Bendita agonía. Bendito Barbosa. Un punto desde el sufrimiento que dignifica el sudor de la clase obrera amarilla. El botín de Cartagonova se fundamenta en un milagroso Mariano Barbosa y en la soberbia actuación de la pareja de centrales David García y Laguardia. Sin la doble v, Viera estaba sancionado y Vitolo fue carne de banquillo, la UD de Juan Manuel Rodríguez mutó hacia su versión más solidaria.

Un registro frío como el acero que provoca que los amarillos vuelvan a saborear un punto lejos del Gran Canaria. Desde el 23 de octubre, cuando un cabezazo sobre la bocina de Laguardia firmó el empate en los Juegos del Mediterráneo ante el Almería, los amarillos encadenaron tres tropiezos ante Numancia, Recreativo de Huelva y Huesca.

De Almería a Cartagena. Crónica de un viaje para recuperar el sello indomable como foráneo. Juan Manuel Rodríguez, conocedor de la ansiedad del colista sin pólvora [solo ha sumado nueve dianas en 17 jornadas], apostó por la verticalidad de los gemelos Francis y Sergio Suárez.

Dos piezas, una en cada costado, que jugaron reforzadas por la presencia de Vicente Gómez como nexo de hormigón armado. Y en el flanco ofensivo, Portigol y Javi Guerrero. La consigna era salir al contragolpe a la velocidad de un Ferrari.

Desde la intención de esperar una contra de fuego, la UD acumuló más de 25 minutos agazapada en su jardín. Solo Javier Portillo, en el minuto 27, probó los reflejos felinos de Reina.

En ese ecosistema plano y sin atributos de magia, con un Dimas como emperador, el Cartagena se hizo dueño de la batalla del miedo. Álvaro Antón no pudo con el nervio de David García. Un gladiador que se multiplicó en el tramo final del primer tiempo. Toni Moral también cayó en las redes del zaguero de Maspalomas que se doctoró en la arena de Cartagena.

Caos y redención

La expulsión de Javi Guerrero cambió el pulso del partido. El esquema fue el mismo. Presión y sacrificio. El estratega de oro retiró a Javier Portillo para apostar por el músculo de Quiroga.

Y el drama se agigantó. Collantes malogró la mejor ocasión del choque tras desperdiciar un remate sin oposición y junto al palo izquierdo. Fue la hora de Roque Mesa. Kilómetros y corazón por Francis Suárez.

La UD no perdió la compostura. Barbosa, con su mano milagrosa, mantuvo al cuadro amarillo en el partido tras detener la pena máxima. Vicente Gómez captó el mensaje. Corrales fue un plusmarquista de cien metros. La consigna se respiraba en el teatro romano. Crecer desde la agonía. Es la otra cara de un equipo que hace una semana había fulminado al Villarreal B con un juego de salón. Ayer, por las circunstancias, tocaba aniquilar al rival desde la paciencia.

Dani Castellano, que fue la última pieza del mecano amarillo, tuvo en sus botas la ocasión de redondear un ejercicio de coraje. Pudo ser un tesoro excesivo pero la UD supo defender su corazón. Del ángel albiceleste al estilete perfecto, los amarillos fundamentaron el punto desde valores huérfanos de gloria.

Pero la puesta en escena de Dani Castellano, ausente en las últimas convocatorias, corresponde a la otra estrategia de Juan Manuel. Tras apostar por Francis Suárez ante el Villarreal B, decisión acertada, el técnico alumbró al cuarto gemelo del plantel para dejar claro que no hay soldados con plaza fija.

Barbosa, el mayor damnificado por las estadísticas del pasado curso, fue el motor de un punto con aroma marcial. El navío aprende a navegar sin glamour. Sin la doble v, el escuadrón de gofio respira eficiencia gracias al ángel albiceleste.