A ocho mil metros de altura, la vida sencillamente no es posible. El frío intenso y la falta de oxígeno marcan la norma en la cuenta atrás que supone la supervivencia humana. El precio a pagar es muy alto. Bien lo sabe el austríaco Kurt Diemberger, uno de los pocos hombres, en un elenco de pioneros señalados por la propia montaña, que han vivido para contarlo. Diemberger fue el primero en alcanzar la cima del Broad Peak (1957), el primero en lo alto del Dhaullaghiri (1960) y es además el único superviviente en la tragedia que en el año 1986 asoló el K-2, donde trece montañeros perdieron la vida. En total, su currículo cuenta con siete picos de las catorce cotas que conforman el grupo de los ochomiles. La suya es una historia de aventuras y principios vitales, de cuando a la gran montaña se subía sin bombonas de oxígeno, sin rutas preestablecidas, gps, con abrigos de lana y que ayer protagonizó la conferencia estrella de la VII Semana de la Montaña.

"La montaña para mí es al mismo tiempo el más grande de los placeres y el drama más intenso de mi vida". A los 73 años de edad, Diemberger vive aún atrapado en un 'nudo infinito'. Esta metáfora, a la que recurre de manera habitual el intrépido aventurero no sólo resume su trayectoria, además le sirvió para dar título a su obra literaria más conocida, convertida ahora en un clásico del género. Fue este nudo infinito el que le agarró durante una noche y a la intemperie contra la cordillera del Karakorum, junto a Julie Tullis, compañera de expedición, en aquel verano del 87 conocido como la Tragedia del K-2.

Ambos fueron los únicos en alcanzar la cima y los únicos que seguían con vida, pero Julie se unió a la lista de fallecidos cuando no pudo sobreponerse a la virulencia de la tormenta una vez llegados al cuarto campamento. Todo forma parte del nudo infinito, según las palabras del alpinista, de la misma atadura que describe éste, que le obliga a continuar en el esfuerzo, siempre un paso adelante, cuando la vida es una trampa mortal. Para este alpinista pionero, esta premisa obliga a la creatividad y lo considera una especie de séptimo sentido en el que el montañero se enfrenta a la adversidad.

Su amor por el K-2, un pico que Diemberger asegura que ha marcado su vida, nace de sus dos pasiones, el montañismo y la geología. Desde pequeño, Diemberger se enamora de los minerales que encuentra en las montañas de su Austria natal, en especial de los cristales. Años después, al concluir en la cima del Broad Peak una exploración histórica de cinco meses sin porteadores, el montañero divisa el K-2 y de inmediato le recuerda a un gran cristal. "El origen de esta zona es oceánico", explica éste, para añadir, "yo siempre he tenido la necesidad de descubrir y de pronto me encontré con el cristal más grande del mundo".

Ahora, mientras él revive sus logros y desgracias, "el montañismo ha cambiado, se ha diversificado", señala Diemberger. Esta leyenda de la montaña se manifiesta en contra del exceso de expediciones comerciales, la sobre explotación turística y la facilidad que conlleva el material moderno. Pero, lo que más le molesta es la transformación de la ascensión en pura competición. La montaña hay que sentirla y disfrutarla, con pasos lentos y cortos. "Quien anda despa- cio va seguro y llega más lejos", asegura el orador. Es la norma más básica y la que le ha permitido vivir para contarla.