La relación de García Navarro y la Unión Deportiva, representada por Miguel Ángel Ramírez, es lo más parecido al mito de Sísifo. Este personaje de la mitología griega fue castigado por los dioses a subir una piedra gigantesca a lo alto de una cima, y una vez allí, hacerla caer rodando por la ladera, y así indefinidamente por los siglos de los siglos. Es una metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre.

Una metáfora de cada uno de los actores en esta batalla entre el ex directivo y el presidente amarillo que comenzó hace más de un lustro, pero que se agrió definitivamente en el verano de 2009. El 25 de agosto de ese año, García Navarro interpuso un requerimiento para que la Unión Deportiva le abonara 1,2 millones de euros, suscritos por él en un crédito puente realizado siete años atrás, en julio de 2002. A partir de ahí, las peticiones del ex presidente han sido reiteradas y redundantes. De tal manera, que aquella reclamación ha crecido hasta situarse más allá de los dos millones de euros.

Tras el lance judicial en 2009, Ramírez y García Navarro se han situado en una escalada de tensión y acusaciones, que ha enturbiado de manera notable la paz social en el club, sobre todo, desde la Navidad pasada. Las amenazas entre los empresarios han prendido la mecha en los juzgados.

En febrero pasado, el juez de lo Mercantil absolvió a Las Palmas de las demandas de García Navarro, que había impugnado las juntas de accionistas del 17 de diciembre y 12 de mayo de 2010. El fallo del magistrado significaba, en la práctica, que aquellas asambleas societarias no deberían repetirse.

Después de escaramuzas aisladas en los medios de comunicación durante meses, el ex presidente y el mandatario actual acuden a una cita sin agenda previa, organizada por el ex directivo Rafael León Talavera, para iniciar el definitivo deshielo en las relaciones.

No faltaron reproches en la cita, pero sacaron en limpio una nueva reunión para concretar los asuntos. El pasado 20 de octubre, ambos actores, rodeados por sus asesores, apalabraron un entente cordial, que nunca pudo llegar a escribirse en negro sobre blanco. Es su designio: volver a subir la piedra hasta la cima y volver a lanzarla.