Dos partidos, cuatro puntos y una eliminatoria de Copa del Rey no superada. Si no fuese porque hay nuevas caras en el banquillo, la UD Las Palmas juega de forma completamente distinta y los rivales son otros, parecería una vuelta al pasado, cuando Paco Jémez vociferaba órdenes desde la línea de cal.

El resultado de las primeras jornadas, al fin y al cabo, es el mismo: cuatro puntos. En el curso pasado, el inicio ilusionante de los amarillos no sólo se debió a la renta cosechada en los primeros encuentros sino al buen juego demostrado cuando la confianza depositada en la capacidad de aquel conjunto plagado de canteranos era casi nula.

La sorpresa llegó en cuatro partidos. Primero fue el Nàstic de Tarragona en el Estadio de Gran Canaria. La victoria, in extremis (3-2) mostró a un conjunto fresco que movía la pelota con velocidad, claridad de ideas y, lo más importante, con pasión.

Tras él, el empate (0-0) contra el Granada en lo que fue la primera expedición de aquel curso. Aquel choque fue soberbio pese a la falta de goles. La ilusión por las posibilidades de los amarillos llevó a muchos a recordar la época dorada de la UD, con un equipo repleto de jugadores de la tierra andando por Primera División. Luego vino la victoria contra el Alcorcón (4-2) y la maestría de un fútbol realizado para deleitar a los sentidos en Villarreal, donde el filial del submarino amarillo cayo con contundencia (0-3).

En tan sólo cuatro jornadas, la UD había despejado las dudas sobre su calidad con diez puntos de doce posibles. Se soñaba con el ascenso y la temporada anterior, en la que no se descendió gracias a un gol de Rondón en el último partido, quedaba en la bruma del olvido.

Hoy la UD se enfrenta al Nàstic de Tarragona. Hoy la UD busca repetir victoria y auparse a los puestos altos de la tabla en un esfuerzo por repetir aquel magnífico inicio de competición que tuvo hace un año con Paco Jémez. En el horizonte ya espera el conjunto que ahora comanda el exentrenador amarillo, el Córdoba.

El juego que practican los amarillos hoy es completamente distinto al de aquellos días, la filosofía desplegada en torno a la pelota es otra. La UD sólo ha encajado un gol esta temporada. La protección de la meta de Barbosa es una máxima inapelable y como los buenos equipos de baloncesto, construye sus victorias desde la defensa.