De repente la tranquilidad de Vecindario se veía alterada por una peculiar caravana. Delante, una guagua de cinco estrellas aparcaba junto al estadio de césped natural de Santa Lucía. A continuación, una enorme limusina negra con las lunas tintadas y tras ella diversos vehículos de alta gama, también negros con los cristales opacos, y alguna motocicleta de lujo. De la guagua comenzaban a bajar un grupo de jóvenes árabes, con apariencia de futbolistas y alguna cara conocida entre ellos. Hombres vestidos con traje oscuro y corbata se apresuraban a bajar de los vehículos de alta gama en dirección a la limusina, y allí aguardaban atentos hasta que uno de ellos abría la puerta. Se bajaba un espigado joven, también árabe, con barba, gafas oscuras y vestimenta deportiva verde de la marca Adidas, como el resto de los jóvenes de la guagua. La selección de Libia, con el hijo del coronel Gadafi como principal estrella, ocupó Gran Canaria entre finales de febrero y principios de marzo de 2000. A lo grande.

La familia de Muamar Gadafi, el dictador que en estos momentos mantiene en vilo al mundo por atacar sin rubor a su propio pueblo, siempre ha tenido fama de caprichosa. El día en que a uno de sus hijos, Al-Saadi Gadafi, le dio por jugar al fútbol, después de presenciar por el canal internacional los partidos de la Liga italiana, creó la hasta entonces testimonial selección de Libia y la puso a su disposición. También lo nombró presidente de la Federación Libia de Fútbol.

No fue un capricho cualquiera. Y no estaba dispuesto Gadafi padre a dejar pasar la oportunidad de invertir un buen puñado de petrodólares para que su hijo pasara el rato dando toques a un balón de fútbol mientras el resto del pueblo libio permanecía en la más absoluta miseria, a las órdenes del tirano.

Como seleccionador de Libia, Gadafi contrató a Carlos Salvador Bilardo, campeón del mundo con Argentina en 1986 y subcampeón en 1990. Y como preparador físico personal de Al-Saadi, al atleta canadiense Ben Johnson. Se dice incluso que el mismísimo Diego Armando Maradona se había convertido en asesor de Gadafi júnior. Casi nada.

Junto a Bilardo, como ayudante, estaba quien se presentó en Gran Canaria como la persona que le dio la alternativa al Turu Flores en el fútbol argentino: "Al Turu Flores lo hice debutar yo en Primera con 19 años", explicaba Eduardo Luján Manera con el chándal de la selección libia enfundado, a las puertas del Hotel Gloria Palace y antes de partir hacia un entrenamiento, como miembro de la peculiar caravana del lujo que se paseó por Gran Canaria durante dos semanas.

Bilardo y Gadafi

"Gadafi es un jugador más y así será", se apresuró a explicar Bilardo sobre la situación del hijo del coronel en la selección de Libia. Uno más aunque viajara en limusina y tuviera la planta entera de un hotel del sur de la Isla a su disposición, totalmente al margen del resto de jugadores. Todavía se recuerdan por estas latitudes las fiestas nocturnas que celebraban los miembros de la selección libia, muy poco recomendable para un stage de preparación de un combinado nacional de fútbol con objetivos imposibles: "¿Tiene posibilidades Libia de clasificarse para el Mundial 2002 de Corea y Japón?", preguntaba el periodista a Bilardo. "Nooooooo", contestaba rotundo. Sólo le faltó decir que esto no era más que un capricho del hijo de Gadafi.

¿Y Ben Johnson? ¿Qué pintaba en todo esto? "Formo parte de un equipo de cuatro personas que dedicamos el tiempo a mejorar las condiciones físicas, técnicas y nutricionales de Al-Saadi. También tiene un masajista particular. Ha mejorado mucho desde que está con nosotros", afirmaba convencido el atleta canadiense.

Lo cierto es que Al-Saadi Gadafi era con diferencia el mejor jugador de Libia. O tal vez el único. Centrocampista organizador, el Xavi libio llegó a cumplir su sueño de jugar en la Liga italiana en el Udinese y la Sampdoria, tal vez con una ficha comprada al peso por su padre. Hoy es teniente coronel del Ejército de Libia y, junto a su padre, bombardea a su propio pueblo.