"Todo parte de la pasión". Todo. El secreto del éxito y también la felicidad. Esa idea vehiculó el discurso ayer de Pep Guardiola, entrenador del Barcelona, en el Palau de la Música de Valencia, ante un auditorio que asistió entregado a sus reflexiones sobre el fútbol y la vida, en un acto promocional del Banc Sabadell para celebrar los treinta años de implantación en la Comunitat Valenciana. Guardiola fijó como ejemplo el último partido de Copa del Rey de su equipo, contra el modesto Hospitalet, para justificar el factor emocional que explica la esencia victoriosa del Barça: "Tengo unos jugadores a los que les flipa el fútbol. Lo llevan en las entrañas.

Había que verles en l'Hospitalet, en un campo pequeño, a apenas tres días de jugar en Wembley, contra toda una Inglaterra. A pesar de ello, había que verles cómo corrían los Xavi, Iniesta, Villa, Messi... lo hacían como si les fuese la vida en ello. Si no les gustara tanto esta profesión, se habrían reservado, no habrían puesto tanta intensidad. Pero ellos no son así. Y esa es la razón por la que seguimos siendo tan admirados y respetados durante tanto tiempo, durante casi cuatro años. Eso lo ven los chavales que suben del filial y entienden de qué va esto".

Mantener ese grado de entusiasmo por una profesión es imprescindible para Guardiola, que manifestó que "el amor y la dedicación" en el trabajo "da sentido a todo". Las ganas se acompañan con la ambición, indomable, por ganar y ser el mejor: "Querer ganar va en el ser humano, es inherente a él. Queremos ser mejores que el de al lado, para que el de al lado nos lo reconozca. Hacemos las cosas para que se nos quiera", insistió.

Cuando, con el tiempo, o de repente, se debilita esa energía, Guardiola reconoce que el cambio de rumbo deviene imprescindible: "Cuando era futbolista llegó un momento en el que vi que la pasión y el entusiasmo se habían acabado. Como entrenador de un equipo sé que me llegará ese momento algún día. Entonces necesitaré otro estímulo. Al día siguiente en el que no sienta la misma fuerza, me iré", afirmó con contundencia. ¿Dónde sería ese nuevo destino? Allá donde haya nuevas experiencias y retos por aprender: "Me gusta la liga alemana, porque siempre hay estadios llenos, porque me gustaría aprender alemán. La liga inglesa es muy buena, y me hubiese gustado conocerla como jugador...".

La filosofía de Guardiola se ha tomado como un referente en el fútbol moderno. Preguntado por su método, el entrenador azulgrana destaca que el trabajo y el respeto a los valores con los que creció como futbolista (la Masia, la herencia atacante implantada por Johan Cruyff) dan una pista de su manera de entender el fútbol: "En algunos libros he visto teorías sobre mi método con detalles que ni yo mismo sabía y no me había percatado de ellos. Mi método es trabajar mucho, intentar acertar. También respetar y jamás traicionar el legado que me dejaron mis antecesores". "Me hice un hombre en la Masia (entró de niño a los 13 y permaneció en la residencia hasta los 19). Allí aprendí unos valores que me han acompañado hasta ahora. La importancia de respetar las normas y el orgullo de representarlas".

"El fracaso enseña más"

Los títulos en los que el Barça está instalado desde hace tres campañas aportan, según Guardiola, pocas enseñanzas. En la frustración de las decepciones reside la verdadera enseñanza: "Con el fracaso aprendes diez veces más que con los éxitos. Los títulos te relajan diez minutos pero luego corres el riesgo de perder la perspectiva.

La victoria es difícil de digerir. A mi ostentar me da mucho pudor, me incomoda". Cuando al final llega la derrota, Guardiola, que recordó "la angustia y la soledad que sufre la figura del entrenador", siente la necesidad de arroparse en el grupo de trabajo con el que ha moldeado este Barça histórico y lleno de récords: "En la derrota debo sentir la proximidad de mi gente, con la que trabajo cada día, les necesito. Vivo de los afectos, no del instinto".