Shaquille O´Neal, el día que superó los 28.000 puntos en su carrera, recibió una llamada de su amado padre adoptivo. El severo Phillip Harrison, exsargento del ejército, le espetó: "No voy a felicitarte, tonto. Si hubieras metido tus tiros libres, habrías conseguido 33.000". Aunque aceptase la reprimenda, el "perro grande" siempre estuvo más cerca de la indulgencia que de la mortificación. "Que yo promedie un 40% en los tiros libres es una forma que tiene Dios de decir que nadie es perfecto. Si metiese el 80%, seguramente sería un arrogante y no alguien humilde", dijo con su habitual genialidad.

Tal vez Dwight Howard, en su ocaso, coja el teléfono y alguien le recrimine lo mismo. El pívot de los Magic ha batido esta semana uno de esos registros de Chamberlain que se antojaban inalcanzables. Ante los Warriors fue a la línea de personales en 39 ocasiones, como el gran Wilt en 1962. Howard bate un récord de temporada regular. En las finales contra los Pacers de 2000, Shaquille también lanzó 39. El joven honra a sus mayores igual en lo miserable que en lo glorioso. Desperdició 18 de esos 39 tiros. Amenaza el techo fatal de Chamberlain, situado en 22. O´Neal llegó a encadenar 11 fallos consecutivos.

Howard emula a Chamberlain y O´Neal en su imperio bajo aros. Aunque inferior en estatura, es también un coloso geológico entre humanos. E incluso recurre a tratamientos que ellos probaron. Howard contrató este verano al australiano de origen lituano Ed Palubinskas para que mejorase su técnica. Palubinskas, olímpico en 1972 y 1976, presume de haber anotado 1.206 tiros de 1.265 intentos en el plazo de una hora. "Cambiaré sus números en una semana", aseguró. Su pupilo ha bajado del 59,6% del ejercicio anterior al 45,9% del presente. El especialista ya había fracasado años atrás con O´Neal, aunque se justificase: "A Shaq le da todo igual".

Muchos aficionados coinciden en el horror que la mecánica de tiro de algunos profesionales le provoca a Palubinskas. "Millones de personas están viendo a unos atletas estupendos y multimillonarios, y diciéndose: "No puedo creerlo"", denunció de los Magic en 2009. El mal resulta contagioso en esa franquicia, primer hogar de O´Neal en la liga.

Los teóricos han elaborado una lista de lo que resulta ortodoxo: el codo enfilado hacia el aro, el dedo corazón sobre la válvula, los pies bien acomodados con el correspondiente a la mano que lanza algo adelantado, la mirada fija en el objetivo, la continuación del movimiento sin interrupciones bruscas... Hasta la hija pequeña de O´Neal le aconsejaba: "Papá, dobla las rodillas". Él y Howard pueden excusarse en el escaso espacio para la mano que acompaña.

Importa la respiración y la creación de un ritual en el que refugiarse de la presión, que va del discreto número de botes a lo más excéntrico: Hornacek se acariciaba la cara, Kidd lanzaba un beso y Nowitzki tararea el "Looking for freedom" de David Hasselhoff desde los 16 años, cuando Holger Geschwind empezó a modelarlo. Aunque algunas rutinas lastran. Hayes ha abandonado esa pequeña patada al aire que provocaba la mofa de sus rivales. Es una especialidad que puede trabajarse. Con todo, progresar no es tan común como pudiera parecer. Al contrario. Larry Smith, escudero de Olajuwon, es quizás el peor lanzador de tiros libres de la historia. Su deterioro abarcó del 60% de sus inicios al 24% de la temporada 90/91.

Cuestión de confianza

Es al final una cuestión de confianza. El tiro libre interrumpe el transcurso natural de la vida. El universo se detiene y te observa. Nick Anderson (nuevamente aparecen los Magic) tenía un decente promedio próximo al 70%. En el primer partido de las finales de 1995 erró tres consecutivos que hubieran supuesto la victoria. Los Rockets se impondrían en la prórroga y acabarían conquistando el anillo. "No sentía presión. Estaba relajado. Sólo fallé. Así tenía que ser", valoraría Anderson con determinismo fatalista. Aquella acción marcaría su carrera. "Jugué con el corazón, pero la gente solo recuerda esos fallos". La ansiedad le llevó al 40% de acierto en la campaña siguiente.

O´Neal resumió la importancia del factor mental cuando encestó dos tiros libres seguidos. "Cuando me concentro es lo que pasa. Así que me concentraré siempre y encestaré todos". Otra humorada, no exenta de verdad. Chamberlain se deshacía del balón como si apestase. O´Neal quería regresar de inmediato al juego. Salvo si el rival le buscaba con saña. Entonces convertía su ira en dedicación. El "Hack a Shack" famoso, hoy reeditado como "Hack a Howard".

Porque ahí radica el secreto de los 39 tiros. Mark Jackson, técnico de los Warriors, ordenó el diluvio intencionado de faltas sobre Howard. La estrategema se la inventó Don Nelson en 1987, cuando dirigía a los Sonics, con Dennis Rodman como víctima. Adquirió popularidad en los play offs de 2000, cuando los Blazers y los Pacers lo ensayaron sobre O´Neal. Y entonces como esta semana, con resultados frustrantes. Difícil remontar si el adversario mantiene su producción en el 50%. No compensa la inquina del público. Elimina defensores. Y produce sufrimiento moral a quien ejerce de verdugo, como al joven Jermaine O´Neal el día en que Shaq lanzó 25 tiros libres en el último cuarto. Aquello decidió a la NBA a castigar con técnica la falta sobre un hombre sin balón en los dos últimos minutos.

El "Hack a Howard" no frenará al más cotizado agente libre del próximo verano. Aunque debe empeñarse en pulir su carencia. Salvo que posea la jocosidad de O´Neal. "¿Qué añorarás más?", le preguntaron en la rueda de prensa de su despedida. No lo dudó: "Los tiros libres".