Cuentan de J.F. Kennedy, el mítico presidente de los Estados Unidos, que incluso cuando se tropezaba en las escalerillas del avión generaba una corriente de simpatía entre los ciudadanos. Lejos de advertirse como un personaje patizambo, malencarado y torpón, Kennedy era un tío con carisma. Tenía ese don que sólo se posa en los talentos, en los números uno de la clase. A Jonathan Viera, salvando las distancias, parece ocurrirle lo mismo. Hace fortuna en los momentos de desgracia. De otra manera no podría entenderse su convocatoria para la Selección Sub 21 en su peor tramo de la temporada.

El habilidoso futbolista era un sonrisa andante desde que se enteró en el aeropuerto de Gran Canaria de la convocatoria con el grupo de Luis Milla. Después, aún sin digerir completamente la alegría, se pegó a Jorge Larena como una lapa. Buscaba información sobre la selección española. Preguntó por todo: cómo es una concentración, los compañeros, el himno, la camiseta... Y Jorge le ilustró. Le habló de sus viajes con Raúl González y Fernando Hierro en el mismo avión en un trayecto hacia Polonia. De lo bien que se lo pasaban jugando con La Rojita en tierras lejanas frente a rivales con lenguajes extrañas. Del ambiente, del grupo, del escudo.

De todo eso le habló Jorge en las dos horas y media de avión entre Gran Canaria y Madrid. Y Jonathan Viera no podía parar de reírse y asombrarse, admirarse y carcajear con las historias del abuelo Jorge.

Ya en tierra, un grupo de adolescentes, al paso de los jugadores de la Unión Deportiva, dijeron: Qué pena que ninguno sea famoso para sacarme una foto con él. Y ahí saltó Aythami, y dijo: sí, aquí hay uno famoso, señalando al mediapunta que se escondía con rubor.

Cuando en los pasillos de Barajas se le preguntó a Viera de qué se acordaba en estos dulces momentos, se puso el traje de futbolista humilde y se hundió en sus raíces. "Me acuerdo de cuando empecé a jugar en el Árbol Bonito, de San Cristóbal, del Atlético Feria, ahí empezó todo", remarcó, como si hubiera conseguido una meta soñada desde la infancia, cuando todos le apodaban Romario.

Viera está en la larga lista de los que no lo tuvieron fácil para paladear el fútbol de élite. En su camino se han cruzado incómodas adversidades personales y profesionales, como cuando fue retirado del segundo equipo al no firmar un contrato con Las Palmas. Fueron muchos meses sin un balón que acariciar.

La apuesta de Jémez

Esta temporada Paco Jémez lo tuvo claro desde el primer día. Apostó de manera valiente por él y ya en la segunda jornada de Liga los intermediarios futbolísticos de media España se lo rifaban a las puertas de El Alcoraz. Con el paso de la temporada, sus prestaciones han bajado como las del resto del equipo, aunque siempre del talento se espera el quiebro insuperable, el toque sutil o el pase oculto. Los rivales ya lo tienen enfilado, ya saben quién es ese morenito que baila sobre el césped cuando agarra la pelota. Ahora, en ese escaparate de la pequeña Roja, se le presenta la oportunidad de ganarse un nombre con letras de neón en el difícil arte del fútbol.