Licenciado con honores en la Academia Naval de Maryland, Oficial en la reserva de la Marina senegalesa, economista, capitán del Gran Canaria 2014, y un futuro dibujado entre la política y la acción social; Sitapha Savané tiene un plan, siempre lo ha tenido.

La suya no es una historia de cayucos, hambre ni la de un deportista sin cerebro. En cambio, su vida se ha movido entre dos coordenadas: educación y solidaridad, dos ejes para afrontar el mundo con un propósito definido; ayudar a los que no han tenido sus oportunidades.

Todo empezó en Bignoni, el pueblo de sus abuelos, lejos de su Dakar natal. En esta villa de chozas tranquilas, rodeadas por los mangos y manglares de Casamance, fue donde entre juegos compartidos y un balón de fútbol encontró su identidad. Su madre, Marie Angelique, alta funcionaria de la ONU, le llevó a recorrer el camino de sus abuelos. "Quería que, además de por negro, fuera africano por el orgullo hacia nuestra cultura, nuestra felicidad y humanidad, y que nunca olvidara nuestra gran suerte", explica. Su padre, Landing Savané, fue ministro durante siete años y actualmente ocupa un cargo en la oposición, por lo que, desde muy joven, decidió seguir el camino de su padres. Mi futuro está ligado a Senegal", afirma rotundo

Su primer contacto con el racismo lo sufrió en Ginebra, donde vivió dos años. El segundo le sorprendió en su regreso a Dakar. Cuando, entonces, le llamaron blanco, él pensó que los extremos no eran tan diferentes, sólo cambiaba el color. "Por desgracia somos iguales también en lo malo", afirma éste, como extranjero en su propia tierra.

Su siguiente destino fue Nueva York. "Si ésta es una ciudad que se come a cualquiera, imagínate a un chico inseguro de Dakar y 16 años", reconoce. Pero el destino le guardaría una lección que jamás ha olvidado, las clases en el instituto de las Naciones Unidas donde compartiría pupitre con un glosario de nacionalidades. "Habiéndonos criado en rincones tan diferentes éramos de lo más parecidos", explica antes de añadir: "Así comprendes que si la gente se conociera, los problemas internacionales no serían tan complicados". A partir de esas aulas, Savané se convirtió en ciudadano del mundo.

Por aquel entonces, Taph destacaba ya en el baloncesto. El sistema educativo americano le permitió compaginarlo con sus estudios y para sorpresa de sus profesores eligió asistir a la escuela de oficiales de la Marina, donde tuvo que superar medio año del más duro de los entrenamientos militares.

Para sus estudios, entre la política y la empresa, Taph se decidió por lo segundo tras el consejo de su padre. "Sin dinero no se puede hacer lo primero", le dijo éste. Él se graduó con matrícula de honor. Después aceptó una oferta del Menorca cuando el equipo balear estaba en la liga LEB. "Vine pensando en aprender español, nunca creí que llegaría tan lejos", afirma el 7 amarillo. Diez años después no piensa en dejar el basket, pero sí en comenzar su carrera en la cooperación, como nexo entre sus dos mundos: África y Canarias, a través de su propia fundación. "Que el dinero llegue a la gente que más lo necesita. Si no hay trabajo, cómo le pides a un joven que estudie", asegura éste. Un día escribió Gaza en sus zapatillas y fue sancionado. "Que se lleven mi sueldo", respondió.