El FC Barcelona es el club de fútbol más popular en Europa, según un estudio publicado la primavera pasada por la sociedad alemana Sport+Markt, que estima en 50 millones el número de seguidores del equipo azulgrana en el viejo continente. El análisis, que puede ser más o menos creíble según las inclinaciones futbolísticas de cada uno, está realizado en 16 países europeos entre una muestra de 10.000 aficionados al deporte rey. El Barcelona aventaja en número de hinchas a Real Madrid (45,9 millones), Manchester United (32,8 millones), Arsenal (22,9 millones) y Milan (22,2 millones), por citar algunos de los más importantes trasatlánticos.

¿Cuántos más se habrán sumado después del enésimo superclásico el sábado? Habrá que esperar a la próxima primavera para averiguarlo en un nuevo estudio, aunque visto y oídos los voladores de la noche del sábado, la fiesta azulgrana iba ganando adeptos a medida que los jugadores del Nou Camp percutían con máxima eficacia contra la portería de los merengues. Los seguidores de Real Madrid parecieron menguar a medida que Casillas recogía balones dentro sus redes. De Benzema a Cesc hubo todo un partido, todo un sufrimiento.

Hoy lunes, después de la semana aderezada por un acueducto constitucional, los desayunos entre compañeros de trabajo vendrán acompañados de loas superlativas a los bajitos del Barça, de risas furtivas de los aficionados azulgranas hacia sus colegas madridistas, de todos esos chistes que acompañan ocasiones tan polares como ésta. El cortado mañanero traerá en el bar de la esquina análisis tácticos y técnicos, más o menos sesudos, sobre el planteamiento de Mourinho y Pep Guardiola.

Un trivote central

A carta pasada, una vez tragados los respectivos nervios, los abducidos (cada vez menos) creerán que el portugués tuvo que alinear a un trivote central con Lass, Xabi y Khedira. Dirán que tenía que haberse entregado a su instinto de supervivencia, que es más conservador que ofensivo, por mucho que sus jugadores destrocen récords goleadores en la Liga doméstica, la Champions o en las pachangas asiáticas. Si Mou no le hubiera dado cuerda a la "Central Lechera" (la Prensa deportiva de Madrid, según Guardiola), que reclamaba jugar de tú a tú, no se hubieran sonrojado por enésima vez durante 2011 ante su adversario más enconado. El Madrid, creerán los que analizan a posteriori, tendría que haber jugado igual que el rácano Inter de Milán, que ya puso en jaque al sistema perfecto de La Masía.

Dicen que la alegría va por barrios, pero últimamente la felicidad sólo visita las calles blaugranas. Los madridistas, que ayer lucían orgullosos sus camisetas blancas por la playa de Las Canteras, deben estar obligatoriamente resignados. El manager portugués habló de fortuna y mala suerte en momentos oportunos durante la comparecencia pública ante los medios. Considera que el asunto azaroso es buen clavo donde agarrarse en los momentos de desatino. No ha quedado evidenciado si Florentino se habrá tragado la historia de la suerte, porque el mal asunto se repite con tanta frecuencia, siete desde mayo pasado, que en el baúl de las excusas del portugués ya sólo encuentra harapos. A falta de polémicas mayores con la actuación del colegiado Fernández Borbalán, los argumentos de Mou se reducen a menudeces como son la mala puntería de Cristiano Ronaldo en particular, la falta de atención de Mesut Özil en el gol del empate de Alexis Sánchez y otros asuntos de menor calado.

Cuántas canas se hubiera evitado José Mourinho si en la sala de prensa del Bernabéu, ese territorio que tan bien gobierna, hubiera abierto su alma de par en par y hubiera enfatizado bien alto que no sabe cómo ganarle al Barcelona: "No tengo ni idea de qué hacer para ganar a estos señores". Habría sido sublime. Es cierto que no lo dijo, ni que nunca lo dirá, pero el sábado dio un rodeo tal en sus explicaciones que lo pareció mascullar entre dientes.

Tampoco es buena la falsa vanidad que destila el FC Barcelona tras este tipo de victorias. Guardiola da a entender que sus jugadores son como chicos de barrio que de tarde en tarde se entretienen con una pelota en el Bernabéu. Hay que poner el asunto en su justo término. El Barça es un club supermillonario, extravagante e inmenso, tanto como el Real Madrid. La diferencia estriba en que su presupuesto es tan mareante como su juego y que su barrio ríe.