Una Unión Deportiva Las Palmas, bendecida por su mano, se reencontró ayer con la victoria después de un largo penar por el desierto de la Segunda división. El cura de Juan Manuel Rodríguez, el salesiano Jaime Gil Vázquez, obró el milagro. Él bajó a la zona de vestuarios, se encerró con los jugadores de amarillos antes del partido, rezó, junto al técnico de La Isleta, con ellos y desapareció, a continuación, por obra y gracia de la estrategia del club de Pío XII, entre el personal del palco del estadio de Gran Canaria.

Como el secreto de la Coca-Cola o el autor del asesinato de Kennedy, ayer, fue Jaime Gil Vázquez, entre coordenadas disuasorias, el eje de un enigma sin resolver. "El sacerdote se ha ido ya", aseguraban los que con el conocimiento de su agenda, defendían que el guía espiritual se había marchado a cumplir con sus servicios pastorales; los que le obligan al margen de la labor con la UD.

Desde la cúpula directiva se afirmaba que el padre Gil, había pasado por vestuarios pero que se había marchado antes del comienzo del encuentro ante el de Pucela.

"El párroco ha estado todo el partido en el Palco, sentado a pocos metros de mí asiento, pero ha pasado de lo más desapercibido", aseguraron varios invitados al balcón de Siete Palmas. Mientras, otros que sí lo conocen aseguraron que el cura nunca estuvo allí. Lo único cierto es que Juan Manuel, fiel a sus creencias y costumbres, contó con la ayuda del pastor salesiano de la misma manera en que contó con el maletín del santoral. Mientras un grupo de carnavaleros de Agüimes, escenificaban la liturgia de una boda sobre el tartán del estadio; con cura, monaguillos, sacerdotes y hasta un obispo incluido, el verdadero religioso se encontraba varios metros por debajo de la grada Naciente, entregado a la liturgia del vestuario amarillo. Con la victoria de sus pupilos ya no faltará éste a la cita del fútbol. Todo vale si el objetivo de la permanencia se cumple.

Homenaje a Guedes

El club aprovechó el descanso del partido de ayer para rendir su particular homenaje a la figura de Juanito Guedes, en la semana en la que se cumple el 40 aniversario de su fallecimiento. El presidente de la entidad, Miguel Ángel Ramírez y la viuda del mítico Mariscal del histórico equipo de la década de los años 60, Georgina Ojeda, depositaron unas flores rojas en el busto que se encuentra en la entrada de la zona de Palco.

"Es un momento muy bonito", afirmó su esposa visiblemente conmovida, en compañía de sus dos hijos y sus nietos. "Yo siempre he tenido y esperado lo mejor del club ya que en el fondo son sus compañeros y Juanito sentía mucho estos colores, pero este es un homenaje bonito". Georgina aseguró haberse emocionado con los cánticos de apoyo que les brindó la grada del Gran Canaria. "La verdad es que no me lo esperaba pero la gente lo aclama porque era un ídolo y después era muy buena persona".

40 años después, la aflicción por la perdida del seis de la UD sigue presente en su familia. "Veo a mis nietos y me pongo en el lugar de mis hijos cuando eran casi de la misma edad y, la verdad me sigue produciendo mucho sentimiento".

"Esta es una fecha para no olvidar, que está grabada en la historia de la Unión Deportiva y por supuesto, este consejo de administración tenía que estar a la altura para hacerle un pequeño homenaje, aquí, junto a su familia", explicó Ramírez, ante muchos de los que fueron amigos y compañeros de Guedes.