A 1.940 metros de altura, en la cumbre de Gran Canaria, en lo más alto de la Isla, finaliza la ascensión al Pico de las Nieves. Desde Agüimes hasta la cima de la montaña, justo desde donde Miguel de Unamuno contempló la tempestad petrificada compuesta por las imponentes figuras del Roque Nublo, del Bentayga y del Fraile, majestuosas las tres en pie sobre la Caldera de Tejeda, 23 kilómetros de duras rampas, algunas empinadas hasta alcanzar un 23 % de desnivel, dan forma a un puerto que empieza a cincelar su leyenda de puerto mítico dentro del ciclismo.

Descubierta su ascensión, por la cara suroeste de la Isla, en 2001 por Ángel Bara -organizador de la Vuelta Cicloturista a Gran Canaria-, el nombre del Pico de las Nieves aparece ahora marcado en rojo por Unipublic para un desafío superior: sobresalir en el libro de ruta de la Vuelta a España como paso previo a su inclusión, junto a cumbres míticas como el Tourmalet, el Mortirolo o el Angliru, en el imaginario colectivo de los aficionados al ciclismo.

De recorrido extenso, hasta 27 kilómetros de ruta si la salida partiese desde la costa -justo al nivel del mar-, no hay en la geografía de España un puerto que aglutine tantos atractivos, tanta crudeza, tanta épica, como el Pico de las Nieves: una longitud tan prolongada con un desnivel acumulado de casi dos mil metros y una pendiente media de un siete por ciento.

Rampas tendidas al inicio de la ruta, trazadas a una media del seis por ciento de desnivel, llevan -de inmediato- hasta un punto sin retorno: el kilómetro seis, cuando la altimetría del puerto alcanza La Pasadilla y toda la inclemencia, con su aspereza y su crueldad, de la subida se despereza. Justo ahí, en una cuesta con forma de muro interminable, bajo un cartel que indica que se está en la calle de Tabefe, arranca un tramo infernal de cuatro mil metros de recorrido que lleva hasta Cazadores.

Con varias cuestas que dibujan murallas de apariencia infranqueable, algunas capaces de describir ángulos de un 23 % de desnivel, el tramo entre La Pasadilla y Cazadores no da tregua: el primer kilómetro describe una pendiente media al 15,1 %; el segundo marca un promedio del 10,2 %, el tercero asciende hasta el 12,4 % y el cuarto cifra la inclinación media de la pendiente en un 9,4 %.

En cuatro kilómetros de carretera, todos sin sombra, todos sin tregua, los ciclistas ascenderán 520 metros para, casi sin la oportunidad de asimilar tanto esfuerzo, superar los 1.200 metros de altitud y recibir un brusco presente para el cuerpo: la falta de oxígeno, elemento que poco antes rebosaba, junto a la orilla del mar, en los pulmones.

Una curva de izquierda deja atrás Cazadores y lanza la carretera hacia la cumbre de Gran Canaria. El paisaje, sin un árbol y sobrado de matorrales, desaparece paulatinamente para descubrir, poco a poco, como un lienzo que describe las primeras formas de una escena insólita, cortes salvajes forjados tras erupciones volcánicas y bosques de pino canario.

La Caldera de los Marteles, a 1.500 metros de altitud, ofrece una tregua al escalador: un falso llano de dos kilómetros y medio con trampa en forma de sacacorchos. Una curva de derecha y dos, consecutivas, de izquierda, vuelven a levantar la carretera hacia el cielo.

Últimos cinco kilómetros

El último sector de la ascensión, lejos de la aspereza que sacude el intervalo entre La Pasadilla y Cazadores, se mueve entre porcentajes de máxima exigencia, con puntos donde el desnivel alcanza el 12 %. Los últimos cinco kilómetros, en medio del bosque, acaban por rematar la fortaleza de un puerto único, con curvas y repechos perfilados para jornadas de ciclismo, de gloria y de épica.

El Pico de las Nieves, imponente a casi dos mil metros de altura en el corazón de la Isla, espera al pelotón de la Vuelta a España. Las rampas que enlazan Agüimes, Ingenio, La Pasadilla, Cazadores y la Caldera de los Marteles aguardan a héroes dispuestos a describir, en cronoescalada o en etapa en línea, la leyenda de una cima fuera de lo normal, de un coloso en la cumbre de Gran Canaria.