Descalabro desde una defensa anclada en el desconcierto. Un punto en cuatro jornadas y nueve goles en el zurrón amarillo dibujan un panorama repleto de interrogantes. La UD Las Palmas hace aguas y ha perdido la serenidad que apadrinó en el octubre dorado. El noviembre negro deja una huella macabra y la sombra del fantasma de Jémez sobrevuela en el jardín de Pío XII. Sin el espíritu mostrado ante Vigo, Almería, Elche o Valladolid, la formación grancanaria adquiere un registro vulgar. La pérdida de los valores del éxito se resumen en un minuto. Fue en el punto kilométrico 34.

Mariano Barbosa, que había sido el mejor del partido, fue expulsado y dio paso a la enésima desintegración de un equipo sin líder en el centro de operaciones. Sin un arquitecto, la UD fue presa del pánico ante el colista.

Roberto, estilete que ya había avisado en los primeros compases, recibió un regalo en el corazón del área. La jugada nace de un fallo de marca de Pignol y Herner, que pecó de exceso de confianza, no manejó los tiempos del rechace. El esférico acabó en los pies de Roberto que superó a Barbosa y fue derribado. La dictadura de los espacios. Una defensa de cartón fue triturada por un Huesca contra las cuerdas. A la desesperada, Javi Martínez dio un recital de velocidad y desborde. El mismo que ofreció Javi Álamo en el Nuevo Colombino. La misma película. El enemigo siempre da con la tecla perfecta. Los costados amarillos, Pignol y Corrales, siempre figuran como los puntos cardinales más débiles.

La falta de contundencia de la zaga vino acompañada por las lagunas en la zona de creación. Javi Castellano, obsesionado con la destrucción, cedió el control para David González que tiende a desaparecer. Con el 2-0, y la contienda decidida, el genio de La Feria sí dio muestras de elegancia e inspiración. Pero ya era demasiado tarde.

El tercer enigma respira en los extremos. El experimento de ubicar a Guerrero, por la derecha, y a Vicente Gómez, izquierda, abocó a la UD a un ataque plano y concentrado en el centro de la zaga enemiga. La apuesta por jugadores barrocos pierde su sentido cuando la UD entrega la posesión. Sin el balón, no hay arrojo para la recuperación. Y si la consigna es ceder la posesión, hay un soldado como Juan Guerra que sigue esperando una oportunidad.

Caudal de pólvora

La pérdida del rigor defensivo se confirma en el 2-0. Roberto, tras un fallo de Javi Castellano, remata sin oposición en el área del debutante Raúl Lizoain. Y el asedio, con la UD en inferioridad, pudo tener tintes dramáticos si el colegiado Prieto Iglesias llegar pitar los derribos de Pignol y el propio Castellano en el área amarilla. Débiles en la retaguardia, enterrando el mito de la muralla de acero, los amarillos han perdido su poderío en ataque.

El equipo grancanario encadena dos partidos sin ver puerta. 180 minutos sin batir al portero enemigo. Se ha esfumado el caudal de pólvora cuando el jugador bandera, Jonathan Viera, sufre su peor momento del curso. Se refugia en el pase imposible pero abusa del control.

Y de Viera a Vitolo. La segunda parte de la 'doble V' también se ha humanizado con el paso de las jornadas. Ha pasado de titular indiscutible a suplente y ha perdido su toque de glamour.

A pesar del naufragio en El Alcoraz, un campo maldito para los amarillos, Juan Manuel cuenta con armas para firmar una resurrección mágica. El estratega de oro logró la última victoria el 29 de octubre ante el Valladolid. Un mes de sequía exige un ataque de cordura y recuperar las señas de un equipo temible.

El noviembre negro ha desnudado las miserias de un sistema llamado a altos vuelos. Sin la máxima concentración en la zaga y la fantasía de la 'doble v', junto a la ausencia de un líder en la sala de máquinas, la UD ha retrocedido ocho meses hacia la era más negra de Jémez.

Pero hay mimbres para la revolución natural. Pignol y Corrales, como en su día Laguardia o Ruymán, se presentan como los puntos más frágiles de un sistema reforzado en exceso en la zona central. Herner, David García y Javi Castellano abanderan la serenidad pero en detrimento de los costados. Falta equilibrio.

Y más conciencia ofensiva. Aunque ayer se dejó una línea de tres en la zaga, un movimiento kamikaze, la UD Las Palmas sigue sin un nueve asesino. Guerrero y Portillo brillan como figuras de refuerzo. Quiroga, fuera de combate, aparece como revulsivo. El arsenal se centra en Viera. La única luz para un único que precisa de más fantasía.

Juan Manuel tiene la llave. Dispone de herramientas para la recuperación. Toca el Villarreal B, luz verde a la remontada.