El reloj marcaba el minuto 87 y la Unión Deportiva Las Palmas, errante en su caminar por el Heliodoro Rodríguez López, merodeaba por el abismo, en conmoción, sacudida por un inapelable gol de Melli (1-0, min. 51) que iluminaba la senda de un acongojado Club Deportivo Tenerife.

El horizonte, en ese preciso instante, a tres minutos para el final de una tensa función, se fundía en negro para los intereses del equipo de Paco Jémez. Todo parecía desmoronarse alrededor del conjunto amarillo, cerca de la orilla, batido por el rival más acérrimo y metido de lleno en la zona de descenso a Segunda B. Justo hasta que apareció el pie izquierdo de Mauro Quiroga, empeñado en alcanzar un balón centrado desde la banda derecha por Quero.

Tuvo premio la obstinación del delantero argentino que, con más empeño que nadie, cazó la pelota para, con un preciso toque, batir a Sergio Aragoneses y mandar parar un derbi canario más vehemente que espléndido, marcado por la sobrecogedora situación de dos equipos, CD Tenerife y UD Las Palmas, condenados a sumar puntos con apetito voraz desde ya para evitar la caída a Segunda B.

Llegó la UD Las Palmas al cierre del encuentro con la soga al cuello, castigada por otro desacierto al cubrir la propia portería al defender un saque de esquina, pero jamás mereció salir sin premio del estadio Heliodoro Rodríguez López, decorado donde se escenificó un drama entre dos equipos atrapados por mil y una dudas.

Pocas veces tendrá la UD Las Palmas una oportunidad mejor para asaltar la guarida del CD Tenerife. Timorato, receloso, asustadizo por el peso de la condición de colista que arrastra el navío blanquiazul, Juan Carlos Mandiá condicionó su alineación y condenó a su ya ex equipo a la dependencia total de las prestaciones del rival. Fue el último despropósito de un técnico que lacró el día con su despido.

Revelador fue el dictamen de Juan Carlos Mandiá de situar a Pablo Sicilia como mediocentro, bajo la función de guardaespaldas de Jonathan Viera. No falló el defensa blanquiazul, disciplinado a sol y a sombra, en su faena. Desenchufado el hábil delantero, a la UD Las Palmas se le apagan las luces. Da igual el rival. Ni siquiera importan su pelaje ni su condición. Sin Jonathan Viera en armonía, el juego amarillo no fluye, la pelota se desplaza desde la discontinuidad y atacar se convierte en un ejercicio de ilusionismo.

Aragoneses frena a Quero

Y más si, a tanto impedimento y a tanta contrariedad, se suman la merma de fulgor y precisión en el juego de David González y Javi Guerrero, a algo más de una pulgada de distancia del espléndido nivel de juego que ofrecieron en el primer tramo de liga.

Ante la confusión en la línea de ataque, la UD Las Palmas prosperó desde la defensa, línea bajo sospecha durante toda la temporada tras encajar 39 goles antes de la cita en Santa Cruz. Con David García y Juanpe de baja (ambos por lesión), a Paco Jémez le tocó experimentar con una fórmula inédita esta temporada: Samuel y Pignol como pareja de centrales, acompañados por Aythami y Ruymán en los dos laterales.

El desenlace del ensayo fue sobresaliente para la zaga de la UD Las Palmas que, desde la sobriedad y la contención, serenó la apocada embestida del CD Tenerife, muy lejos del nivel de peligrosidad que se presupone a una plantilla en la que militan futbolistas tan venenosos en ataque como Nino, Natalio, Kome, Omar, Juanlu o Iriome.

Sujeto el CD Tenerife, atemorizado por sus propios miedos y señalado por una afición defraudada, a la UD Las Palmas -tras 20 minutos de aguante y paciencia- le dio por sacudirse complejos y, tímidamente, estirar todas sus líneas para ganar metros y rondar la portería defendida por Sergio Aragoneses.

El más insolente de todos los jugadores de la UD Las Palmas, en la faena de intimidar al conjunto blanquiazul, fue Quero. Rápido, agudo y vertical por el extremo izquierdo, el futbolista de Vallecas gozó de dos ocasiones espléndidas para noquear a un rival superado por una situación de tragedia considerable.

En ambas acciones, que transcurrieron en un tramo de tiempo no superior a los 60 segundos (m. 24 y 25), Aragoneses (con dos paradas de dulce) apareció como redentor para un CD Tenerife achantado, estado de inferioridad manifiesta que el equipo de Paco Jémez no aplicó en beneficio propio para encarrilar el duelo, rematar a un adversario cercano a la rendición y llenar la mochila de ilusión para la pendiente, de 21 jornadas, que le resta por ascender.

Pero no está tampoco la UD Las Palmas para muchas alegrías, en afilada deflación. No gana el equipo de Paco Jémez desde finales de noviembre, momento desde el que acumula siete jornadas consecutivas sin llevarse una acaramelada victoria a la boca.

Enésimo palo a balón parado

Indultado en la primera mitad, el CD Tenerife salió a todo tren tras el descanso, tal vez consciente de la relevancia de un partido con carácter de final. Apareció en el césped tan fuerte el equipo blanquiazul que arrinconó a una UD Las Palmas superada, simplemente, por fogosidad.

Apretó tanto el CD Tenerife que, en el único saque de esquina que disfrutó en toda la segunda mitad, Melli batió de un impepinable remate de cabeza a Mariano Barbosa, desorientado en la salida (1-0, min. 51).

El gol provocó que, durante 20 minutos, la UD Las Palmas se tambaleara por el terreno de juego. Incapaz de reaccionar, el CD Tenerife incluso gozó de minutos de tranquilidad, con la pelota lejos de Aragoneses.

Acabó Paco Jémez con el sosiego del CD Tenerife con tres movimientos de fino calculador: la inclusión al partido de Pedro Vega, Jorge Larena y Mauro Quiroga, que con hambre de gloria revolcaron el juego de la UD Las Palmas hasta que, a tres minutos del final, una suave caricia de Quiroga mutó el resultado y, probablemente, la línea descrita por los dos equipos.

Sólo con un gol, con un punto, se crea una inmensidad. Es la inalterable ley del fútbol.