accidente y mi recuperación quiero demostrar el poder de la salud mental y el cuidado personal interior, porque es el que puede ayudar a las personas a sobrellevar todo de una manera menos dañina en situaciones complicadas», expresa. Gary González volvió a nacer un 2 de enero de 2023, y fueron sus pensamientos los que le ayudaron a salvarse. «Si lo negativo se hubiera apoderado de mi no habría tenido las fuerzas de salvarme, porque en uno de los momentos en los que intentaba remar para llegar hasta mis amigos mi cuerpo empezó a apagarse, y me vino a la cabeza una imagen de mis amigos y familia y eso me ayudó a seguir», confiesa.
Regreso al mar
No tardó demasiado en volver al agua después de su accidente, y cinco meses después ya estaba enfundándose la licra. Un momento emotivo en el que le acompañaron sus padres, su hermano pequeño y sus amigos. «Fuimos a la Cícer y estaba ansioso por volver a disfrutar con la tabla. La segunda ola que cogí pude llegar a la orilla y todos empezaron a animarme, entonces me volvió la misma sensación del accidente, me vino el éxtasis de que estaba vivo y estuve llorando unos minutos abrazado a mi gente», señala Gary.
El mar siempre gana. Esa es una de sus conclusiones después de lo sucedido. Además, asegura que su vida no ha cambiado, puesto que sigue haciendo lo mismo de antes. Eso sí, el accidente le acompaña y le acompañará siempre. «A veces estoy durmiendo y me despierto desubicado con flashes de lo que pasó, entonces tengo que buscar rápido la luz», explica. Su día a día, después de todo, es tranquilo. Meditar viendo el mar, entrenamiento, cuidar sus estudios y si tiene tiempo, desconectar sobre las olas. «A la hora de hacer surf, lo único que me ha limitado es a nivel visual, que todo me parece más rápido, y que tengo que utilizar un casco», apunta Gary González.
Ahora, su ilusión no es otra que vivir al máximo y verse como profesor de educación primaria. El surf, por supuesto, va a seguir presente en su vida. De hecho, se plantea competir a un nivel adaptado. «No podría vivir sin practicarlo, es mi tranquilidad, mi confort y mi desconexión». Un estilo de vida ligado al mar y una historia de superación de la que aprender para entender que hay que luchar para vivir.
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