Imperaba el bostezo, entre pelotazos absurdos y fútbol disparatado, cuando Jonathan Viera se puso a jugar. El reloj, en ese momento, aclaraba que ya se habían disputado 74 minutos y el marcador, inalterado desde el pitido inicial, delataba que en el césped no había pasado nada. Saltó el canterano, reclamado por una afición condenada al hastío más plomizo, y se hizo la luz para la Unión Deportiva Las Palmas.

Le bastó con un rato a Jonathan Viera, con una sola acción, para desmontar la resistencia de la Sociedad Deportiva Ponferradina, tan ordenada como ingenua en su deambular por el Estadio de Gran Canaria. Sucedió todo, seis minutos después de su ingreso al campo para sustituir a Javi Guerrero, en un destello fugaz. Apelotonado el rival alrededor de su propia portería, el joven futbolista cogió la pelota, vio el hueco por la banda izquierda y por ahí, en una expedición con el talento como bandera, se lanzó hacia el gol. Regateó a Cristian y superó a Cuadrado antes de encontrar, en la distancia, a Mauro Quiroga, al que envió el balón para que, de un zapatazo colérico, batiera a Alejandro y proyectara a la UD Las Palmas hasta un estado de serenidad.

Con tan poca manteca, con tan exigua sustancia y con tan limitado contenido, el equipo de Juan Manuel Rodríguez incrementó, hasta multiplicar casi por mil, la cadencia de su paso. Sumó tres puntos, liquidó a un rival directo en la carrera por la permanencia, encadenó su tercera victoria consecutiva, hiló 283 minutos en línea sin encajar un gol y aumentó hasta los cinco puntos su ventaja con la zona de descenso a Segunda B.

Inestimable el botín, con el valor de un inmenso tesoro para una UD Las Palmas que hace poco más de un mes apuntaba hacia la bancarrota, poco más se puede rescatar de la última función amarilla que el resultado. Ganó el equipo de Juan Manuel Rodríguez desde la mezquindad de su juego y a partir de la penuria de un rival condenado.

Ha calado el método de Juan Manuel Rodríguez, obstinado en custodiar a Mariano Barbosa por encima de todas las cosas, en un equipo que hasta el otro día parecía un trapo en manos de cualquier rival. La UD Las Palmas crece ahora desde la defensa, una línea de retaguardia que pace cerca de su área y recula sin sonrojarse ante cualquier atisbo de peligro.

Espesura en la creación

Bien alimentada la zaga por la disposición casi marcial de Pignol, David García, Lequi y Ruymán, los problemas brotan en la UD Las Palmas cuando tiene que mover y trasladar la pelota hasta el campo del adversario. Con Josico lesionado por enésima ocasión, Juan Manuel Rodríguez experimentó ayer con Vicente Gómez y David González en el centro del campo.

No mezclaron bien ambos futbolistas, jugadores ambos de recorrido ofensivo y poca precaución en la contención. No sufrieron, en todo caso, ante una SD Ponferradina aplicada en la teoría, con un boceto con trazas de fútbol de elaboración, pero con pocos recursos y limitada calidad para poner en jaque a una UD Las Palmas obtusa, gris, pelma hasta el sopor.

Ni siquiera descollaron, por las bandas, Aythami o Pedro Vega, sostenidos con cierta facilidad por sus pares. Tan sólo Sergio Suárez, ubicado en la mediapunta -justo detrás de Javi Guerrero-, delineó movimientos imprevisibles en las acciones ofensivas de una triste y mustia UD Las Palmas.

Tan sombrío apreció Juan Manuel Rodríguez el panorama que, ya en el minuto 39, movió piezas para sacar del letargo a su equipo, atrapado en el desatinado juego propuesto por una SD Ponferradina inofensiva. Saltó al terreno de juego, por orden del técnico, Mauro Quiroga en lugar de Aythami y Sergio Suárez se desplazó hacia la banda derecha. Nada varió en la primera oscilación táctica ejecutada por el entrenador de la UD Las Palmas, que sólo metió el miedo en el cuerpo a su adversario a ráfagas y siempre bajo la luz que más alumbraba: la calidad de Sergio Suárez, que primero habilitó a Pedro Vega para marcar (min. 52), luego la tuvo en sus botas (min. 58) y después facultó a Javi Guerrero (min. 72).

Cambio decisivo

Erró las tres ocasiones el conjunto grancanario que, encima, tuvo que superar un sobresalto mayúsculo, cuando Máyor merodeó la portería de Barbosa y cruzó un pelín de más un disparo desde la frontal (min. 70).

La intimidación, ligera por inocua, de la SD Ponferradina duró poco para la UD Las Palmas. Justo el tiempo que tardó en acudir al rescate Jonathan Viera para, de una ingeniosa pincelada y con la inestimable colaboración de Quiroga, llenar de colores una tarde monótona.

Se levanta la UD Las Palmas desde la resistencia, virtud adecuada para aguantar en pie ante cualquier rival. Pero para ganar necesita más, requiere talento y calidad, precisa a Jonathan Viera. Como él, hay pocos en Segunda división.