El 4 de diciembre de 1986, justo 25 años antes de su muerte, Sócrates, estrella del Flamengo y de la selección de Brasil, recibió en Río de Janeiro a Antonio Lemus, redactor jefe de LA PROVINCIA. El encuentro entre ambos ilustres, reproducido cinco días después en las páginas de este periódico, resaltó el compromiso político y social de un futbolista de seda, que fascinaba por su elegante estampa (1,93 metros de altura), que se movía por el campo con la pelota pegada a sus pequeños pies (calzaba un 37) y que entendía el juego a partir del talento: regates, taconazos, asociación a partir del pase en corto y ataque, mucho ataque.

'Doctor Sócrates, algo más que un futbolista' fue el titular elegido por Antonio Lemus para ilustrar una entrevista, a dos páginas, en la que el futbolista repasó su activismo en favor de la democracia durante la dictadura militar que asoló Brasil entre 1964 y 1985, en la que revisó sus inquietudes políticas, y en la que ofreció su particular visión sobre el mundo del fútbol.

El Mundial de México, disputado seis meses antes de la entrevista y en el que Brasil cayó en cuartos de final ante Francia en la tanda de penaltis, marcó el inicio de la charla entre Antonio Lemus y Sócrates. Pero el punto de partida no fue el fútbol, fue su activismo social, tras ser expedientado por la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) al lucir unas cintas en el pelo durante los partidos del torneo con mensajes políticos.

"No era demagogia", aclaró Sócrates. "En todo caso", añadió, "mi cometido estaba luego con el balón en los pies, bien o mal. Yo enviaba un mensaje a todo el mundo de televidentes, a favor de la paz y contra el hambre, el terrorismo y el imperialismo. Yo no puse ningún nombre personal ni de ningún país concreto. No, no estaba el nombre de Mr. Reagan como se llegó a decir en el primer momento".

Durante el diálogo, para subrayar la comprensión que sus protestas encontraron en el vestuario del equipo nacional de Brasil, Sócrates admitió que sufrió presiones para que cesaran sus declaraciones públicas. "Dentro de la selección nadie se metió conmigo", aclaró. "Otra cosa fueron los dirigentes y cierta clase política con sus presiones. Pero yo insistí. A nadie molestaba. Si una palabra era contra el terrorismo, que es un azote, usted como español [en referencia a Antonio Lemus] me dirá si no tienen allí, por ejemplo, la tragedia de ETA. Era, en todo momento, un mensaje pacifista. Porque yo no soy violento ni radical aunque tenga ideas políticas concretas".

Cuestionado por su militancia política, Sócrates fue rotundo al admitir su inclinación. "Yo no milito en ningún partido pero no tengo inconveniente en decirle que soy socialista, aunque girando hacia la izquierda", apuntó el futbolista antes de descartar su salto a la escena política. "En modo alguno", replicó al ser cuestionado por la posibilidad de convertirse en un líder político. "Yo ejerceré como médico", agregó, "pero dejaré exclusivamente la pediatría para ser médico social, lo que ustedes en España conocen como medicina general. Es más, no seré un médico de élite, de consultorio privado costoso. Quiero identificarme con el pueblo, vivir sus amarguras, que son muchas". Además, lamentó la realidad de Brasil en 1986. "Nuestra pobreza es un contrasentido tremendo en un pueblo rico", exclamó.

Entre tanta soflama reivindicativa, Sócrates también reparó en el fútbol. No dudó en elevar a Diego Armando Maradona, que meses antes había guiado a Argentina hasta el triunfo en la Copa del Mundo, como el mejor del momento. "Excepcional", lo calificó, para luego añadir que "es también el número uno".

Discípulo de Telé Santana, integrante del exquisito Brasil que cedió en la tragedia de Sarriá ante la Italia de Rossi, Sócrates siempre defendió el recuerdo de aquel equipo. "No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden", reiteraba el demócrata del fútbol, como la evocación de William Wordsworth en su oda a la inmortalidad. "Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, pues encontraremos fuerza en el recuerdo".

Siempre Sócrates, eterno con el balón pegado al pie.