Lo malo de sufrir amnesia es que, llegado el momento, el individuo pierde la capacidad para decidir de qué se olvida. Es algo que no se puede controlar y que incluso necesita un tratamiento que no garantiza absolutamente nada al inicio, y tal vez tampoco durante el mismo si el médico que lo administra no ha sabido diagnosticar el problema que genera el estado amnésico de una forma clara. Y lo peor de sufrir amnesia es olvidar lo bueno que uno tiene, sobre todo si, como en el caso de la UD Las Palmas, lo bueno se expone a cuentagotas. Fue recibir un gol -injusto por la inexistencia del penalti- y olvidar el fútbol que hasta por momentos fue tan elegante como de fogueo en la primera parte ante un Deportivo de La Coruña soso, que una vez cogido el truco a la Segunda División, camina hacia tierra prometida. Valerón y mucho oficio, como marcan el libro de estilo de la categoría de plata del fútbol español, fue de lo que tiró el Dépor para llevarse los puntos. El resto lo puso el cuadro amarillo.

Porque la amnesia fue lo que acabó ayer con esta UD de Juan Manuel Rodríguez, que tan pronto borra de su mente un partido patético ante el colista para, simplemente, jugar al fútbol, como se desconecta ante la más mínima adversidad para olvidar por completo cómo se juega a este deporte. Y todo ello sin que el médico, también llamado entrenador, logre diagnosticar qué es lo que genera el estado amnésico. Y el estado amnésico de la UD Las Palmas lo genera una realidad tan distorsionada que un desabrido Dépor acaba por llevarse tres puntos sin apenas soltar una gota de sudor.

El Estadio de Gran Canaria en perfectas condiciones, un rival de empaque como el Deportivo del exquisito Valerón y las cámaras de Canal Plus enviando imágenes a todo el país suponían el escenario perfecto para reivindicarse. Pero es lo que tienen las grandes citas cuando se dejan en manos de la amnesia, que llegado el momento no se puede elegir de qué tenía que olvidarse la UD. Y se olvidó de jugar al fútbol en la segunda parte a pesar de que en la primera una clara y valiente apuesta por los más grandes peloteros del reino amarillo dejó un regusto a fútbol al descanso. Fue así como se entregó la UD; bastó un penalti transformado en gol del Dépor en el segundo minuto del segundo acto para que el partido se adentrara en la más absoluta nada, lo que queda siempre cuando la amnesia entra en escena.

Más peloteros que nunca

La alineación de David González, Vicente Gómez, Jonathan Viera, Vitolo y Portillo en el once titular fue, posiblemente, la apuesta más valiente de Juan Manuel Rodríguez en lo que va de temporada. Salvo unos diez minutos de timidez en el inicio, la UD parecía que podía estar ante una jornada que marcara el camino a seguir. Y realmente fue así al finalizar el choque, aunque no en la dirección que se esperaba. Con Jonathan Viera en el rol de director de orquesta, maestro de ceremonias o voz solista, como se prefiera, el cuadro de Juan Manuel Rodríguez daba muestras de poderío ante un rival de pasado solemne y que esta temporada, lejos de Riazor, tiende al naufragio. Pero fue siempre un poderío de fogueo, incapaz de acabar con un rival que mira hacia los pisos de arriba a pesar de sus titubeos.

El primer aviso serio -si es que en algún momento hubo avisos serios más allá de los argumentos para agradar, no tanto para ganar- llegó en el minuto 19 y nació en las botas de Jonathan Viera, como casi todo. Picó un balón por encima de la defensa al que no llegó Vicente y sí Aranzubía. Un minuto más tarde, con Viera colocado ya en el escaparate nacional a través de las cámaras de Canal Plus, el juego giró siempre alrededor de las botas del nuevo estandarte del fútbol canario, tan virtuoso como el que más pero al que la inocencia aún le juega malas pasadas.

Transcurrida media hora, dos acciones más de Jonathan Viera pudieron desequilibrar la balanza, sobre todo la segunda. Un pase largo del canterano no pudo ser controlado por un desconocido Vitolo, pero una nueva acción suya situó a Ruymán, incorporado al ataque, ante las narices de Aranzubía. Parecía que sólo era necesario chutar, que más difícil era tirarla fuera que adelantar a los amarillos, pero inexplicablemente el balón se marchó a la derecha de la portería sin que ni siquiera un defensa se interpusiera en el camino.

Lo único decente que se le vio a Vitolo ayer fue un centro, algo distorsionado, en el minuto 39. Lo intentó rematar Portillo en dos ocasiones, pero el madrileño no pudo conectar con precisión. Portillo no está ni para grandes carreras ni para esfuerzos sublimes en el aspecto físico, como se le exigió ayer. Si alguien conecta con él en el interior del área, su veneno decide; si no es así, su trabajo se destiñe.

Al filo del descanso los amarillos parecieron acorralar al Dépor de José Luis Oltra. Eran momentos en los que la UD presionaba, robaba balones y salía al ataque, lo último siempre desde el lado más tímido de su definición. Dos robos seguidos de Viera a Valerón parecían decantar la balanza en el duelo del 21, el número que lucen ambos, pero si algo caracteriza al internacional de Arguineguín a sus 36 años es que el esfuerzo, sin dosificar, te juega malas pasadas. Como la amnesia.

Penalti y gol

No se había sentado aún en su butaca el presidente Miguel Ángel Ramírez tras los canapés del descanso cuando el colegiado Lesma López señaló penalti en una acción más que dudosa y que acabaría con las fuerzas de la UD. Valerón, que dosificó con cuentagotas su clase para obtener lo mejor de sí mismo en cada balón que tocaba, se fue al suelo dentro del área ante la entrada de David García, que pretendía robarle el balón con su bota derecha. El colegiado vio penalti, Guardado lo transformó en gol y entonces la amnesia se adueñó de la UD.

Se olvidó por completo el conjunto de Juan Manuel Rodríguez de jugar al fútbol, de seguir por el camino de la primera parte. Roque ocupó el puesto de Vicente Gómez en el primer cambio de los amarillos, poco antes de que la grada despidiera con aplausos a Juan Carlos Valerón cuando Oltra decidió que se había acabado su concierto. Luego fue Quiroga el que entró en el campo en sustitución de Pignol, para poner en práctica el plan b de Juan Manuel, que se completó con la entrada de Pedro Vega que ocupó el lugar de Vitolo. Pero ya la UD estaba destinada a su suerte, a la de centrar balones al área para ver si el espigado delantero centro argentino conecta con la red. No ocurrió, aunque tal vez un punto se habría quedado en Gran Canaria si alguna de las dos ocasiones de gol que tuvieron los amarillos hubiera encontrado el camino de la coherencia: la primera fue una del propio Quiroga, que en vez de dejar que Portillo rematara de frente se intentó revolver sin acierto. Y la segunda fue una inexplicable en la que Ruymán, por la izquierda, ni siquiera se atrevió a rematar a portería. Fue un olvido total del fútbol. Un estado amnésico que bloqueó la mente de los jugadores amarillos. ¿O también fallaron las fuerzas?