Toneladas de plomo contra el orden más estético del planeta. El Real Madrid, con el aval de catorce victorias consecutivas (entre Liga y Champions) afronta con entereza la visita de un Barça contra las cuerdas. Desde las 21.00 horas, la sinfonía de Guardiola, a tres puntos de los blancos y con un partido más, examina la efectividad de un método que ha bañado de gloria las vitrinas del Camp Nou.

Una derrota azulgrana, que supondría la primera en el Bernabéu con Guardiola en el banquillo, dejaría al actual campeón a seis puntos y brindaría a Mou el récord de triunfos consecutivos en la historia del Madrid: 16.

Se avecinan noventa minutos de infarto entre los dos colosos del orden mundial. Una contienda que tendrá en liza a los tres finalistas del Balón de Oro. Cristiano Ronaldo, por los blancos, y Messi -actual ganador- y Xavi Hernández por los azulgrana.

El pasado victimista y subterráneo merengue ya es historia. La eliminación, tras la polémica expulsión de Pepe en el Bernabéu, en las pasadas semifinales de Liga de Campeones baila en la memoria como una anécdota. El madridismo, con Benzema y Di María como francotiradores, clama venganza tras tres cursos ligueros en la sombra. Es el momento. Las garras del dragón culé ya no destilan pánico. La bestia tiene fisuras.

Mesura y equilibrio

Será el combate del apetito. Los blancos, por cambiar el rumbo de la historia y pulsar un relevo generacional. Y en la otra trinchera, con Andrés Iniesta en la cabina de mando, no hay mayor desafío que reactivar la lucha por la corona doméstica.

Mourinho, tras una semana de debate, alimentará el centro del campo con cemento armado. Sami Khedira, Xabi Alonso y Lass partirán con la misiva de dinamitar el procesador de fantasía de Guardiola.

Y en la retaguardia, blindaje de acero. Coentrão (ante las molestias de Arbeloa), Sergio Ramos, Pepe y Marcelo serán los guardianes del jardín de Casillas. La urticaria tiene justificación histórica. En el Bernabéu, el Madrid no derrota al Barcelona desde el 4-1 de la campaña 2007-08. Dos naufragios, 2-6 y 0-2, y un empate, 1-1, el pasado mes de mayo, provocan que el estratega luso instale un campo de minas. Pero en el frente de ataque, esperando una contra mortal, respiran los tres mosqueteros. Di María, Cristiano Ronaldo y Benzema son bólidos con cianuro para un Barça amante de las concesiones. Los azulgrana han cedido siete puntos como visitantes y esconden bajo llave su Santo Grial. La ecuación defensiva de Guardiola es una incógnita. Puyol, Piqué o Mascherano. Tres nombres para dos puestos. Alves y Abidal partirán desde los costados.

Xavi, Busquets e Iniesta tendrán que asumir el control de la contienda. Posesión y glamour. Messi, emperador del área, carece de posición fija y formaría junto a Alexis -escorado a la derecha-. El último pasajero en la aeronave azulgrana podría ser Cesc, pero sin obviar la eficiencia de Villa. El asturiano se ha doctorado en clásicos y ya dictó sentencia en la Supercopa.

83.000 espectadores serán testigos de un combate eterno. Está en juego la hegemonía mundial del balón. Mou y Guardiola esconden sus cartas. Özil y el tinerfeño Pedrito podrían aparecer en el segundo acto como secundarios letales.

Llega el 10-D, pulso titánico por el trono mundial. El planeta será testigo de una partida con estilos antagónicos. Plomo o caviar. Madrid contra Barcelona. Contragolpe versus elaboración. Mourinho dibuja su venganza y Guardiola se arrodilla a Messi. Se alza el telón por el juicio final.