Como en las malas películas de intriga, lo peor del espectáculo es que antes de comenzar, con la primera escena, ya se intuía el final. Lo probable, lo previsto en un campo inhóspito como el Villamarín, se cumplió sin que la Unión Deportiva le pusiera reparos al asunto. La goleada, un nuevo escarnio, esta vez del Betis, no es sino el resultado lógico de un encuentro con un solo dueño. El equipo de Pepe Mel mandó desde el primer minuto de juego hasta el último, mientras las sombras amarillas trataban de encontrarse sobre el terreno con escasa pericia. Nada de combinación, pérdidas absurdas de la pelota y nula contundencia dejan tras de sí un equipo de mínimos. La derrota además acarrea consecuencias nefastas en la tabla de Segunda, pues la salvación ya se encuentra a cuatro puntos. Se abre, por tanto, una brecha clasificatoria sustancial, pero también moral con imprevisibles consecuencias en las jornadas venideras.

Tiene trabajo Juan Manuel con esta tierna Unión Deportiva. Por ejemplo, controlar las jugadas a balón parado. Tres goles del Real Betis llegaron por el mismo camino, aunque por vericuetos diferentes.

Estaba cantado que la salida de los verdiblancos iba a ser briosa, casi imparable, de esas que encajonan al rival y le obligan igualmente a sufrir y a descifrar qué crucigrama le plantea el adversario. La respuesta al chaparrón fue tibia, en el primer córner del partido, el centro medido de Salva Sevilla encuentra libre de marca a Rubén Castro que, tras controlar levemente, incrusta la pelota en la puerta de Barbosa. A partir de ahí, miradas al suelo de los futbolistas de la Unión Deportiva y chaparrón verdiblanco.

Al amparo del sacrificio de sus mediocentros, Beñat y Salva Sevilla, y a la habilidad de sus cuatro atacantes: Rubén Castro y Ezequiel por los costados, y Emaná y Jorge Molina por el centro, los anfitriones fueron cerrando todos los caminos a Las Palmas, que trataba de oxigenarse con pelotazos directos a Mauro Quiroga. El marcador cuando no se había llegado al cuarto de hora pudo aún haber engordado más para los verdiblancos, primero en un contragolpe de Rubén Castro, que lanzó fuera por poco; y después, en un chut del omnipresente Emaná que paró Barbosa con apuros. El portero argentino salvó a su equipo de encajar una derrota aún más deshonrosa.

La primera noticia que se tuvo de la Unión Deportiva en ataque fue una internada de David García, con un precipitado lanzamiento fuera desde el balcón del área. Era el minuto 20 y, aunque el Betis tenía controlada la cuestión, los peloteros amarillos (Viera, David González y Guerrero) empezaron a combinar tímidamente en el centro del campo, aunque de forma insustancial, porque nunca traspasaron con intención más allá de la zona de tres cuartos.

En zona de nadie

Cuando Juan Manuel y su grupo creían que llegarían al descanso con las posibilidades (de algo) intactas porque el Betis había bajado el pistón, apareció el penalti de Barbosa sobre Emaná, en la enésima acción de flojera defensiva de la Unión Deportiva en esta Liga. El portero dijo al finalizar el encuentro que no había tocado al camerunés, pero en las imágenes de la televisión se aprecia que existió contacto. El segundo gol de los verdiblancos mandaba cariacontecidos a los amarillos a las duchas. Aunque lejana, se esperaba una reacción en el segundo acto del Benito Villamarín.

Nada más salir de la caseta, Rubén Castro, otra vez Rubén, dispuso de una ocasión enorme, pero de nuevo la mano salvadora del guardameta de Las Palmas dejaría el resultado en paz.

Ya sin Jonathan Viera en el terreno de juego relevado por Aythami, en una decisión discutible del entrenador, Javi Guerrero imprimió algo de orgullo al envite. Se inventó una jugada de tiralíneas que concluyó con un disparo potente aunque centrado, que debió despejar a córner el inédito Casto, a quien Las Palmas apenas le había visto de cerca en una hora de juego. Los acercamientos de los forasteros eran artificiales, al contrario que las acometidas de los locales. Les diferenciaban la fe, el Betis la mantenía viva para alargar un marcador con el que tranquilizar a la parroquia y la Unión Deportiva parecía atea respecto a su catecismo futbolístico.

El soponcio llegó cuando Pignol y Matías Lequi perdieron la carrera con Jorge Molina, que parecía el mismísimo Usain Bolt. El argentino, lento de solemnidad, tuvo que agarrar al ariete cuando ya cabalgaba por la frontal del área. Al árbitro le costó poquísimo expulsarlo. Es la segunda tarjeta roja que ve el defensa en este campeonato.

De ahí al tercer gol, obra del propio Molina, medió otra ocasión del Betis, por supuesto de Rubén, que ya se divertía con lo amarillos, mientras la grada vitoreaba al local Miki Roqué, que estará alejado de los terrenos de juego a causa de un tumor maligno en la pelvis.

El tanto de Javi Guerrero queda como una gota en un océano dentro del relato del encuentro. El madrileño, que estuvo batallador toda la tarde, cabeceó a la red un rechace del travesaño que él mismo había rematado. Tres minutos después, en el 77, Josico despejaba sobre su portería un córner que redondeaba la fiesta bética y el funeral en la Unión Deportiva, que desprende sensaciones preocupantes y desalentadoras. El grupo de Juan Manuel ni defiende en condiciones, ni ataca de manera proporcionada, ni sabe administrar la posesión de la pelota. Hoy, más que en toda la Liga, el descenso amenaza y atenaza.