Javi Álamo, galdense y jugador del Recreativo, tiene apellido de película del lejano oeste americano donde muere hasta el apuntador. Ayer, en el Nuevo Colombino, acribilló a Barbosa cuando atardecía sobre las marismas onubenses. Dos goles suyos, ambos de cabeza, en los primeros once minutos de partido fundieron la resistencia de la Unión Deportiva más endeble de la temporada, que tras la derrota, encadena dos resultados adversos cosidos a la preocupante cifra de siete goles en contra.

Juan Manuel salió de entrada con una alineación con brotes revolucionarios. Dejó en el banco a Roque, titular desde el triunfo en Balaídos, y se atrevió con Sergio Suárez por la banda derecha, aunque el gemelo, con su desorden habitual, se moviera de manera incisiva por todo el frente de ataque.

Tras darle vueltas al sustituto de Stephane Pignol, el entrenador optó por entregarle el lateral derecho de la zaga a Víctor Laguardia, convertido ayer en un manjar para Fidel, estrella del Recreativo. El extremo, puro desparpajo futbolístico, desbordó al maño cada vez que se lo propuso. Ni fueron pocas las ocasiones, ni fue poco el daño realizado.

Corrales ya había dado indicios de que esta no iba a ser su tarde cuando al minuto de juego perdió un balón franco, que dejó desguarnecida a la defensa. En esa ocasión no pasó nada, pero sí en la siguiente. Una rutinaria cesión con el pecho al portero se convirtió en el origen de todos los males para Las Palmas. Javi Álamo, tan alto como habilidoso, le ganó la partida al lateral zurdo, chutó y el rechazo de Barbosa lo envió con la cabeza al fondo de las redes. Era el minuto cinco y los aficionados locales se pellizcaban por su buena fortuna.

Más aún sonrió la grada del Nuevo Colombino cuando un centro medido de Fidel, tras deshacerse con solvencia de Laguardia, fue rematado con precisión de nuevo por el ariete grancanario, tras volver a superar a Corrales. 2-0, minuto 11. Demasiada carga en las espaldas de un equipo que apenas había salido a jugar.

Sin embargo, cuando la distancia parecía abismal entre los adversarios, un balonazo desde el fondo de la Unión Deportiva se convirtió en un servicio perfecto. Sergio esperó el fallo calamitoso de Manu Fernández, el portero local, y alojó el balón en las redes que puso esperanza sobre un resultado más lustroso para los amarillos.

Un mazazo

Casi con la media hora de juego encima y las mismas variables en el partido, es decir, Fidel y Álamo percutiendo por las bandas y amenazando seriamente, llegó el mazazo casi definitivo. El saque de esquina, tenso y malintencionado, servido por Fidel fue aprovechado por Borda para estampar con la testa la pelota, de nuevo, en las redes de Mariano Barbosa, quien no tuvo mucho más trabajo durante el partido que sacar los cuatro balones de su portería.

Las Palmas se estiró más por inercia que por convicción, al tiempo que Sergio reclamó un penalti del meta local, que ni el árbitro ni su asistente consideraron. Esa jugada y las carreras de Fidel, que atemorizaban a la Unión Deportiva, agotaron el reloj en la primera parte.

En la reanudación, Juan Manuel azuzó al conjunto con un cambio a la americana, tres de una tacada. Metió a David González, Quiroga y Roque para reavivar la llama de un equipo lánguido. La intención del técnico era otorgar más toque y control al medio, pero se encontró de frente con cinco córneres seguidos de los anfitriones, que a empujones buscaban engordar su marcador.

Como si fuera fruto de un disparo al aire, una bala perdida, Portillo cazó un balón por la izquierda y su centro al corazón del área lo pescó Quiroga para meterlo dentro. El primer centro de la temporada que recibe el ariete argentino a la cabeza acabó en gol. 3-2. El partido volvió a cambiar y Cervera pareció subrayar a sus jugadores que el botín ya era suficiente, mientras, los amarillos adelantaban sus líneas en busca de sangre.

La idea era sencilla. Presión y rápida salida. Así fue como Jonathan Viera encadenó dos disparos desde la frontal del área que tenían como destino la portería de Manu Fernández, cada vez más poblada por jugadores recreativistas. Faltaban 20 minutos para el final, aún mucho tiempo, y cualquiera de los presentes, incluso el más optimista de los anfitriones, hubiera apostado un dinero a que la UD podría empatar el partido.

David González ya era el jefecito del centro del campo, mientras que los locales perdían a piezas por el camino. Roque, como lateral derecho, ya había contenido a Fidel, relevado, y la zona ancha ya estaba gobernada por la asociación creada ex profeso por los atacantes. Los amarillos, tenaces, fluían por el campo en busca de un empate que no pudor llegar. Otro zarpazo por la banda, esta vez de Villar, fue aprovechado por Aitor, quien acribilló a Barbosa, en una tarde donde supuran tinieblas del pasado.